Últimamente en el blog nos preguntamos sobre el por qué del teatro. Sobre el rol del público, su sentir, y su sentido. Le damos vueltas a la consideración de la escena como un divertimento menor por algún intelectual con sospechosas marcas blancas sobre sus hombros. Y no concluimos mucho, pero leemos bastante, y así, leyendo, nos topamos con cosas como la siguiente:
Últimamente en el blog nos preguntamos sobre el por qué del teatro. Sobre el rol del público, su sentir, y su sentido. Le damos vueltas a la consideración de la escena como un divertimento menor por algún intelectual con sospechosas marcas blancas sobre sus hombros. Y no concluimos mucho, pero leemos bastante, y así, leyendo, nos topamos con cosas como la siguiente:
“El
arte no se define por el placer que proporciona (no se define por nada, porque
no tolera límites o bien él mismo es un límite). Si va acompañado por el placer
es porque abre como el placer abre: porque pone en juego al cuerpo completo y la
existencia entera en la tarea de creación o recepción estética. Es decir, porque descoloca y pide cuestionar”.
Y Tierra
baja descoloca y pide cuestionar. Lectura obligatoria en Cataluña y
Comunidad Valenciana, resulta desconocida en Madrid. Estructurada en varios
niveles narrativos, expone un conflicto social anidado en el amor. En él, el pastor
Manelic, habitante de la tierra alta, será arrastrado al fango existencial por
una promesa marital. Y es que en esta historia hay un pueblo y un amo, y unos
cotillas. En ella también hay maltrato y abuso, poder, desesperación y cariño.
Y hay lobos, de los dos tipos. Y brutos corazones inocentes. Un caldo de
cultivo interesante, ¿verdad? La receta, si se macera con la opresión del campo
y su ausencia comunicativa con el exterior da lugar a algo que merece la pena ver en
la Abadía hoy o en la biblioteca mañana (y a poder ser, en ambas).
Lluis Homar pisa de nuevo la sala Juan
de la Cruz con esta versión solitaria en la que Sebastián, Manelic, Marta y la
pequeña Nuri entran y salen de su cuerpo sin piedad. Dirigida por Pau Miró, la
adaptación presente se nutre de la sugerente y bella escenografía de Lluc
Castells y del onírico vaivén del equipo de sonido e iluminación. Pero es la
imponente figura de Homar la que varía ante nuestra mirada atónita. Un
ejercicio de humanidad este que no puede perderse.
El teatro rompe y a veces te devuelve
el aliento que falta. Y da igual el lado desde el que se viva, si provoca indiferencia
no es teatro, no nos llamemos a engaño. Así que no os engañéis, queridos, y saltad
al ruedo de la tierra baja, porque esta representación va con mayúsculas.
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Teatro: Teatro de la Abadía
Dirección: Calle Fernández de los ríos, 42
Fechas: Del 19 de septiembre al 7 de Octubre
Entradas: Desde 16 € en Teatro de la Abadía
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