Teatro. Fordlandia. Teatros del Canal

El escenario se encuentra desnudo y comienza las impactantes y sugerentes imágenes de un corto. Aparecen dos bailarines en un escenario vacío, su sola presencia atrae nuestra mirada. No hace falta nada más, la música, los dos artistas y las oníricas imágenes. La pureza y delicadeza de los movimientos de Lucía Lacarra y Matthew Golding llenan toda la escena, que se convierte en una infinidad de lugares a los que nos llevan con sus movimientos.


Estamos ante una pieza de una belleza plástica enorme, inspirada en el "encierro vital" que estamos sufriendo en estos tiempos. Para sus creadores "en una época que también es difícil para la danza, la música y el arte, queremos soñar con tiempos mejores. Queremos ver una luz al final del túnel y esperamos que la distancia que tenemos que caminar sea temporal, pero el amor que sentimos sea permanente". Los autores proponen un montaje en el que se mezcla de danza, proyecciones, música, un conjunto visualmente muy impactante que nos traslada por un universo de sensaciones y analogías que pretende "hacer sentir y evadir al público". Los dos bailarines crearon esta obra en la que "cada uno tiene que decidir por sí mismo si debe prestar atención a la realidad o al sueño, al desencanto o a la esperanza".


La estructura de este espectáculo se divide en seis piezas que se van entrelazando, sin aparente conexión entre ellas, mediante los cortos y las proyecciones. Cuatro coreógrafos como Anna Hop, Yuri Possokhov, Juanjo Arques y Christopher Wheeldon, son los creadores de estas piezas que transitan entre la utopía y la idea, presente a lo largo de toda la obra, del reencuentro de los dos personajes. No existe una narración, en seguida descubres la relación que les une, los momentos duros que viven, lo trágico de una separación forzada, algo que en algunas ocasiones existe en las relaciones de verdadero amor. Un montaje que explota al máximo las capacidades de sus protagonistas (como no podría ser de otra manera), pero también juega con todas las posibilidades que regala la escena, llegando a una bella fusión entre las artes, entre el cine y la danza, entre la luz y la música, entre lo visual y lo sentimental.



Las coreografías se nos muestran como piezas de una cadena inacabada, como eslabones que no se llegan a unir, como pequeñas piezas diseccionadas de una obra mayor, que podría ser la propia relación de los dos personajes. Los elementos se suceden con la aparición de los pequeños cortos que nos hacen a la vez de paréntesis (para reflexionar sobre lo visto) y de elemento de unión entre las distintas piezas. Como la vida misma, la historia nos muestra diversas formas de relacionarnos y a la vez como todo se intercala con los dolorosos momentos de la separación. Las piezas se componen con músicas de Chopin y J. Johannsson. Las seis pequeñas piezas de las que se compone esta obra son seis duetos breves, pequeñas miniaturas coreográficas para hablarnos de la vida de la pareja. Estas piezas con "Stillness", "Close", "Snow Storm", "Fordlandia", "Pile of dust" y "After the rain".



Este espectáculo hace viajar al espectador, evadirse, sentir, olvidar por un momento lo que pasa en el mundo para dejarse arrastrar por la belleza de la propuesta escénica. Una evasión necesaria en estos tiempos de incertidumbre, que nos traslada a bellos lugares que nos hacen viajar y olvidarnos del mundo. Las proyecciones audiovisuales fueron rodadas en poderosos parajes, paisajes imponentes ubicados cerca de los creadores. De las playas de Zumaia, a donde pertenece Lucía Lacarra, a los bosques de Holanda, donde reside Matthew Golding (bailarín habitual del Net Nationale Ballet) y de los interiores del Teatro de Dormunt (responsables de la producción). La parte audiovisual es contundente, poderosa, es una de las partes de más peso de la obra y quiere simbolizar la "invasión" de las obras en streaming que hubo durante el confinamiento.
 

La estructura deslavazada de la composición se nos muestra como una secuencia de pequeñas piezas sueltas, en la que no se sabe si estamos ante una pieza audiovisual con incorporaciones de momentos de danza o ante un espectáculo de danza que se apoya en las imágenes para un mayor empaque del conjunto. Sea como fuere, el resultado el prodigioso y ambas partes consiguen complementarse a la perfección, dotando al resultado de una sensibilidad y una elegancia encomiables. La composición se nutre de los imponentes paisajes sin quitar protagonismo a las piezas coreografiadas, sino que potenciando la belleza de cada uno de los instantes. Una "relación" que potencia los dos campos, lejos de competir, la danza y las imágenes se compenetran a la perfección para potenciar el conjunto.



Durante el espectáculo se muestra: cine, danza, luz y música con un espectáculo de diferentes estilos de cuatro coreógrafos para crear la perfección. La creación de esta obra nace durante el confinamiento, dónde Lucía Lacarra se inspira en el encierro vital para crear un espectáculo basado en la distancia, en el amor y en las relaciones personales, tanto en los momentos buenos como en los de máxima soledad. Gracias a Lucia Lacarra y Mathew Golding disfrutamos de una maravillosa velada seduciéndonos con todas las oportunidades creativas y técnicas que ofrece el teatro. El espectáculo gira en torno a la figura de la bailarina que, en uno de sus mejores momentos artísticos, nos confirma que es una bailarina de gran sensibilidad, enormes registros y una plasticidad que convierte sus movimientos en pura poesía, potenciando sus ya características extensiones largas y flexibles que han caracterizado siempre sus espectáculos.



Lucía Lacarra, nacida en Zumaia, es una de las figuras más internacionales de la danza española e imagen representativa de la historia del ballet tradicional. Para el gran público, se dio a conocer tras trabajar durante cuatro temporadas en la compañía de Victor Ullate. Ha sido bailarina principal en el Ballet de Marseille de Roland Petit, en el Ballet de San Francisco y desde el 2002 es la bailarina principal del Bayerisches Staatsballet (Ballet de la Ópera Estatal de Baviera) de Munich. Ha interpretado papeles protagonistas, por ejemplo, en los ballets de John Neumeier, John Cranko y Kenneth MacMillan.


Podemos hablar también de su repertorio, que abarca desde Marius Petipa a Jerome Robbins, de George Balanchine a Edwaard Liang y Christopher Wheeldon. La bailarina recibió el Premio Benois de la Danse y nombrada Bailarina de la década en 2011. Desde 2018 es la directora artística de la compañía y de la escuela de ballet de Víctor Ullate. Matthew Golding es canadiense y se formó en Estados Unidos y en la Royal Ballet School de Londres. Hay que destacar de esta figura del ballet, que Ted Brandson le encanta contratarlo como estrella invitada en el Het Nationale Ballet de Amsterdam. Gracias  a esta   maravillosa   obra  el espectador   consigue   un   sentimiento   de   bienestar  y evasión.


 

En definitiva, podemos decir que Fordlandia es un espectáculo impactante visualmente, un montaje elegante, de gran interés por el placer de ver bailar a estos dos monstruos, que se compenetran a la perfección y nos regalan momentos memorables. Una obra que nos hará disfrutar y desconectar de lo que dejamos fuera del teatro, algo tan necesario en estos tiempos. Entremos al teatro y dejémonos sumergir en esta propuesta tan visual como onírica. Una pena que en estos tiempos las obras no perduren mucho tiempo. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Teatros del Canal, Sala Roja
Dirección: Calle de Cea Bermúdez 1.
Fechas: Del 19 de Enero al 24 de FebreroDe Martes a Sábados a las 20:30, Domingos 17:30.
Entradas: Desde 9€ en teatroscanal.

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