La tristeza puede ser bella. De hecho lo es. “Los hombres tristes”
lo es. Es una obra bella,
cargada de matices, cargada de verdad. De vida. De las que te tocan, te llegan
y te emocionan de principio a fin.
Decía Juan Jiménez Estepa, director de la obra, que la había
escrito pensando en los actores, adaptando la obra a estos tres seres que nos
ofrecen tanto en tan poco tiempo. En hora y
media nos hacen pensar, reflexionar y en cierto modo actuar , sobre el amor,
las relaciones humanas, la soledad, el miedo, el cuidado al otro, la búsqueda
de la felicidad, y también la tristeza. Traza de una manera magistral una coherencia entre ambas
emociones, entre lo que debemos y podemos hacer, y también lo que al final hacemos.
En el miedo a cambiar, y en el miedo a no hacerlo. En abandonar un rol y el no
querer aceptar el nuevo. Todo ello con una ternura maravillosa. Gracias Juan .
Sus personajes nos acercan a las emociones más profundas y
pequeñas del ser humano. Las más sinceras, y las más mezquinas también. En un
tobogán emocional, con tintes cómicos vecinales, el espectador se enfrentará
también a sus propios miedos, a sus propias miserias y a una realidad en la que
en ocasiones prefiere ser también espectador.
Sergio ( Carlos Algaba) hace de su tristeza su coraza. Su escudo
ante lo que no quiere afrontar. Su inacabado proyecto, sus inacabadas
relaciones, el miedo a enfrentarse a su padre, a expresar lo que realmente
siente…. todo esto le lleva a su inacabada huida, ya que le gustaría ser feliz
en otro lugar, en otra vida.
Todo ello bajo unos matices naturales a veces, poéticos en
ocasiones, que nos llevan a plantearnos muchas cosas. Al final, es obligado a
cambiar, como el gato que sabe que va a morir y lo hace en solitario. La vida
le empuja a encontrarse a sí mismo, a afrontar su pasado para poder vivir su
presente ( “quizá lo mismo no soy tan débil ) Silvia (Elisa Berriozabal ) es la
cuidadora, la que se ocupa de todo, la controladora también de su alrededor, y
la que ya no puede más. A Silvia le pasan cosas, su personaje experimenta un
cambio de actitud, de mirada, de responsabilidades.
Y nos lo enseña en el escenario. (“Estamos rodeados de hombres
tristes que nos vuelven locas” ) y parece que ya no quiere cuidarles más. Que
necesita cuidarse ella misma y que la cuiden. Sentirse valorada, y va en busca
de ello. A Laura (Julia Olivares) el amor le proporciona felicidad. Es el
personaje poético de la obra, que ayuda al cambio de los hermanos. Una
filosofía de vida sincera, juvenil y con un toque “cotilla “ que con naturalidad
le permite invadir espacios y almas ajenas. Todo ello con el guiño al divertido
personaje de María Esteve en “ El otro lado de la cama” , con sus interminables
enumeraciones, que Laura utiliza para presentarnos a los personajes.
A Laura no le pasan cosas, porque su vida es un continuo fluir de
emociones, encuentros y aperturas (ella es la que realmente no cambiaría nada
de su vida porque le parece perfecta). Todo ello envuelto en un escenario que
ayuda de una manera sencilla y visual, realizado por Javier Ruiz de Alegría, a
ver esa dicotomía presente en toda la obra, el ying y el yang, lo bueno y lo no
tan bueno.
El escondite y la búsqueda. El equilibrio. Quizá con un abuso de
la cuarta pared que corta a veces el ritmo de la obra, pero que a la vez conduce
al espectador a nuevas preguntas, a veces con las mismas respuestas.
Personalmente me hizo reflexionar sobre nuestros mayores, sobre
esos padres que siempre han sido súper héroes para nosotros, y que con el paso
del tiempo les vemos más pequeños, más débiles, menos súper y más héroes
,héroes con heridas, y nos empezamos a plantear su cuidado ( “como vamos a
saber cuidar de nuestros padres, sino sabemos cuidar de nosotros mismos" ).
Y parece que toda esa estructura familiar en la que siempre nos
hemos sentido protegidos y cuidados, se viene un poco encima porque en breve
tendremos que ejercer una nueva posición no tan cómoda. Los hombres tristes
también está llena de felicidad, de su búsqueda, de esa dificultad añadida que
nos empeñamos en establecer para conseguirla, sin darnos cuenta que es más
fácil que todo eso ( “Con unos porritos y unos ansiolíticos todo es más fácil”
) . La felicidad puede estar muy cerca, en la puerta de la vecina de al lado.
Dirección: Calle de Ercilla, 20
Fechas: Fines de semana desde el viernes 19 hasta el domingo 28 de octubre de 2018
Entradas: Canal de venta Entradium y Atrapalo y en la propia sala. Venta anticipada 13 euros.
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