Teatro: No juegues con Carrie. Teatro Quique San Francisco

La infancia puede ser la época más entrañable de la vida, pero también puede ser un infierno del que sea difícil escapar. Cuando no encuentras tu lugar, los ataques se suceden por tu imagen, tu apariencia, tu forma de ser, las risas y las mofas se agolpan en tu cabeza (física y mentalmente) y te van minando poco a poco, arrastrándote a un callejón sin salida, empujándote hacia un abismo por el que es difícil no saltar. Esa desgarradora y conmovedora propuesta nos habla de todo esto desde una profunda reflexión que nos convierte en culpables por no haber levantado la voz, por haber reído las gracias del matón del colegio, mientras el compañero de enfrente se iba desintegrando ante nosotros.



Comenzaré mi reseña diciendo que iba con grandes expectativas sobre esta obra, y que al salir la sensación fue de satisfacción absoluta, el cuerpo destrozado por la crudeza de lo que acabábamos de presenciar, pero la satisfacción de haber visto algo muy especial. Es cierto que Enrique Cervantes nos engatusa desde que entramos en la sala, juega con nosotros para que bajemos la guardia, para que al comenzar la función la realidad del relato nos golpee aún con más fuerza. Un tema desgarrador, una narrativa que brutal crudeza, contada con la generosidad de quien sabe que está haciendo algo grande.


Esta producción de SANRA Produce, Carolina Yuste, Apoyo positivo, producciones OFF, Vania producciones, Tablas y más tablas y Fele Martínez tiene su eje argumental en el fenómeno del School Shooting, que durante los últimos veinte años se está convirtiendo en una alarma a nivel mundial, con especial crudeza en Estados Unidos, donde solo en 2023 ha habido 80 casos de jóvenes (casi niños) que han empuñado un arma para entrar en su centro educativo con la intención de matar... y en muchos casos de acabar también con su vida. En España este problema no es tan alarmante, porque esos adolescentes no tienen tanta facilidad para acceder a armas de fuego. Pero aquí son demoledores los datos de bullying y acoso escolar, que en muchos casos empujan a los jóvenes al suicidio.



El texto del propio Enrique Cervantes es un testimonio sobre uno de esos casos de agresiones en entornos escolares, pero también es una fantasía de fuego y sangre. Un relato que nos habla de la soledad del que siente aislado por su propio entorno, ese que es el centro de las bromas y las burlas de sus compañeros, el incomprendido por ser diferente. Pero el autor va más allá, nos habla del dolor, del miedo, de la frustración por intentar encajar y ser apartado. Con el referente de la novela "Carrie" de Stephen King, Cervantes nos muestra la rabia, la furia contenida, o no, la mecha que va consumiéndose en el interior del marginado hasta que estalla y acomete contra todos los que le hicieron daño. La víctima convertida en verdugo, un cambio de roles al que lleva la violencia y el acoso. Un texto sobre el amor y sobre la falta de amor, pero también una advertencia de las dolorosas consecuencias a las que puede llevar el desprecio, la incomprensión, la desesperanza.



La obra, que se estrenó el pasado mes de Noviembre en la sala Exlímite (donde se programó con su nombre original "Don´t fuck with Carrie", título que han tenido que modificar en esta nueva etapa), está dirigida por Carolina Yuste y Sara Sierra. Las dos directoras forman con Cervantes una familia, una tribu que se ha unido para hablar de las cosas que les preocupan y a las que quieren dar voz. Y esa troupe funciona a las mil maravillas. Con un texto poderoso, Yuste y Sierra confeccionan un montaje potente, efervescente, una mezcla de diversión (en la forma) y de tragedia (en el fondo), una mezcla explosiva que las directoras manejan con destreza.

Carolina Yuste ha comentado en una entrevista que lo que más le interesó de la propuesta es "la inteligencia con la que Enrique abre las dos vías de recorrido de la función, la del chaval de 17 años y la del que ya tiene 33 años y va a encontrarse con la persona que le hacía bullying en el cole. El texto además me tocaba porque tanto Sara como yo hemos sufrido acoso en el colegio y me llamó la atención cómo él transforma toda esa herida y todo ese dolor en arte. Esa manera de contar para iluminar". La actriz metida a directora reconoce que "el dolor que sentíamos era muy extremo. El cerebro es incapaz de colocarlo en un lugar en el que puedas entenderlo". Para ella "el arte, en general, tiene la capacidad de generar y modificar un montón de cosas y poner espejos donde a veces no queremos mirar".



¿Cómo se combate la violencia sin violencia? ¿Cómo escaparse de la sed de venganza cuando han pisoteado tu corazón? ¿Cómo no convertirte en un monstruo cuando todo tu entorno te rechaza? Estas son algunas de las cuestiones que sobrevuelan este fabuloso montaje y que nos golpean con fuerza a lo largo de la función. Preguntas sin respuesta, pero que al menos pretenden que recapacitemos sobre las imperfecciones de nuestro sistema educativo, sobre una sociedad que mira más a las pantallas que a los ojos de los niños, que solo piden que les saquen del hoyo en el que están metidos. El autor y las directoras nos proponen un montaje rabioso, contundente, que se mueve con destreza, y a gran velocidad, por distintos lugares y tiempos, por la crudeza del relato salpicada de la ingeniosa cercanía del  protagonista, que nos acerca a la historia para vivirla casi en nuestras propias carnes.


Pero vayamos a lo que vemos en escena. La historia transita en tres momentos de la vida del protagonista, que hace también la función de narrador (y de maestro de ceremonias) en un trabajo descomunal (que más adelante desgranaremos). Desde el aula del colegio religioso en el que Enrique intenta ser uno más, hasta una llamada, más de una década después, que le hará recordar todo lo ocurrido durante su infancia y plantarle cara a sus miedos y sus rencores. El joven de treinta años tendrá que hacer frente a su pasado al recibir una llamada inesperada de un antiguo compañero de clase al que no ve desde los diecisiete años. En esa mirada atrás recordará al niño indefenso de doce años, al que le hacían la vida imposible, cuando la violencia comenzó a marcar su vida, aislándole y teniendo que ocultarse de sus compañeros, se verá obligado a elegir entre saltar a un pozo o convertirse en Carrie.

La obra salta de una etapa a otra con desenfreno y aparente caos, pero con destreza e ingenio, para que vayamos encajando las piezas y comprendiendo al Enrique actual, ese que sufrió abusos en la adolescencia a causa de su homosexualidad y quiso acabar con todo planeando una venganza mortal. Es el propio Enrique el que nos transmite sus miedos y sus dudas, el que se pone nervioso al recordar la violencia y llora al pensar en el lugar hasta el que le empujaron, ese en el que ya no hay vuelta atrás y lo único que quieres es vengarte y acabar con todo.



Todo lo que el autor nos cuenta es demoledor, doloroso, inquietante, descorazonador, impactante, la crudeza del relato contado por quien lo sufrió en sus propias carnes. Pero si el texto es brutal y la dirección es impecable, que podemos decir de lo que hace Enrique Cervantes ("Elogio de la pereza", "Manual básico de lengua de signos para romper corazones", "Bambi vs Godzilla", "Madrid 24h") sobre las tablas. En torno a esas mesas que simulan el aula donde comenzaron los abusos descubrimos a un actor descomunal, con una energía que contagia al público desde que entramos en el teatro. Una fuerza de la naturaleza, un caballo desbocado, un volcán emanando toda la rabia contenida durante tiempo, una soberbia interpretación en la que se adueña por completo del espacio escénico, del teatro, del tempo de la obra, de la historia y del público asistente, que se rinde a sus pies ante un trabajo desgarrador y prodigioso.


Desde que entramos en la sala quedamos maravillados por la escenografía creada por Alessio Meloni (que también se ha encargado del vestuario del eterno colegial, con guiños a películas de terror), un aula que nos hace viajar de inmediato a nuestra más tierna infancia. Un espacio escénico versátil y polivalente, en el que Enrique Cervantes irá recreando los distintos lugares que componen la historia. Un lugar conocido por todos, que a cada uno nos traerá unos recuerdos diferentes, pero en el que todos podemos ubicarnos. Toda la historia viene marcada por la precisa y tenebrosa iluminación diseñada por Rodrigo Ortega, que nos traslada a esos lugares oscuros que transita el protagonista, intentando ocultarse de la sociedad que le agrede. Por último, tenemos que señalar el impecable y cuidado diseño de sonido y música original, a cargo de Pilar Calvo, que mantiene la tensión necesaria en cada momento de la historia.


Esta es una pieza que debería ser de obligada asistencia para padres, profesores, educadores, pero sobre todo para adolescentes, para que puedan ver de cerca el dolor que puede conllevar la burla, la mofa, el señalamiento, la violencia contra los compañeros. Una obra descomunal, con un actor que nos regala una interpretación sublime, cargada de energía y de alma. Pero sobre todo estamos ante un montaje que debe hacernos reflexionar sobre la necesidad de cambios en nuestro sistema educativo, sobre las redes de apoyo que tienen las nuevas generaciones cuando sufren bullying, sobre lo indefensos que se encuentran ante el acoso. Pero lo más importante es pensar qué puede llevar a una persona a pensar en quitarse la vida por la violencia que está sufriendo a su alrededor, en una etapa de la vida que debería ser de apertura, de descubrimiento, de construcción de la propia identidad. Espero que esta desgarradora e impactante historia tenga un largo recorrido, y que pronto se pueda volver a ver en alguna sala. Es más que necesario que abramos los ojos y recapacitemos. Valientes y comprometidos, gracias a Enrique, Carolina y Sara por el trabajazo
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Teatro: Teatro Quique San Francisco
Dirección: Calle Galileo 39.
Fechas: Del 24 de Abril al 12 de Mayo. De Martes a Sábado a las 19:30. Domingo a las 18:00. 
Duración: 80 min.
Entradas: Desde 12€ en Teatro Quique San Francisco.

FICHA ARTÍSTICA:

Dramaturgia Enrique Cervantes
Dirección Carolina Yuste y Sara Sierra
Reparto Enrique Cervantes
Escenografía y vestuario Alessio Meloni
Ayte. de vestuario Olalla Prado Gómez
Iluminación Rodrigo Ortega
Diseño de sonido y música original Pilar Calvo
Producción Ejecutiva Manuel Sánchez
Ayte. de Producción Javier Galán
Producción SANRA Produce, Carolina Yuste, Apoyo positivo, producciones OFF, Vania producciones, Tablas y más tablas y Fele Martínez



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