La vida puede ser muy distinta a cómo nos habíamos imaginado. Porque nadie piensa en ser uno más, en tener un trabajo normal, en no triunfar, todos en algún momento albergamos sueños de grandeza, actuar en grandes estadios, ser famosos y millonarios, tener una vida como las de las películas americanas en las que todo acaba saliendo como quiere el protagonista. Pero la propia vida es el regalo, disfrutar de cada momento, de cada día, de la gente que nos rodea. Grandes noches, como la que pudimos disfrutar anoche en la sala Mirador, nos corroboran que la vida hay que disfrutarla, porque incluso siendo famoso y con una vida idílica, todo se puede ir al traste en un momento.
Teatro: Hoy puede ser mi gran noche. Sala Mirador
Fernando Muñoz Jaen
Andrea Jiménez,
Comedia,
Darlene Rodríguez,
Fernando Muñoz,
Festival de Otoño,
Noemi Rodríguez,
Sala Mirador,
Teatro en vilo
Llevaba persiguiendo esta obra desde que supe de su existencia, y como escuché ayer a alguno de los asistentes, parece que están en un continuo estreno. Porque iba a estrenarse en el Teatro Fernán-Gómez y llegó la pandemia, ahora vuelve dentro del Festival de Otoño a la sala Mirador por escasos tres días (agotado todo y tiene pinta de que lo habrían hecho con un mes entero), y el año próximo volverán a intentar el asalto al teatro de la plaza de Colón para hacer las delicias de todo el que vaya a verla. Porque este es un espectáculo singular, brillante, ingenioso y muy divertido. La ¿falsa? realidad que nos cuenta nos conmueve y nos divierte desde el primer momento, en el que hace su entrada triunfal la descomunal Noemí Rodríguez, que se mete al público en el bolsillo a los pocos segundos.
La compañía Teatro en Vilo lo ha vuelto a hacer. Han conseguido crear un espectáculo aparentemente sencillo en el que todo encaja a la perfección, en el que el público se entrega en todo momento, en el que los aplausos retumban con especial fuerza. Esta compañía, capitaneada por Noemí Rodríguez y Andrea Jiménez (ambas autoras y directoras), no para de cosechar éxitos con cada nuevo montaje que presentan. Aún recordamos su maravilloso debut "Interrupted" con el que consiguieron innumerables premios, al que siguieron montajes de lo más variado, como "Man up", "Generación Why" o "Locxs de amor", todos ellos marcados por el compromiso con la actualidad, en "un constante diálogo con su entorno social, político y personal" lo que hace de cada nuevo montaje una experimentación y una "renovación constante de su lenguaje escénico".
La compañía se fundó en Londres hace siete años y desde entonces se han convertido en "una plataforma para colaboraciones internacionales e interdisciplinares entre creadores de escena, artistas e investigadores provenientes de países de todo el mundo". En todos sus montajes buscan la "delgada línea que separa el teatro de la vida y la ficción de la realidad", y esto se ve a la perfección en esta obra, a medio camino entre la autobiografía, el teatro documento y el teatro más absurdo y alocado. Esta mezcla tan dispar encaja a la perfección en las manos de estas chicas que saben entrelazar la parodia con la crítica, el absurdo con lo documental, la risa con el llanto, lo real con lo inventado, la vida con el teatro.
Noemí y Andrea, ellas son las creadoras de todo esto, y como en sus montajes también se sitúan en una delgada línea en la que no se sabe muy bien donde empieza el trabajo de una y acaba el de la otra. En este caso, el texto pertenece a Noemi Rodríguez, que nos hace una extraordinaria radiografía de la Galicia de los años 90, en el que nos irán viniendo flashbacks continuos de aquellos años, mientras transcurre una historia que se mueve entre "lo grotesco y lo autobiográfico, entre lo coreográfico y lo improsivado, entre el humor absurdo y la comedia gestual, en la ternura y la irreverencia". El texto es una bendita locura, que nos hace retroceder en el tiempo para reírnos de lo que fuimos, pero también un primoroso ejercicio de "análisis sociológico" en el que vamos descubriendo muchas de las cosas que nos han marcado como sociedad. A modo de fiesta continua, el relato se desarrolla con maestría, con pequeños momentos de drama que frenan la irreverente desfachatez con la que la propia Noemi nos hace volar, vibrar e incluso cantar durante toda la obra.
Por su parte, la dirección de esta gran "noche de fiesta" teatral la asume Andrea Jiménez, que hace un prodigioso trabajo entre la realidad y la ficción, que mantiene al público enganchado desde el primer momento. La historia transcurre en un continuo diálogo con el patio de butacas, a modo de show televisivo, que encaja perfectamente con el tono gamberro de la obra. Uno de los principales aciertos de la directora es mantener ese tono de comedia delirante mientras la historia se va "oscureciendo" cada vez más, llegando ciertos momentos en los que la propia crudeza de lo que vemos nos inquieta tanto que dudamos si reír o llorar. Jiménez consigue mantenernos en todo momento dentro de esta majestuosa verbena, mientras lo que se cuenta nos lleva hacia un abismo que no vemos llegar. Crítica social y personal teñida de comedia absurda, una parodia extrema de una realidad que vista con perspectiva era bastante criticable, y que nos dejó muchas señales que poco a poco la historia nos va mostrando.
Ahora pasamos a contaros, a grandes rasgos, que es lo que os cuenta la obra. "Hoy puede ser mi gran noche" es ante todo eso, una gran noche de fiesta, gamberra y descarada, llena de comedia y música. Se puede decir que estamos ante "un ejercicio de autoficción que cuenta la fascinante historia de un cantante de orquesta en la Galicia de los 90 y su hija, cuya máxima aspiración es ser como su padre", pero este espectáculo va mucho más allá, es un viaje al corazón mismo de toda una generación que, como yo, nos vemos reflejados (en mi caso doblemente al haber vivido esos años en Galicia) en todo lo que cuenta la obra. La hija es la narradora y protagonista absoluta de la obra (con el permiso de su "hermana"), interpretando a innumerables personajes, en este viaje al pasado en el que nos mostrará lo más enxebre (palabra gallega que viene a significar algo así como autóctono) del modo de vida de los pueblos de Galicia, en el que las orquestas son un elemento fundamental para entender las fiestas populares. La obra desgrana elementos fundamentales de la idiosincrasia gallega, mezclándolo con elementos más "universales".
Pero si no nos quedamos sólo en la pura formalidad, que en este caso tiene gran valor (tanto en lo cómico como en lo nostálgico), la historia nos habla de lo que quisimos ser en algún momento, de hasta donde llegan nuestros sueños, pero sobre todo pone en valor a todos aquellos que no los cumplen y lo asumen. En un alegato final maravilloso, Noemi Rodríguez nos golpea con verdades demoledoras, pero también alienta nuestros corazones con grandes motivos para la alegría y la celebración (como el simple hecho de estar vivo). En esta alocada celebración de lo que pudo ser y no fue, queda un hueco para la esperanza, un aplauso a los perdedores, que pese a las trabas han conseguido levantarse y continuar con sus vidas. Un historia de gran ternura, emocionante, con un fondo asombrosamente demoledor, que nos duele y nos consuela del mismo modo.
Como hemos dicho antes, Noemí Rodríguez es la protagonista absoluta de la obra. A ella la acompaña Darlene Rodríguez que ejerce durante toda la obra de música de apoyo y tiene pequeñas intervenciones dando vida a la hermana de la protagonista y otros pequeños papeles. En lo que respecta a Noemi, todo lo que digamos en estas líneas se va a quedar corto, porque su actuación es asombrosa y nada de lo que aquí escribamos os hará imaginar el repertorio que muestra en escena y el viaje al que nos invita (y aceptamos sin dudarlo) desde el comienzo de la obra. Una actuación plagada de momentos brillantes, en los que hace un prodigioso despliegue de sus facultades como actriz, mostrándose como dueña absoluta de la escena y "dominando" al público a su antojo en cada momento.
Porque todo lo que hace Noemi a lo largo de la obra es de una firmeza pasmosa. Las coreografías, (obra de Amaya Galeote) que desde el aparente caos se convierten en impactantes escenas de gran plasticidad, el despliegue vocal imitando todo tipo de personajes, la gesticulación extrema que demuestra un control absoluto sobre si misma, una frescura y una comicidad que aparecen en escena como un tsumani y al que todos nos subimos como si fuese el flautista de Hamelin quien nos lo pide. Portentosa interpretación en todo momento, que pese a todo lo dicho no les da una imagen aproximada de lo que verán. Acompañando la historia en todo momento, tenemos la presencia de las imágenes (el vídeo ha sido creado por Ro Gotelé) que aparecen en una pantalla y que nos pone en situación en cada momento, además de puntualizar algunos datos de los que aparecen en determinados momentos.
La soberbia interpretación de Noemi se apoya en la siempre eficiente escenografía de Mónica Borromello, que ha preferido dejar el protagonismo a la actriz para hacer presentarnos una sencilla puesta en escena en la que la actriz puede moverse con total libertad. Esencial en este montaje es el espacio sonoro diseñado por Nacho Bilbao que apoya en todo momento la imponente presencia de la actriz, así como la iluminación de Miguel Ruz, en un continuo cambio de tono según la esencia de cada escena. Pero como en todo musical que se precie, lo realmente importante es la música de Lise Belperron, que nos hace trasladarnos a la década de los 90 al ritmo que nos marca la historia. Por último hay que destacar el ingenioso vestuario diseñado por Paola de Diego, brillante desde la sencillez, alocado desde la mesura.
Teatro: Sala Mirador
Dirección: Calle Doctor Fourquet 31.
Fechas: Del 13 al 15 de Noviembre. De Viernes a Domingo 20:00.
Entradas: Desde 14€ en lamirador. Entradas agotadas
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lunes, noviembre 16, 2020
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