Hay momentos que cambian el rumbo de la Historia. Una conversación, una reunión, situaciones límite que hacen que todo cambie. Cuando la humanidad se tambalea, cuando el mundo parece que está abocado a la autodestrucción, las estrategias por conseguir el poder (en este caso el conocimiento) resultan fundamentales para salir victorioso de la batalla. Unas circunstancias que por excepcionales deben ser tratadas con absoluta discreción. Un hecho puntual que hizo cambiar el destino de la humanidad.
El encuentro que tuvo lugar a finales de 1941 entre los científicos Niels Bohr (danés y judío) y Werner Heisenberg (alemán y uno de los máximos responsables de los estamentos nazis en temas científicos) pudo haber cambiado el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. Dos de los científicos más notables de la época, maestro y alumno, que durante años habían trabajado codo con codo, se ven ahora en la tesitura de pensar que deben hacer en este conflicto. Amigos enfrentados por ideas políticas que les hacen enfrentarse ante la idea de crear un arma que consiga acabar con la contienda. Un dilema moral y ético sobre el uso de los avances en física teórica para conseguir el desarrollo en armamento nuclear, con la bomba atómica como objetivo (¿desconocido?) final.
El texto del dramaturgo británico Michael Frayn ha cosechado innumerables éxitos en todos los países en los que ha sido representada, y ahora se estrena en Madrid bajo la dirección de Claudio Tolcachir, que se ha convertido en uno de los referentes de la escena actual, tanto en España como en su Argentina natal. Tras encumbrarse con la maravillosa "La omisión de la familia Coleman", Tolcachir ha participado en algunos de los montajes más interesantes de los últimos años, como "Todos eran mis hijos", "Emilia", "La Mentira" o "Tierra de fuego", los cuales representa a ambos lados del océano. El director consigue crear una obra que se caracteriza por la palabra, un texto apabullante que navega entre la lección de historia y la novela de espías. Una trama conocida que no por ello deja de angustiarnos, porque se entrelazan distintos momentos de las vidas de los personajes, para ir conociendo la relación personal entre ambos a la vez que nos muestra el decisivo encuentro que tuvieron en la casa de Bohr. Tolcachir sabe medir perfectamente los tiempos para darnos en cada momento lo que la historia necesita, por la mesura con la que discurre una situación que se torna siempre impredecible e inquietante, manteniendo siempre alerta al espectador, ávido de conocer como se fraguó la relación entre los personajes y en como acabó tan decisiva conversación.
Producciones Teatrales Contemporáneas S.L. ha sido la encargada de llevar a cabo esta pieza de teatro a mitad de camino entre el documento histórico y la fabulación sobre unos hechos que resultaron determinantes para el devenir de la Segunda Guerra Mundial y ,en consecuencia, de la Europa que hoy conocemos. Este contundente montaje se basa en un texto endiablado, que nos engancha y nos retuerce hasta arrinconarnos sin escapatoria ante lo que estamos viendo. Un duelo interpretativo que se basa en una sabia dirección, que sabe controlar los tiempos y los espacios para hacer de la sencillez del conjunto su gran virtud. Teatro que hace reflexionar a la vez que se disfruta al indagar en las entrañas de lo que fueron los momentos claves de la contienda, ese momento en que todo estaba alejado de los campos de batalla, y los principios éticos y morales se imponían a las órdenes.
Dos hombres que se encuentran ante un dilema que resultará trascendental. Las decisiones que ambos tomen en esos días serán determinantes para el devenir de toda Europa, por ello las conjeturas que les llevan a dudar, sobre todo de su interlocutor, nos muestran lugares oscuros, miedos y responsabilidades que les golpean por dentro. Ni ellos mismos saben la dimensión que puede adquirir aquello en lo que trabajan, pero la simple idea de que todos sus conocimientos teóricos puedan dar resultados prácticos les atormenta y les seduce. Esta dualidad de los sentimientos de ambos, unido a la relación personal que mantienen, que va mucho más allá de la de profesor alumno, hace que la situación se tense cada más, hasta que todo salta por los aires y cortan relaciones. Esto último es lo único que se sabe con absoluta certeza sobre aquella reunión, el resto son meras conjeturas.
Una obra de esta intensidad, en la que el texto es de gran densidad y el ritmo mesurado, necesita de un elenco que convierta cada pausa en algo mágico, que se les note el dolor y la preocupación en cada movimiento, que se vea como están jugando esa partida decisiva para el destino del mundo, pero además permaneciendo fiel a su gran amistad, que les hace moverse en el alambre y sabiendo que cualquier decisión que tome cambiará sus vidas y su relación. Para afrontar este gran reto, Tolcachir apostó sobre seguro, con tres actores de primer nivel, que saben "deambular" por los tiempos que marca la escena con gran soltura. Emilio Gutiérrez Caba, Carlos Hipólito y Malena Gutiérrez están portentosos, consiguiendo que la obra se mantenga en su máxima intensidad en todo momento.
Gutiérrez Caba interpreta al profesor danés Neils Borh, físico teórico que vive recluido en su casa en la Copenhague ocupada por los nazis. Hipólito da vida a su discípulo, Werner Haisenberg, que tras años trabajando con él volvió a su país y en estos momentos está instalado en Leipzig, trabajando para Hitler en el proyecto nuclear que llevaría a la creación de la bomba atómica. En medio de estos dos genios de la física está Margrethe, a la que interpreta Malena Gutiérrez. Ella es la mujer de Borsh y durante gran parte de la conversación entre ambos ejerce de jueza y árbitro, en este duelo que todos saben que no pueden ganar, al menos no sin traicionar sus principios morales y éticos.
La relación entre los tres personajes viene de lejos, y en momentos puntuales Malena Gutiérrez atraviesa la cuarta pared para hacer de narradora y situarnos en los hechos que van pasando en escena. Mientras el personaje de Borh vive angustiado ante la visita de su amigo, éste llega con firmeza de quien se sabe del lado del poder. Desde el primer momento nada es lo que parece, y los dos actores comienzan a desplegar toda su maestría para ir enseñándonos todas las aristas de cada uno de sus personajes, las luces y las sombras que a lo largo de la obra nos van descubriendo a dos hombres asustados ante lo inevitable, pero a la vez fieles a sí mismos. La capacidad de ambos para ir desgranando poco a poco la personalidad de su personaje es admirable, ya que son capaces de mostrarlo todo con un gesto mínimo. Ambos personajes permanecen, al menos en la primera parte de la obra, muy comedidos en sus gestos, y aún así transmiten infinidad de matices. El papel de Margrethe en este duelo es trascendental, así como la interpretación de Malena Gutiérrez aporta el contrapeso necesario a los dos actores, menos angustiada ante la reunión pero más enérgica a la hora de defender lo suyo. Tres personajes que se complementan a la perfección gracia a la interpretación que de ellos hacen cada uno de los actores.
Para dar aún más misterio al montaje, la escenografía creada por Elisa Sanz (responsable también del vestuario) es sencilla y lúgubre, recreando en un solo espacio la casa del científico danés y el bosque por el que tuvieron su decisiva conversación. Ambas se entrecruzan para dar lugar a un espacio ambiguo, tanto como lo es la historia que se nos cuenta, en la que hay más sombras que luces sobre lo que ocurrió aquella tarde. Un halo de misterio que nos traslada instantáneamente a películas de espías, a historias de traiciones en las que cuenta más lo que se oculta que lo que se muestra. Este ambiente se potencia con la cuidada iluminación de Juan Gómez Cornejo, que realiza un maravillosos juego de luces y sombras, en el que tienen gran importancia las penumbras en las que todo de difumina.
Teatro: Teatro Abadía
Dirección: Calle Fernández de los Ríos 42
Fechas: De Martes a Sábados a las 20:00. Domingos a las 19:00
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