Dos hermanos, unidos por la sangre pero separados por los ideales. Cada uno ha tenido la misma educación, pero los dos han tomado caminos muy distintos en la vida que les han llevado a posturas vitales opuestas. Como suele ocurrir en la mayoría de los conflictos bélicos, las familias se rompen y se ven enfrentadas por los pensamientos políticos, que en la mayoría de las ocasiones prevalecen por encima de los propios vínculos familiares.
La palabra DIKTAT proviene de una expresión que utilizaron los alemanes para definir el Tratado de Versalles tras la I Guerra Mundial. Para ellos, el término se utilizaba para hablar de "la imposición por la fuerza de una serie de medidas draconianas donde no se tuvo en cuenta la opinión ni la capacidad para cumplirlas". Esto ha podido ser el embrión de esta obra, uno de los principales títulos del dramaturgo, director y actor francés Enzo Cormann, uno de los autores más destacados de la dramaturgia actual del país vecino. El teatro de Cormann está basado en lo que se ha dado en llamar "humanismo del instante dramático". En sus más veinte obras, entre las que destacan "Credo", "Sigue la tormenta", "La rebeldía de los ángeles" o "fuera de juego", realza su postura poética contra la mediatización opresiva y monocolor, así como las políticas infantilizadoras.
Fernando Gómez Grande ha sido el encargado de traducir este contundente alegato antibelicista que deja al descubierto la crudeza de las guerras, en las que todo parece tener cabida. La compañía alicantina Col-lectiu Intermitent debuta con este gran texto del que dicen "es la liquidación de una cuenta pendiente entre dos hermanos, tanto emocional como ideológica. Y el amor y el perdón como única solución posible para desmenuzar los recuerdos y poder continuar viviendo con ellos". El actor Morgan Blasco (uno de los protagonistas de la obra) es uno de los fundadores de este colectivo que se define como "una agrupación de inquietudes artísticas para dar salida a proyectos escénicos". Una vez estrenado en el Teatro Arniches de Alicante, llega al Espacio Guindalera, la segunda casa de Blasco, donde se formó a su llegada a Madrid bajo la batuta de Juan Pastor, quien se encarga de la dirección de esta obra.
Pastor es desde hace años uno de los referentes del teatro madrileño, cuando abrió su atalaya del Espacio Guindalera, lejos del mundanal ruido mediático y de los focos del centro de la ciudad, pero con una inteligencia a la hora de hacer las cosas que pronto le convirtieron en uno de los emblemas del off madrileño. No podemos por más que reconocer a este pequeño templo de la dramaturgia, donde se han creado algunos de los montajes más interesantes de los últimos tiempos, en este pequeño oasis que ha intentado mantenerse siempre fiel a sus ideas.
Juan Pastor, director de montajes tan diferentes como "Entorno a la Gaviota", "El juego de Yalta", "Tres años" o "Duet for one" por la que consiguió el premio Max en 2015 a la mejor producción privada. También ha dirigido clásicos como "Bodas de sangre", "Animales nocturnos", "Traición" o "Sueño de una noche de verano". En este nuevo proyecto intenta transmitirle al público la incógnita de este mundo que vivimos, con la guerra y el genocidio a la orden del día. Para ello es muy interesante como se abstrae del texto, que se sitúa en Yugoslavia, para hablarnos de un país genérico, en un espacio imaginario.
Diktat contiene un profundo análisis de la naturaleza humana. Sin embargo, esta obra no nace con la intención de dar respuestas, más bien todo lo contrario. Como todo buen teatro, huye de moralismos y adoctrinamientos, el equilibrio está en algún punto medio del camino entre los dos discursos que mantienen los hermanos a lo largo de la historia. La obra nos sumerge en un mar de preguntas sobre la verdadera esencia del ser humano. Este demoledor montaje sobre dos mundos enfrentados, se nutre de ficción y de realidad, una realidad reciente, la de la guerra en la ex Yugoslavia, en las calles de Sarajevo o de Vukovar, pero que podría perfectamente proceder de Ruanda, de Argelia, de Irlanda o del Oriente Medio, todos ellos lugares que han sido devastados por intereses económicos de las principales potencias occidentales, y que han llevado a la destrucción de países, regiones, familias, una desigualdad que se agrava cada año, con cada nueva guerra, con cada intervención en un país para "ayudarle".
Todas estas guerras están fomentadas, subvencionadas y propiciadas por los intereses económicos de las potencias del primer mundo, ese que se considera avanzado y que se dedica a dar lecciones de moral y de comportamiento al resto de la humanidad. Sin embargo, sería muy ingenuo no tener en cuenta que una guerra no se puede llevar a cabo desde un despacho. Existe un odio interior de aquellos que ejecutan las guerras y las acciones de genocidio o de terrorismo, y esto es lo que más se quiere mostrar en esta obra, hacer hincapié en los odios entre iguales, en las luchas por el poder de vecinos, incluso hermanos, por desavenencias políticas, religiosas o de cualquier otro tipo.
En esta obra aparecen únicamente dos personajes sobre la escena, dos hermanos, Piet y Val, que se odian por el simple hecho de que pertenecen a bandos diferentes, porque en un determinado camino tomaron diferentes opciones que les llevaron por distintos lugares, pero que ahora les obliga a enfrentarse, porque estos dos bandos parten en dos la vida civil de toda una región durante la contienda. Una concentración de acción gracias a su enfrentamiento a través de la palabra y un triste desencuentro fraternal que lo encamina a la intriga y los intereses políticos.
En un espacio cualquiera, más allá de cualquier realidad, "en un sueño que aborda un girón de realidad suplementaria", dos hemanastros se enfrentan de forma cruel y despiadada, en un duelo lleno de intrigas y tintes políticos. El mayor es tracio, y los suyos gobiernan el país. El menor es triballo, y los suyos han sido expulsados del país. Tras su exilio de veinticinco años, el menor regresa y secuestra a su hermano que está a punto de convertirse en ministro. El secuestrador no se anda con bromas, no entiende a razones, y para la liberación exige ciertas condiciones que no llegan a cumplirse. La amenaza si no se cumplen sus deseos es la muerte.
Dos grandes actores sobre el escenario. Ellos son los encargados de dar vida a estos dos hermanos separados por la vida y las circunstancias, y cejados por sus propios ideales, que les hacen enfrentarse entre ellos. El trabajo de ambos es descomunal en un interesante proceso de ir descubriendo poco a poco las distintas capas de sus respectivos personajes, dejando siempre un lado oscuro, algo oculto, que nos deja la incertidumbre sobre lo que cuentan. Dos realidades que se enfrentan, dos personajes antagónicos, o no tanto, que nos regalan escenas de gran dureza, ternura, dolor y angustia, como suele ocurrir en cualquier enfrentamiento bélico, con el añadido de los lazos tan fuertes que unen a ambos, con el consiguiente conocimiento que ambos tienen de su adversario.
Morgan Blasco y Toni Misó son los encargados de ponernos en corazón en un puño con unas interpretaciones que nos dejan helados de principio a fin, por su sinceridad y su buen hacer, pero sobre todo por la sensación de que lo están dando todo en cada escena, que creen en lo que cuentan, que sienten la obra como propia. Morgan Blasco es una cara de sobra conocida por sus trabajos en televisión ("La que se avecina", "El secreto del puente viejo")y cine ("Fishbone", "Linko") . En teatro hemos podido verle en montajes como "Coriolano", "Sedientos", "016, ejercicio fallido para mujeres", "Porta´m al bosc" o "Lady Macbeth". Por su parte el veterano Toni Misó ha formado parte durante siete años de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, donde participó en montajes como "La serrana de la Vera", "La entretenida" o "Don Gil de las calzas verdes". En los últimos años hemos podido verle en "Pluto" a las órdenes de Magüi Mira, y "La asamblea de mujeres" dirigida por Laia Ripoll.
El espacio escénico diseñado por Joan Sabas (que también se encarga del vestuario) es sencillo, conciso, para dejar la incertidumbre de un lugar imaginario. Nada de la escena nos recuerda a un lugar conocido, o quizás a todos, lo que hace que el lugar sea perfecto para esta historia, que podría ocurrir en cualquier país. En esta obra tan minimalista en lo que a la parte escénica se refiere, adquiere un gran peso la iluminación diseñada por Mingo Albar, que da distintas texturas a cada una de las escenas.
Una obra contundente, que nos pone frente a nuestros propios instintos primarios como seres humanos, reflejando un mundo que se mata por los ideales, por la religión, por la política, sin muchas veces saber realmente porque están luchando. Una propuesta descomunal, no perdáis la oportunidad de disfrutar de esta joven compañía y de este gran debut, de un texto magistral que nos hará pensar mucho, sobre la necesidad de empatizar más, de ayudar en vez de confrontar, de sonreír en vez de gritar, de escuchar y dialogar en vez de pelear.
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Teatro: Espacio Guindalera
Dirección: Calle Martínez Izquierdo 20
Fechas: Viernes 15/11 a las 20:30, Sábado 16/11 a las 20:30, Domingo 17/11 a las 19:00.
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