Teatro Nada que perder en Cuarta Pared

Se entiende por corrupción la acción o inacción de una o varias personas que manipulan los medios públicos en beneficio propio y/o ajeno, tergiversando los fines del mismo en perjuicio del conjunto de la ciudadanía a la que debían servir y beneficiar. La corrupción ha ocupado la atención de la sociedad española, contribuyendo incluso a derribar a gobiernos como los de Alejandro Lerroux con el escándalo del estraperlo y el asunto Nombela (1935), o los de Felipe González por el caso Filesa o el caso Roldán.  No obstante, la corrupción política ha sido una constante desde la aprobación de la Constitución española de 1978 hasta nuestros días, pervirtiéndose el sistema democrático y debilitándose la confianza de la Sociedad en sus representantes públicos.

Wikipedia


Sorprendente que la propia Wikipedia contenga una definición para el término “Corrupción en España”. Sí, en España; nada de “corrupción” a secas. Pero… esta definición es algo que ya todos, sin duda, conocemos porque lamentablemente en nuestro país, la corrupción política salpica las noticias con mucha más frecuencia de la que nos gustaría. Ayuntamientos enteros e incluso el gobierno, no importa su ideología política, se han visto envueltos en casos de corrupción, sobre todo en los últimos años. Concesiones, prevaricación, malversación, cohecho, financiación ilegal… términos todos ellos con los que nos acostamos y nos levantamos en nuestro país y que han pasado a formar parte de nuestro vocabulario del día a día como cualquier otra palabra.


Nada que perder, es justo lo que debe pensar un político o persona influyente cuando comete todo este tipo de fraudes poniendo en peligro lo más valioso que tiene: su libertad. Pero el ser humano es codicioso, y si además, la familia está metida de por medio... ¿qué no haría uno para intentar protegerla? ¿Hasta dónde podríamos llegar en el incumplimiento de la legalidad para proteger a los nuestros? ¿Y para llenar nuestros bolsillos o alcanzar la fama y el reconocimiento? Estas son algunas de las cuestiones que nos traslada esta propuesta teatral a cargo de la compañía Cuarta Pared que acoge la sala del mismo nombre en su quinta temporada con más de 200 funciones ya a sus espaldas.

Esta historia que se cuenta, cargada de incógnitas y de personajes que no son lo que a priori parecen ser, es la historia de España, de nuestra España actual, con sus alcaldes y concejales corruptos, sus empresarios delincuentes y con, cómo no, las víctimas de todo el proceso de corrupción: el débil, el manipulable, el que sufre las consecuencias, el que intenta ser legal en toda la maraña de infracciones que sobrepasan la legalidad.  


Una pieza en la que, en realidad, se mezclan ocho historias distintas entrelazadas de manera magistral y que mantienen atónito al espectador que va viendo cómo la trama es un todo, cómo los personajes de cada una de esas ocho pequeñas historias forma parte de un conjunto que se va entretejiendo hasta desvelarnos el duro y crudo final. Incluso, a veces, uno parece no entender la relación de una historia con la anterior, pero se va desvelando la trama hasta dejar al descubierto a sus protagonistas en una conspiración con un círculo cerrado y con unos personajes con actitudes y motivaciones tan dispares que la interpretación de todos ellos (19 en total), por parte de tan sólo tres actores, es una de las cualidades más impactantes de Nada que perder, máxime teniendo en cuenta que en el proyecto inicial y en sus primeros años de andadura el elenco lo formaban 6 actores.

En cada una de las ocho intrigantes partes en que se divide la hora y media que dura el espectáculo, uno de los tres personajes rompe la cuarta pared para dirigirse, por una parte al público, a modo de narrador y, por otra parte, hacia los propios personajes de la trama en una especie de conciencia que intenta exprimir la razón de los mismos, que los lleva a plantearse, y al público con ellos, la conveniencia o no de los problemas en los que se van metiendo hasta las cejas y sus inevitables consecuencias, en el beneficio que pueden reportar sus acciones para ellos mismos y para sus seres queridos, oprimiéndolos y obligándolos a pensar, obligándonos, como espectadores, a meditar y a no dejar de preguntarnos, de ansiar conocer la verdad o de, por el contrario, conformarnos con lo que sabemos sin la necesidad de ir más allá por miedo a las consecuencias que ello pueda tener. El Tercero, como el propio director llama a este personaje no es quizás de una dureza interpretativa elevada o de una psicología de personaje difícil de abordar, pero toma un papel relevante en el transcurso y en el tejido de la historia y enlaza a la perfección las distintas escenas. 


Cada una de las historias, y cada una a su modo, se convierte en una especie de interrogatorio entre los distintos personajes que pone a todos, o casi todos, contra las cuerdas y que hace que éstos actúen presionados fuertemente por situaciones que, en cierta medida, se les fueron de las manos cuando decidieron tomar parte en ellas. Un profesor y su hijo, un concejal y su impositiva madre, la amante de éste, el marido de dicha amante y la hija, una funcionaria manipulable, un policía, un psicólogo y un cobrador fuertemente presionado… son, entre otros, los personajes que dan vida a esta obra que traslada un problema grave de la sociedad y la política actual a las tablas. Y a pesar de la dureza de lo que se cuenta, en el proyecto se tiene la virtud de saber sacar una risa al espectador en algunas escenas que rozan lo cómico.

Me resulta muy acertado y, a la vez, significativo, que el problema de base de todas esas partes que componen la historia sea una huelga provocada por las empresas de limpieza y recogida de basura de la localidad en la que transcurren los hechos. Esta huelga hace que la escenografía inicial que el público observa al entrar en la sala, que no se entiende muy bien, vaya cobrando importancia en los hechos y vaya recargando la atmósfera, escena tras escena, de suciedad y, si se me permite, de mierda. Y es que, precisamente, lo que intenta transmitir la pieza, es la importancia de librarnos de la mierda, pero no de la que inunda las calles, sino de la que inunda las cabezas de los corruptos llevándolos a cometer fraudes hasta límites insospechados.


La dramaturgia, obra conjunta de Quique y Yeray Bazo, Juanma Romero y Javier García Yagüe, sumerge a los espectadores en una trama similar a la de las series policíacas americanas, con esa tensión característica provocada por los constantes interrogatorios, tanto los que los personajes llevan a cabo entre ellos, como los que el narrador que rompe la cuarta pared lleva a cabo a la par con los protagonistas de cada historia y con el público. Los dos hermanos junto a sus dos compañeros de oficio coincidieron en un laboratorio de escritura dramática convocado por la propia Cuarta Pared, y allí comenzó a tomar forma la criatura. Todas las escenas, como ya se ha indicado, están construidas como si de un interrogatorio se tratase. 

La dirección de la mano de Javier García Yagüe, co-dramaturgo, no deja puntada sin hilo. Deber ser difícil trasmitir a un mínimo elenco la capacidad de cambiar constantemente de características en sus personajes en escenas de poco más de 10 minutos, pero el resultado conseguido habla del buen trabajo que se ha debido llevar a cabo desde dirección, amén de los cambios escenográficos o saltos entre escenas, bien hilados por los personajes que hacen de narrador, que no dejan el escenario vacío casi ni un segundo. Además, la composición escenográfica, con toda esa basura que se va acumulando poco a poco, va dando una visión real de la degradación progresiva de la historia hasta llegar al desenlace final en el último acto.


El elenco, dividido a partes iguales, está compuesto por dos soberbios actores y una actriz no menos grande. Marina Herranz da vida a 6 personajes distintos, entre los que destacan los de la madre de un concejal corrupto que, como buena madre, trata de aconsejar lo mejor a su hijo y la de una interventora casi recién llegada a su puesto de trabajo que se deja llevar por la corriente de mentiras y ocultación de la realidad. En el papel de narradora es inflexible e implacable y transmite al público toda la fortaleza de las crudas reflexiones a las que nos lleva la obra. No en vano, Marina ganó el premio a Mejor Actriz en el XX Certamen Nacional de Teatro de Rioja Haro 2017 por su interpretación en la obra.

Pedro Ángel Roca se viste de 7 personajes distintos, incluyendo al del Tercero. Entre otros, da vida al concejal que propicia todo el proceso de corrupción, a un chaval que da origen a la obra en la primera historia y a médicos y policías que interrogan a sus pacientes o sospechosos. En esta labor de interrogador, Pedro Ángel ofrece a sus personajes una versión severa y casi inclemente aunque es capaz de alternar esta dureza con el carácter blando de otros personajes o la valentía con la que un joven se enfrenta por primera vez, cara a cara, con su padre.


Javier Pérez-Acebrón, el tercero de los actores, interpreta a otros  6 personajes, pasando de uno al otro con una facilidad que sorprende debido a las diferentes características de todos ellos, pues alterna la interpretación de un niño, con sus miedos de niño y potenciados por los miedos de adultos de su madre, con un hombre enamorado de su infiel mujer a la que defiende a capa y espada o el personaje que acaba convirtiéndose, quizás, en la víctima de la rueda de infracciones cometidas por el resto. En su interpretación del narrador, Javier sabe sacar, con verdades como puños, alguna sonrisa al espectador al plantear cuestiones tan graves que impactan de manera cómica entre el público. 

Obra de Richard Vázquez, la escenografía, como comentaba anteriormente, no destaca por el mobiliario, útil y justo para la representación de cada historia, sino por la basura y otros elementos que van llenando la escena; el suelo queda casi oculto por montones de papeles y bolsas, billetes y otros elementos que dan una visión caótica de la historia que se cuenta, de una realidad de corrupción cuasi apocalíptica. El panel del fondo del escenario integra los mismos elementos para reforzar la sensación de estar envuelto en un ambiente destructivo y de desorden legal y estructural absoluto.


La iluminación se torna un elemento importante en la sucesión de escenas pues favorece la vertiginosidad y el suspense. Asistimos a escenas en los que se juega con la oscuridad como elemento provocador del miedo y, en general, la luz tenue dota a los personajes de unas características aún más extremas. 

Lamentablemente la programación de la obra en Cuarta Pared llegó a su fin el pasado fin de semana, y ahora la compañía estará de gira por Latinoamérica compaginándola con actuaciones en otras ciudades en nuestro país. Esperemos que no sea un cierre definitivo del telón para esta historia en Madrid y que pronto, los que os hayáis quedado con ganas de vivirla en vuestras propias carnes sentados en el patio de butacas podáis tener la oportunidad de asistir a Cuarta Pared o a cualquier otra sala y disfrutar con una historia que no os dejará indiferentes.



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Nada que perder
Teatro: Cuarta Pared
Dirección: Calle de Ercilla 17
Fechas: Improrrogable
Entradas: No disponibles


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