La imágenes se difuminan, con el tiempo se va perdiendo la nitidez del recuerdo. Uno se esfuerza por mantener viva la llama de la pertenencia, pero hay una realidad, no estás. Te esfuerzas por formar parte, por ser parte del cambio, pero las cosas suceden mientras estás lejos.
Ser hilo transmisor, difundir el mensaje, transmitir la fuerza de los que luchan por el cambio el social. Contar la valentía de los que ponen su cuerpo y su vida desde la primera línea, es un modo más en el construcción social para el cambio. Que las personas tomen conciencia de una realidad, universalizando la lucha.
La compañía Teatro Apátrida en la unión de diferentes disciplinas nos presentan la reconstrucción de una parte del estallido social en Chile. Seis creadores que desde la distancia sintieron la necesidad de formar parte de esa lucha. Así, mediante testigos que vivieron directamente el estallido, documentos, relatos, imágenes que logran conformar un todo que pudiera ser universal y común para todos lo que creemos que juntos somos más en este baile de los que sobran.
Omar Morán Reyes en la dramaturgia junto a Teatro Apátrida y relatos testimoniales, toma las riendas en la puesta en escena de todo un extenso trabajo colectivo.
La realidad que nos muestran la gente en la calle, la gota que desencadenó las protestas el alza en el sistema de transporte público de Santiago, que desencadenó en la raiz de un problema sintémico, de desigualdad, de corrupción. Sin existencia de líderes claramente identificables las protestas fueron extendiendose hasta que Sebastián Piñera decretó el estado de emergencia en quince de las dieciséis capitales regionales. Las investigaciones realizadas por organizaciones como Amnistía Internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Human Rights Watch y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos determinaron la concurrencia de graves violaciones a los derechos humanos cometidas por funcionarios del Estado chileno.
En escena un grito sonoro, juego de “loops” que repiten consignas, se sobreponen al pensamiento y a la palabra, generando un mensaje que no se entiende que se dispersa que deviene en ruido, el humo que empeña la visión. Mientras tanto la imagen, cañones de agua, barricadas. En el suelo, un mapa, explicaciones, cámaras que apuntan recreaciones de la realidad, testimonios de gente que huye de las bombas de agua, de gases lacrimogenos. La masa desprotegida, atacada frente a los que debieran ser máximos protectores. Andrea Paz, Gabriel Díaz, Daniela García, Gonzalo Dalgalarrando desgranando la lucha, acercándonos cada detalle a la máxima expresión, haciéndonos sentir como ellos sienten la rabia de la mayoría social, de aquellos que tenemos las piedras frente a los tanques.
Una pieza que se asienta en nosotros con nostalgia, con recuerdos poco nítidos del 15M, con la fuerza de la lucha colectiva en la calle que parece haber desaparecido. Salí preguntándome ¿Qué ha ocurrido? Y quizá la solución a la pregunta esté en la propia pieza, pensamos que teníamos el poder, que ya lo habíamos conseguido todo. Los derechos son frágiles si no se cuidan.
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