Toda realidad tiene diferentes puntos de vista. Dependiendo del cristal de los ojos con el que se mire, un hecho puede ser muy diferente a razón de la subjetividad del narrador. Una historia, tres narradores. Cada una de las partes implicadas en el suceso tiene su propia verdad, marcada por sus propios sentimientos y vivencias, lo que hace de la realidad algo muy subjetivo. Un hecho, tres verdades. Será el jurado, en este caso el público, el que dicte sentencia.
Un solo camino que se convierte en tres versiones que discurren paralelas, con ciertos puntos en común y muchas divergencias adoptadas por los sentimientos. Tres historias dentro de una misma historia. Una interesante manera de reflexionar sobre lo subjetiva que puede llegar a ser la verdad. Los mismos hechos pueden tomar caminos muy distintos, dependiendo de los diferentes prismas con los que se observe, introduciendo las distintas verdades que existen dentro de una misma realidad. Debe ser alguien ajeno a los hechos que se reflejan quien saque las conclusiones. Ahí está el juego, comencemos.
Tras el estreno en Febrero de "Yerma", la Compañía Guindalera vuelve a los Teatros del Canal con otra de sus obras más emblemáticas. El autor de la obra, Brian Friel, ha sido un autor esencial en la trayectoria de la compañía. Uno de los autores más interesantes e innovadores del pasado siglo. Su estrecha relación con Juan Pastor y la sala Guindalera nace en 2012, cuando la obra "El fantástico Francis Hardy, curandero" es la elegida para un laboratorio con tres actores, que luego se estrenará en el Teatro Guindalera. Esta experiencia fue el comienzo de una fructífera relación con el autor irlandés, del que Pastor versionó y dirigió títulos como "El juego de Yalta", "Bailando en Lughnasa" y "Molly Sweeny", al frente de la Compañía Guindalera. Con este gran colofón termina el pequeño homenaje que se le ha realizado a esta gran compañía que ha sido todo un referente desde su pequeña atalaya del barrio de Guindalera, que tuvo que cerrar sus puertas hace algo más de un año.
Juan Pastor vuelve a crear una pieza singular, artesanal, en la que el cuidado por cada instante hace del todo una obra compleja y precisa. Para él, la obra es "una metáfora sobre el arte y, en concreto, sobre el creador y las circunstancias que inciden en la creación. Sobre la frágil dependencia que tiene el artista ante la casualidad del talento. Cualquier poseedor de un don espiritual o artístico vive atormentado por su talento que puede generar consecuencias imprevisibles. Otro tema importante de la obra es la verdad, que es subjetiva, todo es cuestión de percepción y recuerdo". Y es esta verdad, esta subjetividad la que da mayor atractivo a la pieza. La historia se nos va desgranando poco a poco, mostrándonos las distintas perspectivas que se pueden tener de un mismo hecho.
Como espectador, esta complejidad de estructura, que nos hace partícipes de la conclusión final, es realmente atractiva. Cada uno deberá sustraer "su" verdad de todo lo que ha visto, como si fuésemos parte de un jurado (aunque nos quedemos para nosotros la sentencia). Pastor explica que "me gustaría que el espectador reflexionara, como reflexiono yo, sobre la aparición del talento creador en todos los ámbitos y sobre la verdad que reside en cualquier lugar, en las historias que nos contamos a nosotros mismos sobre los eventos ocurridos y cómo el lenguaje los hace creíbles. El significado de los hechos reside en cómo son narrados, no en cómo verdaderamente han ocurrido". Esta última reflexión es la que, a mi modo de ver, da un mayor valor a la obra, al dotarla de ese final "abierto" en el que cada uno decide lo que es verdad.
La historia nos habla de la historia de Frank, el curandero, desde el punto de vista de los tres protagonistas que vivieron de cerca las andanzas de este peculiar personaje. Sobre él gira toda la trama. En un hombre que tiene un particular don para la curación, pero que no es del todo eficaz. Como el mismo nos reconoce en la primera de sus intervenciones, los resultados positivos se dan en contadas ocasiones y de forma muy caprichosa. Por momentos parece un ser especial, un genio. Pero en la mayoría de los casos parece un simple charlatán, un encantador de serpientes. Esta angustia continua, esa incertidumbre de no saber cuando conseguirá su propósito le hace vivir en una guerra constante, a la que arrastra a su mujer y a su representante.
Pero ante todo, esta obra es un poderoso ejercicio de reflexión sobre "la verdad". Esta historia contada desde las vivencias de sus tres protagonistas nos muestra la subjetividad que puede ser una realidad, dependiendo en todo momento de la percepción de quien lo cuenta y del recuerdo que en su mente haya perdurado. "La fe en lo impalpable es más valiosa que el conocimiento de la vista palpable. Viendo no necesariamente se cree, por que la auténtica fe depende de la verdad de lo visible". Esto hace que sean los sentimientos los que construyan el relato, y por ello la historia involucra al público, que también tendrá su verdad sobre el relato. Uno de los puntos más interesantes del montaje es esa incertidumbre que se crea sobre la propia historia, las contradicciones que los distintos narradores dan del mismo hecho. Es por ello que se será fundamental el juicio definitivo del espectador, para desentrañar el complejo entramado de versiones que vemos.
Todo esto que les hemos contado gana muchos enteros con las portentosas interpretaciones de Bruno Lastra, María Pastor y Felipe Andrés. Ellos dan vida a estos tres personajes, y cada uno de ellos nos cuenta su versión de los hechos. Los tres actores están fantásticos, creando personajes absolutamente dispares pero perfectamente definidos. Por un lado tenemos al curandero interpretado por Bruno Lastra ("Amor, amor, catástrofe", "Cocina", "El príncipe y la corista"), ese hombre mitad genio mitad fanfarrón. Junto a él María Pastor ("Yerma", "Noches de hotel", "La larga cena de Navidad") da vida a Grace, su mujer, que vive entregada y enamorada, pendiente de él en todo momento. Y el tercer vértice de este fantástico triángulo actoral es Felipe Andrés ("Cuando fuimos dos", "Pánico", "El mejor de los sentidos") dando vida a Teddy, el representante y maestro de ceremonias de las actuaciones del curandero.
Lastra nos presenta a un Frank soberbio, prepotente, que se pavonea de todos porque cree que es un "ser especial". Su interpretación es prodigiosa, cargada de energía y con una presencia que hace que se quede pequeña la escena. Un curandero con mil caras, que siempre muestra una pequeña parte de lo que es. Una ambigüedad que el actor transmite con maestría.
María Pastor nos regala una Grace llena de fuerza, desbocada en su dolor, que viaja a la deriva en un barco que sabe que le lleva a la perdición. Pastor se desgarra ante nosotros, la vemos sufrir y desmoronarse, en una actuación que nos deja helado por la capacidad de la actriz para transitar todos esos lugares dolorosos con una impecable gama de matices distintos. Es helador y sobrecogedor. Una barbaridad a la altura de su Yerma.
Felipe Andrés crea un Teddy lleno de vitalidad, ingenioso, divertido. Un personaje que intenta mediar en todo momento entre la pareja y que saca hierro a todos los momentos difíciles que les ocurren. Felipe nos lleva de la mano por la historia como si de un cuentacuentos se tratase. Su personaje es una delicia, un "conseguidor", un trilero que tiene que sacarlo todo adelante con la sonrisa puesta. Una actuación maravillosa, llena de dulzura pero también de amargura, que transmite a la perfección lo que es lidiar en el mundo del espectáculo, donde en todo momento se tiene que estar alerta, pero con la mejor de las sonrisas.
El montaje se desarrolla con un espacio escénico perfectamente diferenciado en tres y presidido en la parte posterior por el cartel que anuncia la actuación del curandero. Cada uno de los personajes hará uso de "su parte" del escenario para transmitirnos "su verdad". Esta secuencia de soliloquios está perfectamente estructurada, con pequeños intervalos (necesarios para digerir lo que acabamos de presenciar) para construir el universo personal de cada uno de los personajes. Impecable diseño de iluminación de José Espigares, que juega con maestría el mundo de las luces y las sombras, haciendo de los espacios en penumbra y con luces tenues ese lugar ambiguo en el que la realidad se mezcla con la vivencia personal. Todo el montaje está envuelto en un halo de misterio, de fábula, de narración inquietante, que queda enfatizada por el poderoso espacio sonoro de la Escuela Nuevas Músicas. Por último, el exquisito vestuario ha sido creado por Teresa Valentín-Gamazo (responsable también de la ambientación).
En definitiva, estamos ante una pieza deliciosa, embriagadora, que transita con cada uno de los personajes distintos géneros, de la comedia al drama, de la intriga al biopic. Todo cabe en esta sensacional reflexión sobre la subjetividad de la realidad, sobre los diversos puntos de vista que puede haber de un mismo hecho, sobre lo difícil que es ver un hecho desde la objetividad. Una pieza que invita a la reflexión, pero también a tomar partido. ¿Con cual de las tres verdades te quedas? El teatro es mágico y siempre nos deja un poso a la salida, una reflexión pendiente, una conversación sobre la que hablar, unas preguntas por resolver. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
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Teatro: Teatros del Canal
Dirección: Calle Cea Bermúdez 1.
Fechas: Del 24 de Marzo al 28 de Marzo. Miércoles a las 19:30, Jueves y Domingo a las 17:30, Viernes y Sábado a las 18:30.
Entradas: Desde 15€ en TeatrosdelCanal.
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