Pablo
Rosal nos trae a Nave 10 del Matadero su última obra. Se trata de A la fresca.
Una comedia ligera y divertida pero que esconde todo un alegato contra el mundo
actual, el capitalismo, las prisas y el modo de vida que llevamos muy alejado
de lo que realmente importa.
A la fresca es la historia de tres personas
que se encuentran por azar en el claro de un bosque, junto a una gran casa de
campo venida a menos. Allí ha llegado Eusebio para pasar una temporada en dicha
casa que pertenece a su familia. Eusebio es escritor pero parece que las musas
de la inspiración le han abandonado, por eso decide volver al hogar de su
infancia, la casa de campo de sus abuelos.
Su intención es
intentar recuperar la inspiración pero problemas de distinta índole (fiestas
multitudinarias, alquileres vacacionales) lo impiden.
Junto a él se
encuentra la señora Matilde que se encarga de mantener la casa de modo adecuado
y de hacer la comida.
Eusebio le pide a
Matilde que encuentre un albañil en los alrededores para construir una modesta
cabaña, algo alejada de una casa que las circunstancias parece que por una u
otra cosa le impiden disfrutar de ella. A eso se suma que Eusebio no es muy
proclive a las grandes reuniones y no dejan de celebrarse reuniones de lo más
variopintas.
Es ahí cuando
aparece Manolo Caracol un vecino de la zona que será el encargado de la obra.
Por esas cosas
del destino un día se encuentran los tres y empiezan a hablar, se les ve muy a
gusto, como si se conocieran de toda la vida. Poco a poco los encuentros van
durando más y más, hasta que un día uno de ello propone llevar una silla y es
así como quedan oficialmente convocadas las charlas “a la fresca”.
Eusebio les
propone volver a verse la día siguiente cuando vaya bajando el sol. A lo largo
de los meses en que se está llevando a cabo la obra, esas citas son esperadas
con inusitada expectación por sus compañeros de tertulia. La realidad del día a
día se transforma en cuanto se reúnen en su pequeño rincón del bosque donde dan
rienda suelta a su mundo.
Como suele
suceder en momentos cruciales de la vida Eusebio no logra encontrar lo que
buscaba, su inspiración, pero se encuentra algo aún mejor, algo que le hará
sentirse vivo y a gusto.
Rosal nos lleva a
la idea romántica de huir de la realidad del día a día, de la rutina, alejarse
del mundo, separarse del mundanal ruido para poder centrarse en uno y poder
conocernos mejor.
Somos testigos de
una fiesta, la fiesta de la voz, de la palabra, hablar por hablar, hablar sin
más, por el gusto de hacerlo, por el gusto de escuchar. Un auténtico regalo en
un mundo que desborda información e imágenes a un ritmo vertiginoso, tener la revolucionaria
idea de parar, sentarse y escuchar, hablar y escuchar.
Asistimos a una oda al surrealismo y
al nihilismo (“tengo prisa por no hacer nada”, “es gracias a las sillas que hay
personas”).
Pablo Rosal es el responsable del texto y la
dirección. Viaja a los recuerdos de su infancia, se deja llevar y nos invita a
acompañarle en ese viaje. Un viaje por donde van brotando las ideas más
sencillas que suelen ser las más importante. Nos abre las puertas más secretas
de su interior.
Algo ha
conseguido en estos años y es que sus textos y sus obras sean muy reconocibles,
toda una filosofía de vida y pensamiento.
"Necesitamos ser incomprensibles un rato....un siglo"
Rosal señala que “la obra se propone enaltecer las paradas en el camino, las suspensiones de cualquier propósito, la amplitud del error. Nada resulta más obvio en el siglo XXI que el hecho de que estamos ocupados, que necesitamos estarlo y que es la única y última justificación y sentido que le hemos dado a la existencia contemporánea”.
Y añade que “nos
proponemos generar una gustosa circunstancia cargada de la más sutil
reivindicación: la lentitud, la dulce letanía de la conversación sin fin en el
acabarse del día”.
Sobresaliente el
trabajo de Javier Ruiz de Alegría con el espacio escénico y la
iluminación. Un homenaje al espacio vacío donde solo tres sillas son
suficientes. No hace falta más cuando la verdadera protagonista es la voz y la
palabra.
Felisa Kosse es la responsable del vestuario y Arsenio
Fernández de diseñar el sonido.
Respecto al
elenco lo forman Alberto Berzal, Israel Frías y Luis Rallo,
que conforman la compañía Los despiertos. Se conocieron hace más de
veinte años cuando coincidieron formándose en el Laboratorio de
Teatro William Layton. Al terminar los estudios, se unen en cooperativa
con el resto de su clase, para sacar adelante proyectos interpretativos.
Según va pasando
el tiempo no sólo se centran en la interpretación sino que empiezan a
intervenir en el proceso creativo. Y es ahí donde entra en escena el
dramaturgo José Troncoso y fruto de esa colaboración nace la obra
Los despiertos.
He de decir que
el hecho de conocerse y trabajar juntos desde hace tanto tiempo se nota y mucho
en la obra. La química y la complicidad que transmiten no es casualidad.
Impecable el trabajo de los tres actores, una interpretación muy coral.
En un tiempo
donde la oscuridad, las prisas, los gritos y la intolerancia hacen que no nos
detengamos y no valoremos los pequeños placeres de la vida, como charlar,
escucharnos, oír el silencio……Pararnos, aunque sea sólo un rato a la fresca nos
reconfortará, y mucho.
"Estoy fingiendo
que escribo para tener algo que escribir y que la gente vea a alguien que
escribe todavía, porque confío que sea bonito mirarme…"
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Teatro: Nave 10 Matadero. Sala Max Aub.
Dirección: Paseo de la Chopera, 14.
Fechas: Del 6 al 23 de febrero. Martes a domingo a las 19.30 horas.
Entradas: Desde 15,75€ en Nave 10.
Ficha artística
Texto y dirección: Pablo Rosal.
CON: Alberto Berzal, Israel Frías y Luis Rallo.
DISEÑO DE ESPACIO ESCÉNICO E ILUMINACIÓN: Javier
Ruiz de Alegría.
DISEÑO DE SONIDO: Arsenio Fernández.
DISEÑO DE VESTUARIO: Felisa Kosse.
TINTE Y AMBIENTACIÓN: Taller María Calderón.
FIGURINES: Sarah Free.
UNA PRODUCCIÓN DE: Los Despiertos Producciones.