Vivir lejos de casa, ser un ente invisible en un lugar que no te pertenece. Tener que sobrevivir de cualquier manera, mientras la vida de la ciudad sigue su ritmo frenético, al que tienes que adaptarte para no perder tu turno. Todo esto sobrevuela este nuevo montaje de Claudio Tolcachir, en el que conoceremos la precariedad de un grupo de riders, trabajando para poder vivir en un lugar hostil en el que no pueden avanzar, por el idioma, por el dinero, por la clase social, por las circunstancias que les han colocado en los márgenes, ese oscuro lugar del que es muy difícil poder escapar.
La obra reflejo el mundo invisible que habita en todas las grandes ciudades, esos lugares en los que se agolpan los riders a la espera de recibir sus pedidos para salir veloces a entregarlos. A eso el autor suma la vulnerabilidad de estar en un país del que no conoces la lengua, en el que prácticamente solo puedes relacionarte con otros migrantes que se encuentran en tu misma situación. Ese submundo es en el que se asienta nuestra sociedad de consumo, esta era de la inmediatez en la que todo ocurre de manera acelerada. Esta historia nos enseña el pequeño mundo en el que viven estos seres invisibles, que provienen de distintos lugares, con diversas culturas, que tienen que convivir y adaptarse para seguir luchando por salir adelante.
Esta coproducción del Centro Dramático Nacional, Producciones Teatrales Contemporáneas y Teatro Picadero, nos enseña que bajo nuestra sociedad del (aparente) bienestar, existe todo un universo de personas que tienen que luchar contra todo por intentar sobrevivir. El montaje aborda el tema de la pertenencia y los vínculos humanos. un drama que reflexiona sobre las consecuencias de la globalización, la precariedad laboral y la economía digital en la vida de las personas. Un relato que se centra en las relaciones que se crean entre ellos en esa situación límite en la que se encuentran. No se conocen pero deben confiar los unos en los otros, buscar los vínculos que les hagan más fuertes y les permitan avanzar.
El director, actor y dramaturgo argentino Claudio Tolcachir ("Las guerras de nuestros antepasados", "Próximo", "Copenhague", "La máquina de Turing") pasa en estos días de actuar en el Teatro Bellas Artes con la obra "Rabia", a presentarnos este proyecto que ha escrito y dirige. Él mismo nos habla de esta pieza como un pequeño universo invisible, lleno de vida. Seres ignorados, de los que normalmente no recordaríamos rostro ni nombre. Quizá sea eso: detener la marcha, acercar la lente hasta identificar sus miradas y sus voces. Reconocer sus historias, quizá no seamos tan diferentes. No estamos a más de un paso de ser tan extranjeros, invisibles y huérfanos como ellos. Ver como por primera vez. Escuchar como por primera vez.
El autor explica la complejidad de inventar ese lugar y encajar las piezas para poder contarlo y que nos suene familiar y lejano a partes iguales, la dificultad de perfilar los personajes para que sean reconocibles, esos que vemos pasar en sus bicis y de los que no sabemos nada, ni nos preguntemos por su situación vital. Ese universo que transcurre en paralelo a nuestra vida pero que no queremos ver, o al menos no conocer demasiado. Tolcachir afirma que "no quiero verlos de lejos, señalarlos compasivo. No estamos a más de un paso de ser tan extranjeros, invisibles y huérfanos como ellos".
Tras varios años dedicado más a la dirección, el autor nos trae esta cruda comedia sobre la complejidad de este mundo global, en el que existen capas de la sociedad que permanecen ocultas y que laten con la misma fuerza que el resto, pero con mucho más miedo por su situación. Tras varios años de investigación, el autor nos propone un texto que nos habla del desarraigo, de la crudeza de la emigración no deseada, de la invisibilidad del extranjero, de la crueldad de una sociedad que los utiliza como objetos, la indiferencia que golpea con fuerza. Todo ello añadido a la barrera insalvable del idioma, que hace crear vínculos con los iguales y te aleja aún más del lugar en el que intentas sobrevivir. Pese al tono de comedia de la pieza, todo el montaje transmite una violencia, una tensión hacia los riders, que se hace latente con la bolsa de basura que vuela por el escenario en varios momentos de la obra (ingenioso y potente recurso para que entendamos el lugar que ocupan).
Para el autor "los personajes también soportan otra forma de agresión a su humanidad, la violencia de la extranjería, la de no poder comunicarse, la incomprensión de los códigos culturales en una sociedad con reglas laborales frágiles e injustas y la más cruel, la violencia que ejerce la indiferencia de los demás sobre su existencia que es el tema que aborda este nuevo trabajo. Los repartidores, como los personajes de la obra, en general todos los trabajadores, nos encaminamos hacia una pérdida de derechos, y es un tema muy importante como para naturalizarlo, se anula la condición de persona, pero el problema no es solo de los mandatarios o dirigentes, la indiferencia nos hace cómplices; ahora la mirada está sobre nosotros".
A lo largo de esta obra conoceremos las historias de Nuno, Munir y Dani (y también del ausente Eduardo), tres riders que trabajan en un país lejano al suyo, con un idioma y un clima muy distinto (suponemos que estarán en un país nórdico). En esta ciudad viven en el mayor de los anonimatos, invisibles para la sociedad, salvo para aquellos que reciben los paquetes que les entregan. Su único contacto con ese lugar son sus teléfonos móviles, que les mandan la información de los lugares a los que deben dirigirse. Una máquina es la encargada de marcarles el ritmo de la jornada laboral y el devenir de sus vidas. Esta historia, pese al tono de comedia, nos transmite la crudeza de sus situaciones, la incomunicación Nuno con la madre de su hija, la preocupación de Munir por la ausencia de su amigo Eduardo o la angustia de Dani por no perder un pedido (pese a sus golpes) para poder salir de ese lugar en el que viven. Su vida se reduce a esperar las instrucciones de la máquina para conseguir el siguiente pedido.
Ellos son Nourdin Batán (Munir), Fer Fraga (Nuno) y Gerardo Otero (Dani), tres excelentes actores que saben transitar los distintos estados de ánimo de los personajes con sencillez y de una forma muy natural. Tres personajes que abordan la situación que viven desde lugares muy diferentes. Munir es un luchador, que se crece ante la adversidad y no muestra sus sentimientos, como el miedo por la ausencia de su amigo Eduardo. Nuno es todo vitalidad y alegría, pese a que tiene el peso de una hija a la que alimentar sobre su espalda. Y por último está Dani, el patoso y vulnerable, que lucha por salir adelante.
Les acompañan en esta lucha diaria Susan, la pareja de Dani (interpretada por Malena Gutiérrez), y Mirja (interpretada por Nuria Herrero), la novia nórdica de Nuno. Las dos son el contrapunto a sus parejas. Susan es una mujer segura de si misma, llena de ternura pero con mano firme a la hora de intentar salir de esa situación. Ha vivido mucho y cuida a los chicos como una madre. La aparición de Mirja en la obra provoca todo un torbellino, una sucesión de situaciones cómicas que enganchan al público. Un personaje extravagante, alocado, casi surrealista, al que Nuria Herrero lo impregna de una vis cómica que la hace entrañable. Sin duda, la presencia de este personaje en la historia es un acierto, ya que nos muestra las dificultades de comunicación que existen con idiomas tan diferentes. La interpretación de Nuria, simplemente es divertida, contundente y fascinante.
Y toda esta historia sucede en un lugar sórdido, sucio, a mitad de camino entre un vertedero y un descampado abandonado, de esos que podemos ver en las afueras de cualquier ciudad y en el que habitan personajes que son expulsados de la ciudad. Todo este ambiente lúgubre y decadente lo ha sabido captar a la perfección Lúa Quiroga Paúl en el diseño de la escenografía (también impecable su trabajo de diseño de vestuario), un espacio formado por rocas, sábanas viejas, rampas, todo ello en tonalidades ocres que destilan suciedad. Este peculiar lugar está presidido por la máquina que les da los pedidos, único toque de color en la escena (además de las bicis). El ambiente turbio y de suburbio se enfatiza con la cuidada iluminación de Juan Gómez-Cornejo, que sabe mantener ese tonalidad cercana al atardecer que favorece el tono de la historia. Por último hay que destacar el diseño de sonido de Sandra Vicente, que nos transmite esa sensación de universo distópico, decadente, pero que reconocemos perfectamente como cercano.
En definitiva, estamos ante una cruda historia de supervivencia, que Tolcachir nos cuenta desde un lugar que nos involucra. Las distintas vivencias de cada uno de los personajes nos hace reconocer lo frágil que puede ser la estabilidad, lo poco que se necesita para terminar sobreviviendo en un país hostil, en el que te marginan y no tienes oportunidades. En este caso nos muestra a los riders como hispano hablantes en un país nórdico, pero podríamos hacer este mismo relato en las calles de Madrid, con riders o con todos los emigrantes que cada día vemos por la Gran Vía y a los que no prestamos atención. Esta es una obra para reflexión sobre la empatía hacia los otros, hacia esas personas que viven en los márgenes porque las hemos obligado a ser invisibles. Una comedia que deja poso y mucha reflexión para el camino a casa.
-----------------------------------------------------------------------------------------------
Teatro: Teatro María Guerrero. Sala Grande.
Dirección: Calle Tamayo y Baus 4.
Fechas: Del 17 de Enero al 9 de Marzo. De Martes a Domingos a las 20:00.
Encuentro con el público: 21 de Enero.
Funciones accesibles: 13 y 14 de Febrero.
Duración: 1 hora 30 minutos.
Entradas: Desde 12,50€ en entradasinaem. Programa de mano.
EQUIPO
Texto y dirección
Claudio Tolcachir
Reparto
Nourdin Batán (Munir), Fer Fraga (Nuno), Malena Gutiérrez (Susan), Nuria Herrero (Mirja) y Gerardo Otero (Dani)
Escenografía y vestuario
Lua Quiroga Paúl AAPEE
Iluminación
Juan Gómez-Cornejo AAI
Diseño de sonido
Sandra Vicente
Asesoría artística
Lautaro Perotti, Mónica Acevedo y María García de Oteyza
Coreografía de acción
Fran Berenguer
Profesora de finés
Anne Seittenranta
Ayudante de dirección
María García de Oteyza
Ayudante de iluminación
Pilar Valdelvira
Diseño de cartel
Emilio Lorente
Fotografía y tráiler
Bárbara Sánchez Palomero
Construcción de escenografía
Mambo Decorados
Ayudante de producción PTC
Desirée Díaz Henares
Gerencia PTC
Sagrario Sánchez
Asesoría de producción PTC
Ana Jelín
Jefe de producción PTC
Carlos Montalvo
Producción ejecutiva
Olvido Orovio
Producción
Centro Dramático Nacional, Producciones Teatrales Contemporáneas y Teatro Picadero
Distribución
Producciones Teatrales Contemporáneas