El genial Ramón Paso da una vuelta de tuerca al hacer un paralelismo entre la obra de Shakespeare "Otelo" con un crimen en la actualidad por violencia de género. La manera en que consigue entrelazar las dos historias, con el elemento central de la muerte de la mujer del acusado, nos va introduciendo en un maremágnum de historias paralelas alrededor de Otelo en el que también se vislumbra el amor, el acoso laboral, el racismo, la obsesión por el poder o la lucha de sexos. Una historia que se va bifurcando en interesantes ramificaciones que nos llevaran a extraños lugares.
Esta interesante propuesta va mucho más allá que una versión de la obra del genial autor inglés, sino que Ramón Paso va más allá, creando en torno al personaje principal de la obra, un entramado de coincidencias con el mundo actual, en el que podemos hacer mucho paralelismos entre las dos épocas. Como ya hicieses con la obra "Usted tiene ojos de mujer fatal... en la radio" los clásicos le sirven a Paso de excusa, de trampolín sobre el que apoyarse para crear una obra en la que podemos ver alguna cosa del texto original, pero en la que crea algo absolutamente novedoso, utilizando a personajes y tramas para su "propio beneficio".
La obra se vertebra en torno a dos historias similares, pero que corren paralelas en su desarrollo, hasta la coincidencia final, en la que todo encaja y se difumina una historia de lo más actual con un clásico del siglo XVII. La extraordinaria traducción a cargo de Sandra Pedraz Decker nos muestra muchos matices que vinculan a los personajes con la actualidad, a la Venecia de 1603 con el bufete de abogados de Madrid de nuestros días, en el que todo es posible para intentar salir de este complicado caso. Escenas de lo más actual que se entremezclan con piezas de época, con sus trajes y su vocabulario, pero que pese a todo encajan como elementos de un todo perfectamente estructurado.
La compañía PasoAzorín vuelven a sorprendernos con un montaje cargado de risas, pero con una gran dosis de mala leche y con un regusto reivindicativo con el que siempre tratan todas sus obras. El dramaturgo y director Ramón Paso (con Blanca Azorín y Daniel San Miguel como ayudantes) consigue hacer una revisión del clásico de Shakespeare sin que debamos pensar en él, utilizando la idea que todos tenemos de la obra para crear algo del todo novedoso. Y como viene ocurriendo en los textos de este prolífico autor, los temas más candentes se dejan ver dentro de una trama en la que hay cabida a la violencia de género, al machismo, al racismo, pero que sobre todo es un divertido montaje de humor negro, que se va dramatizando por momentos, al más puro estilo del clásico en el que se inspira, para acabar dejándonos helados con el desenlace final.
La historia nos ubica en una oscura noche madrileña, cuando a horas intempestivas un misterioso hombre de negocios irrumpe en el despacho de una joven abogada. Ella, una enérgica letrada que intenta abrirse hueco en un mundo tan competitivo y machista como es el de la abogacía (como lo son la mayoría de los ámbitos de nuestra sociedad), escucha al inquieto personaje que se acaba de plantar a esas extrañas horas en su despacho. Él, un "triunfador" en el momento más dulce de su flamante carrera, acaba de cometer un grave delito por el que necesita ayuda legal. Ante la mirada estupefacta de la abogada, el hombre se presenta como Otelo, y confiesa que acaba de estrangular a su mujer.
Este es el impactante comienzo de "Otelo a juicio", una obra que mezcla la angustia de una obra de intriga con la pomposidad de una obra clásica (en el mejor sentido de la palabra), pero todo eso aderezado con el humor tan punzante de Ramón Paso, un autor que ha sabido camuflar todas sus reivindicaciones en obras de todo tipo, siempre edulcoradas de manera que parezcan obras sin gran carga social, pero de las que siempre salimos con sus fuertes argumentos marcados a fuego.
Este Otelo nos mezcla el sufrimiento de este "triunfador" asesino con la figura del guerrero veneciano de éxito que es engañado en la obra de Shakespeare. En ambos casos el supuesto hombre de éxito (hombre de negocios en la actualidad, bravo guerrero en el drama isabelino) ha perdido a su mujer, y eso les hace ser conscientes de que lo acaban de perder todo. Este Otelo del siglo XXI, que se confiesa culpable de violencia de género, contrasta con la historia de celos y venganzas en la que se desarrolla la obra de Shakespeare. En este cruce de épocas, en el que los dos asesinos (o el mismo mirado por distintos prismas) deben someterse a juicio. El juicio de la Historia, que nos deja ver como la violencia machista sigue tristemente de actualidad, mientras hemos avanzado realmente poco con respecto al siglo XVII (hace nada más y nada menos que más de cuatrocientos años). Esta nueva propuesta entorno a la obra es mucho más cruda, racial, pero sobre todo más feminista, un montaje del siglo XXI.
Dos tramas que se demuestran atemporales, se van entrelazando para enfrentar ambos mundos, ambas dramaturgias, ambas realidades. Con estilo bien diferenciados, las dos historias se sobreponen para ir dando forma a una propuesta que indaga en los miedos de Otelo, en lo avaricioso del poder, en la lucha del ser humano por el poder. La trama actual se caracteriza por el duelo que mantiene Silvia, la abogada (interpretada por Ana Azorín) con Otelo (interpretado por Francisco Rojas), por intentar saber la verdad de su caso, por intentar encontrar un recoveco legal en el que poder sostener su defensa. Un duelo agresivo, contundente, lleno de frases cortas y punzantes, como un duelo de espadachines con palabras de lo más afiladas.
Por otro lado tenemos la obra isabelina, con la pomposidad de la puesta en escena de aquellas obras, con el lenguaje lleno de adjetivos, barroco, que nos traslada a la Venecia del siglo XVII. Allí, Otelo, el moro afamado por su valentía como guerrero, cae de nuevo en las mentiras de un Yago (interpretado por Jorge Machín) celoso de su poder. Cuando este lúgubre personaje se siente despechado porque piensa que su lugarteniente Casio (interpretado por Jordi Millán), no ha hecho méritos para el cargo, urde una venganza contra Otelo. Al caer en una de sus trampas, termina matando a Desdémona, su mujer (interpretada por Inés Kerzan), destruyendo así su vida, que se desmorona en el mismo instante en el que se da cuenta de lo que ha hecho.
El elenco, como es habitual en las obras de la compañía, está encabezado por Ana Azorín, Angela Peirat e Inés Kerzan, que se encuentran frente a un fantástico Francisco Rojas en el papel principal, y secundarios como Jorge Machín, Felipe Andrés y Jordi Millán. En esta doble historia entrelazada, varios son los intérpretes que traspasan la barrera temporal, apareciendo en escenas de ambas historias, ya sea en su papel principal o interpretando pequeños papeles secundarios.
La historia que se desarrolla en el despacho de la abogada se nos presenta como un duelo interpretativo entre Francisco Rojas y Ana Azorín, con la intervención de Ángela Peirat, en el papel de Crisitina, la becaria del despacho, como elemento moderador del duelo. Rojas nos presenta a un Otelo atormentado, que por momentos se muestra vulnerable e inseguro y que por momentos ataca como una fiera para defenderse de sus agresores. Un personaje que deambula entre dos mundos, con la pesada carga de la culpa a sus espaldas.
Ana Azorín nos sorprende con su papel de despiadada abogada, dispuesta a todo por conseguir sus objetivos. Marcada por su cinismo y lucidez, va acorralando al angustiado acusado, golpeando con una frialdad y precisión que intimidan. Una mujer que se ha hecho fuerte a base de llevarse muchos golpes y que ahora se ve ante su gran oportunidad. Para cerrar este triángulo se encuentra la tímida y recatada becaria, que interpreta de forma exquisita Ángela Peirat. Su papel va cogiendo protagonismo a lo largo de la obra, y pasa de ser un espectador asustado por lo que ocurre a su alrededor, a coger el toro por los cuernos. La evolución del personaje es realmente interesante, viendo cómo se va empoderando de la situación, llegando a ser uno de los personajes claves en el desenlace.
Dentro de la historia propiamente shakespiriana, el continuo devenir de los personajes hace que el ritmo sea mucho más frenético, frente a la tensión aplastante de la otra historia. La historia del guerrero Otelo, al que sus propios subordinados envidian por su poder, transcurre en una serie de escenas que aparecen y desaparecen de entre el público, a mitad de camino entre ensoñaciones e historias contadas por el protagonista.
En ella, Jorge Machín nos presenta un Yago altivo y prepotente, sin llegar a ser odioso. Un malévolo ser al que todos vemos sus intenciones desde el primer momento, y que el actor sabe dominar en todo momento para darnos una parte de él en cada escena. Su contrapunto es la ingenua y dulce Ines Kerzan, en el papel de Desdémona, la inocencia de alguien que vive en su propia nube de felicidad, con una vida plena. Kerzan hace del personaje una mujer llena de amor y sensualidad, marcada por la ligereza que marcan sus vestimentas y sus etéreos movimientos por escena, en los que parece levitar. Por último, Felipe Andrés y Jordi Millán estén brillantes en sus papeles secundarios. Andrés es Rodrigo, un enamorado que servirá a las argucias de Yago, mientras que Millán es Casio, el lugarteniente al que odia Yago.
Lo ingenioso de este montaje, más allá de su mezcla de dos historias separadas por más de tres siglos, es la manera en la que Pasoazorín consigue hacer de la sencillez virtud. En una sala en la que sólo aparecen una mesa, unas sillas y un perchero, los actores consigues que veamos un entramado de habitaciones por las que se van moviendo dentro del despacho. Pero van allá, las diferentes entradas y salidas y de los personajes por distintos lugares nos hace concebir la obra como algo más global, que llena el teatro, no solo el escenario, de personajes shakespirianos que nos trasladan a otras épocas. Esta interesante escenografía, hace del minimalismo un arma para sorprender al espectador. La distinta "entonación" de cada una de las escenas corre a cargo de una cuidada iluminación (diseñada por Pilar Velasco), que nos deja claro en que lugar de la Historia nos encontramos en cada momento.
Por último, y como no podía ser de otro modo en una obra de época (aunque sólo en parte) el vestuario pasa a ser un elemento fundamental en la trama. De tonos oscuros y sobrios para los personajes que se encuentran en la actualidad en el bufete de abogados. De colores claros y pomposos los que llevan los personajes Shakespirianos, muy acorde con su época. Sólo el pobre Otelo mantiene su oscura vestimenta en ambos escenarios, muestra del personaje cada vez más sombrío en el que se va convirtiendo. Este vestuario ha sido diseñado por Inés Kerzan y Ángela Peirat, y realizado por Sol Curiel.
Teatro: Teatro Fernán-Gómez
Dirección: Plaza de Colón 4.
Fechas: De Martes a Sábados a las 20:30. Domingos a las 19:30.
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