Tarde de carolina capitalina con emociones fuertes que se vienen, como el humo que nos incita a esa niebla londinense en la que todo puede pasar. Tarde negra, como la silla que nos recibe en el coqueto Alcázar, alcalaíno por calle, no por ciudad, como la mujer, como la historia a la que nos vamos a enfrentar sin movernos de nuestra butaca, pegados por el oscuro hedor del miedo.
La campana anuncia el viaje, siempre me recuerda al negro del Abadía, a su señal. Y ansiedades del fatídico móvil aparte, nos adentramos en la campiña inglesa, en sus nieblas, en sus fangos, en sus fantasmas. “Eran las nueve y media del día de nochebuena…”
Así nos recibe la mujer de negro, dicen que es la obra más longeva de Londres, con tres décadas en cartel. Un cuento de fantasmas de una tal Susan Hill, adaptada por Stephen Mallatratt. La historia, el montaje nos cuenta de una manera muy original un suceso que no deja dormir a Arthur Kipps, abogado de mediana edad “que alquila un teatro y contrata a un actor profesional para que le ayude a contar un suceso fantasmagórico y trágico que le sucedió a él y a su propia familia y que nunca ha podido revelar a nadie”. Lleva tantos años angustiado, tantos años de pánico, que ya no puede más. Necesita contarlo. ¿Les suena la sensación?
Ya puestos en harina, o en el fango que nos traslada a la lúgubre casa, tengan piedad de nosotros. No recuerdo una obra a la que haya asistido últimamente donde se nos presente el terror de una manera tan bien tratada, tan cuidada, tan reseñable. Sazonado con un humor fino, inteligente, humor británico donde nada se dice al azar, y al azar nada se dice. Y ya no solo es el terror como pilar de la obra, es sobre todo la forma de narrarlo, de contarlo, de llevarnos de la mano en ese carro tirado por caballos fantasmales, de guiarnos a esa casa en ese viaje en tren teñido de clowns . Es la propia dramaturgia del montaje la que nos atrapa, la que nos encoge el alma, y eso que repetidamente el señor Kipps nos dice que “No tengo ningún deseo de ser un Lawrence Olivier”…porque claro, él no es actor…
La construcción de dúo de personajes en escena, la propuesta, la agilidad , el dominio de las tablas, el uso del escenario como la propia casa de cada uno, con sus recónditos lugares, la escucha, la voz, el meta teatro dentro del teatro de terror, las propias candilejas, la tensión que se genera… este coctel nos invita , nos captura, nos invade y ya se nos olvida el calor de Madrid, los planes de verano, nos centramos en la señora Alice Drablow y su morada, Eel Marsh. “Ruego a Dios que nos proteja a todos”. ¿Qué esconderá esta mansión?, ¿Qué secreto esconderá la mujer de negro? ¿Qué esconde la puerta que nunca se abre? Muchas cosas a esconder, muchas cosas a mostrar, poco a poco, con cadencia, con ritmo, con una sucesión de acontecimientos y puestas en escena acertadas, que no desvelaremos, que ya nos ha cautivado.
Actores dentro de la obra, dentro de otra obra, dentro de tantos encajes, que van ganando en confianza, ya tenida desde el principio. Jordi Casteller y Diego Braguinsky, dos actores con mayúsculas, camaleónicos, disfrutones, sabios, dos descubrimientos. Nos llevan en volandas donde quieren, apoyado en esas luces, en esos sonidos, en esos escenarios que crean con magia, con ilusión, con verdad. Una pareja que maneja a la perfección códigos y miradas, silencios y ritmos, creciendo en el conflicto del montaje, donde realmente nos da igual el desenlace, porque la chicha, el jugo, está en el recorrido, en el propio camino hacia el abismo, hacia el descubrimiento.
Con una gran trayectoria profesional y un trabajo impecable en escena, este dueto que se multiplica en personajes con muchísima delicadeza y pasión, nos ofrece una gran variedad de registros , con el miedo, ese que nos gusta sentir o no, cuando sabemos que es ficticio, aunque bien real en la tarde noche alcacereña. Acompañados de Spider, esa mascota imaginaria que también está, nos situará frente a la chimenea ordenando y revisando también, los papeles.
Reseñar también una acertada dirección de Rebeca Valls, la brillante iluminación de Carlos Alzueta, el vestuario de época de Pascual Peris, la maravillosa creación del espacio escénico de Luis Crespo, el sonido terrible y temible de Víctor Lucas y el ilusionismo ilusionante de Nacho Diago, junto a esas mujeres de negro fantasmagóricas que nos acompañan, hemos vivido una historia tan bien narrada, tan bien hilada, que hace que el miedo vaya en progresión, que la inmersión sea total y que las emociones se vayan multiplicando. Tan difícil en ocasiones de conseguir.
No queda más que pedirles que se acerquen al Teatro Alcázar a sentir, a soñar, a pasar miedo también, y sobre todo a disfrutar de esta historia negra y oscura, y tan llena de colores y matices que no les dejará indiferentes. Un consejo antes de acabar, vigilen su espalda, por lo que pueda ocurrir.
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Teatro: Teatro Alcázar.
Dirección: Calle Alcalá 20.
Fechas: Del 2 Julio al 10 de Agosto. De Miércoles a Viernes a las 20:00. Sábados 19:00 y 21:30. Domingo a las 18:00.
Duración: 90 minutos.
Entradas: Desde 18€ en GrupoSmedia.
Ficha artística:
- Autor - Susan Hill
- Versión - Stephen Mallatratt
- Dirección - Rebeca Valls
- Asistente de dirección e ilusionismo - Nacho Diago
- Espacio sonoro - Victor Lucas
- Producción - Olympia Metropolitana S.A., Elpuntdelai S.L.
- Reparto - Jordi Ballester, Diego Braguinsky
- Voz sacerdote - Rafa Calatayud
- Voz Jennet - Paula Braguinsky