El Teatro Valle Inclán de Madrid, en colaboración con Teatro Nacional São João, el Cineteatro Louletano, y la plataforma colectiva de creación inclusiva Terra Amarela, nos presentan ‘Ricardo III’, una adaptación de Magda Labarga sobre la obra de William Shakespeare, que dirige Marco Paiva. Espectáculo bilingüe en lengua de signos portuguesa, española e internacional con sobretítulos en castellano.
Decir Shakespeare es decir teatro, poesía, pasiones humanas, salvación, poder palabra, traición, amor y "Ricardo III" cumple muchas de ellas. En relación con el Ricardo III de Shakespeare (el malvado jorobado asesino de su hermano, sus sobrinos y del rey Enrique VI) tenemos que poner en contexto que fue una de lo que hoy se denomina fake news.
Recordemos que Shakespeare escribió Enrique VI y Ricardo III durante el reinado de Isabel I, la última reina de la dinastía Tudor.
La dinastía Tudor subió al trono tras la muerte de Ricardo III después de la batalla de Bosworth y los escritores crearon una leyenda negra en torno a Ricardo III que alcanzó su clímax en la obra maestra de Shakespeare que lleva su nombre sin guardar la más mínima relación con su historia.
Y así se nos presenta un Ricardo III virtuoso en el discurso, hábil en el disimulo y profundamente amoral, que intentará despedazar todo lo que se interponga entre él y el lugar donde se sublima su poder: el trono de Inglaterra. Envenena a su mujer, mata a su hermano y sobrinos, nobles y todo aquel que se le ponga por delante para conseguir ese anhelado trofeo.
Todo ello acompañado de una fuerza visual y un movimiento de los cuerpos más allá de la lengua de signos con una belleza plástica ayudada, muchas veces, de la mímica. Una pieza de poesía visual hipnótica.
Sorprende la representación de los últimos años de la Guerra de las dos Rosas, que en un primer momento nos abruma porque a la complejidad de la trama se añade la novedad de seguir una representación en lenguaje gesticular. A este respecto no negaré que este lenguaje escénico ha sido todo un reto y que como oyente me costó un poco; obligada a leer subtítulos, a ver los cuerpos en movimiento y ver el lenguaje de signos. Requiere un esfuerzo que merece, sin duda, la pena.
La puesta en escena viene ayudada de andamios donde se ven siluetas textiles en negro que muestran todos los cadáveres que acompañan a Ricardo III y se marcan muy bien los tres momentos de la obra. En el primer momento domina el rojo de la casa de York y de la sangre que Ricardo va vertiendo en su camino hacia la coronación. Entra en juego el blanco de la casa de Lancaster en el momento en que Ricardo accede al trono, dándosele un doble uso: el acuerdo entre los tres poderes se sella en una iglesia, supuesto lugar en principio de luz, espiritualidad y ese acuerdo y coronación dan lugar a su vez a la última fase de la guerra de las Dos Rosas, cuando se levanta la casa Lancaster. Curiosamente, son dos borrachos los que comentan en voz alta lo que ocurre ("los borrachos siempre dicen la verdad, porque no prevén las consecuencias, no tienen miedo"). El momento de ruptura y desorden que introduce la guerra y por lo tanto el desenlace se presenta por un panel en diagonal que atraviesa y rompe la escena donde se mezclan los colores rojo y blanco y que además simboliza la sangre que se va a verter.
El otro color que predomina es el negro, el de todos los muertos ya provocados antes de la guerra y los que se van añadiendo. En realidad, uno de los momentos “más alegres” dentro de tanto terror, conspiración y miedo es un pequeño discurso de la muerte (la encapuchada) que se regodea de los asesinatos y muertes que Ricardo le proporciona. La muerte es además quien tiende una mano al público, quien se solidariza con nosotros y en un momento dado nos habla y nos explica quiénes son los implicados en la trama. Es muy significativo que al final de la batalla hasta la muerte parece que esté cansada de tanta violenta.
Concesión a lo más puristas y amantes de la historia: la famosa frase de “mi reino por un caballo” que pronuncia Ricardo III en la batalla se dice en un momento con un ruido ensordecedor que subraya la sordera general que provoca cualquier guerra donde nadie escucha ni atiende a razones. En una guerra todos somos sordos.
La versión está firmada por Magda Labarga, autora de la adaptación que califica el montaje como “una experiencia sensorial”. Además de la pertinencia y la actualidad del personaje de Ricardo -su manipulación del discurso, su despliegue de propaganda al servicio de sus propios intereses-, “el público se va a encontrar con un Shakespeare extraño y hermoso apunta la autora, que también ha ejercido como ayudante de dirección.
La dirección que corre a cargo de Marco Paiva, director portugués con más de dos décadas de trabajo en el campo de la cultura accesible y las prácticas artísticas inclusivas, afirma encontrar en los clásicos un espejo de la humanidad.
En esta ocasión, la lengua de signos responde a dos propósitos que marcan su línea de trabajo: por un lado, el de explorar las posibilidades artísticas de los diversos lenguajes y gramáticas y por el otro, la intención de dar representatividad a la diversidad como un acto político y para reivindicar el derecho a la identidad de las personas con discapacidad. De este modo, Paiva califica la propuesta como “un Ricardo III político, poético y accesible” con el que ambicionan, no solo conquistar a la audiencia a nivel artístico, sino que la diversidad, la accesibilidad, trasciendan al debate público y político: “que los espectadores, al salir del teatro, se pregunten por qué no saben lengua de signos, o por qué para una persona sorda es tan difícil la comunicación en el espacio público”, concluye.
Componen el elenco Ángela Ibáñez que interpreta el papel de Ricardo, acompañada por David Blanco, María José López, Marta Sales, Vasco Seromenho y Tony Weaver, quienes se desdoblan en diversos personajes para dar vida a la trama shakespeariana y decir que están soberbios en su interpretación.
Me imagino el gran trabajo que hay detrás de esta obra porque no nos olvidemos que se trabaja con cinco lenguas (escrita en portugués, escrita es castellano, lengua de signos portuguesa, lengua de signos en castellano y lengua de signos internacional), además de la compenetración que tenían en el escenario. Bravo por este trabajo tan fantástico.
Completan el equipo artístico de este inclasificable "Ricardo III", José Luis Raymond a cargo de la escenografía, Nuno Samora como responsable de la iluminación, José Alberto Gomes como creador del espacio sonoro e Ikerne Giménez como diseñadora del vestuario que lo tuvo que adaptar para que los actores pudieran signar con libertad.
Pieza muy recomendable por su belleza plástica, por lo interesante de la propuesta, por el trabajo actoral sobresaliente y sobre todo para embellecer el mundo empatizando con los otros.
RESEÑA ESCRITA POR GEMA COLADO
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Teatro: Teatro Valle-Inclán. Sala Grande.
Dirección: Plaza Ana Diosdado s/n.
Fechas: Del 6 al 29 de Octubre. De Martes a Domingo a las 20:00.
Encuentro con el público: 17 de Octubre.
Duración: 1 hora 45 minutos.
Entradas: Desde 10 € en entradasinaem. Espectáculo interpretado en lengua de signos portuguesa y española con sobretítulos en castellano
EQUIPO
Dirección
Marco Paiva
Texto
William Shakespeare
Adaptación y ayudante de dirección
Magda Labarga
Reparto
David Blanco, Angela Ibáñez, María José López, Marta Sales, Vasco Seromenho y Tony Weaver
Escenografía
José Luis Raymond
Iluminación
Nuno Samora
Vestuario
Ikerne Giménez
Sonido
José Alberto Gomes
Fotografía
Geraldine Leloutre
Tráiler
Bárbara Sánchez Palomero
Diseño de cartel
Equipo SOPA
Coproducción
Centro Dramático Nacional, Teatro Nacional D. Maria II y Terra Amarela
Colaboran
Teatro Nacional São João y Cineteatro Louletano
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