Teatro: Oscar y Mami Rosa. Sala Arapiles 16

El optimismo ante la fatalidad del destino. Las personas somos incapaces de sobreponernos a una noticia tan demoledora como el cáncer. Esta obra es un maravilloso canto a la vida, a la alegría de vivir frente al desenlace fatal de la enfermedad, una oda a la amistad y al amor, a la pureza y a la vitalidad de la infancia. Una fábula tan dura como maravillosa, en la que la vida y la muerte se dan la mano para guiarnos en este difícil paso, que a los ojos del niño protagonista es una divertida aventura en la que nos irá contando todo lo que le ocurre, como si de los episodios de una novela se tratase.



Al entrar a la sala ya somos conscientes de lo que vamos a ver, aunque no tengamos claro la dimensión real de lo que nos espera. Pocas veces se vive de forma tan intensa lo que ocurre en escena, como en este viaje al que nos someten Oscar y Mami Rosa. Al abandonar la sala uno sale con el corazón encogido por lo que acaba de vivir, pero tan reconfortado por la lección recibida que tenemos la certeza de que esta obra no nos abandonará nunca. Y esto nos ocurre porque estamos ante un montaje que va mucho más allá d la historia que se nos cuenta, sino que es toda una enseñanza de vida, una lección de esperanza para todos aquellos que hacen un mundo de cosas insignificantes, que se ahogan en un vaso de agua, que pierden la ilusión de vivir.



Esta maravillosa historia, a mitad de camino entre la fábula y el drama más crudo y despiadado (la enfermedad de un niño), tiene un gran paralelismo formal con la imprescindible "La vida es Bella", en la que la dureza de lo que ocurre se disfraza de juego, creando un bello ambiente en el que sus personajes afrontan la dificultad. En este caso será Mami Rosa la encargada de edulcorar un destino funesto, de convertir en una aventura el camino inevitable hacia la muerte

Es impresionante notar la unanimidad del público, como al apagarse las luces el público se levanta y aplaude de corazón, con la lagrimilla cayendo por la cara en la mayoría de los casos (yo el primero). Ovación que aplasta la angustia por un final, conocido desde antes de comenzar, que nos ha dejado con un nudo dentro. La pena se apodera de la sala ante la idea de abandonar este mundo de optimismo y volver a la realidad. Una historia que nos mantiene con el alma en vilo pero con la sonrisa de haber recibido una contundente lección de vida, de como se deben dimensionar los problemas y cómo abordarlos, de la idea de que siendo positivos, con alegría y esperanza, la vida se lleva mejor.



UNIR producciones teatrales AIE es la encargada de llevar a cabo esta versión de la obra "Oscar et la dame rose", escrita por el autor francés nacionalizado belga Enric Emmanuel Schmitt y que ha sido traducida a nuestro idioma por Juan José de Arteche. El autor es un filósofo y hombre de teatro que en su búsqueda incansable de lo espiritual, creó su "Trilogía de lo Invisible" en la que nos cuenta "tres historias, tres viajes iniciáticos al corazón del misterio". Estos tres viajes intentan hablarnos de las distintas religiones: "Milarepa" sobre el budismo, "El señor Ibrahim y las flores del Corán" sobre el sufismo, y la historia de Óscar sobre el cristianismo. En el caso que nos ocupa, el autor nos plantea un recorrido por la espiritualidad cristiana a través de los ojos inocentes de un niño, Oscar, que duda de todo pero también llega a creer con la misma facilidad cuando Mami Rosa le explica las cosas.



Óscar es una bellísima historia que en palabras de Juan Carlos Pérez de la Fuente, el director de la pieza, es "el mejor antibiótico y sin efectos secundarios para todos aquellos que están un poco hartos de la vida". El director hace un trabajo artesanal, mimando cada escena, cuidando cada detalle, se nota que entiende y adora al personaje creado por Schmitt. Para Pérez de la Fuente es una obra a la que regresar con asiduidad. Tras dirigirla en 2005 con Ana Diosdado, la pasada temporada volvió a montarla con Yolanda Ulloa como única actriz en escena. Tras una dilatada carrera, en la que ha sido el responsable del Centro Dramático Nacional o del Teatro Español, el director cuenta en su haber con más de una treintena de obras, entre las que destacan "Fortunata y Jacinta", "El león en invierno", "Historia de una escalera" o "La muerte de un viajante" (estas últimas en su etapa como responsable de CDN). Con una experiencia y saber hacer del todo contrastados, se nota su mano en este minucioso trabajo, en el que todo está medido al milímetro.



Las situaciones que se van sucediendo a lo largo de la obra nos van encogiendo un poco el corazón por lo duro de la situación, pero a la vez nos ablandan el alma por la bondad de Óscar y la relación tan especial que se crea con Mami Rosa. Las sonrisas se entremezclan con las lágrimas debido a la intensidad de todo lo que vemos. Lo más especial de la obra es esta dualidad que nos mantiene con el corazón en un puño durante los noventa minutos que dura esta tierna historia, la capacidad que tiene de ir introduciendo a Óscar y al resto de personajes en el corazón los que contemplamos el transcurrir de los hechos desde el patio de butacas.

La historia se estructura en una serie de cartas que nuestro pequeño héroe escribe al finalizar cada día por recomendación de Mami Rosa, las cuales enternecen de tal manera que el pequeño nos roba un trozo de nuestra alma en cada una de las lecturas que hace. Este pequeño angelito es uno de esos típicos personajes que por su bondad, ternura e inocencia, no nos abandona al salir del teatro, sino que se queda a vivir en lo más hondo de nuestro corazón para siempre. Una ingeniosa manera de estructurar la obra que nos va desgranando en cada escena un poco más la personalidad de Óscar.



La visión sobre la vida de un niño siempre tiene tintes de sinceridad, de inocencia, siempre dice las cosas sin el filtro que nos coloca a los adultos la sociedad o la madurez. En el caso de este pequeño, además de la soltura propia de su edad, nos conmueve la frialdad con la que afronta su destino. Óscar es un niño de diez años, hospitalizado por padecer leucemia, que desde el primer momento se muestra tranquilo y consciente de la gravedad de su enfermedad, de los resultados que le dan las distintas pruebas de su tratamiento y de su situación, cada vez más negra. Con todo ello, afronta su destino con valentía (quizás con la ignorancia de quien prefiere vivir y jugar a pensar en algo que le supera), plantando cara a su enfermedad, sin eludir hablar de ella y de las consecuencias de los tratamientos fallidos. Esta esperanzadora actitud se contrapone con la de los padres, que no aceptan la noticia en un primer momento y huyen del dolor que les provoca la situación, sin enfrentarse al problema y ocultándole al hijo la información que los médicos les van ofreciendo.



Ante esta opacidad de sus padres, que lejos de hablar con el crío de lo que está pasando intentan ocultarle la realidad, Óscar encuentra en sus compañeros de hospital, niños enfermos como él de edades similares a la suya, y sobre todo en Mami Rosa, la voluntaria con una inquebrantable fe cristiana que da apoyo a los enfermos con visitas periódicas, el apoyo y la complicidad necesarios para levantarse cada día, para afrontar los días más grises con ánimo y vitalidad. La mujer se hace inseparable del chico, siendo la persona que le sirve de apoyo, de confidente, de maestra, es la persona de la que recibe el cariño y el amor necesarios para hacer frente a esta última etapa de su vida. Entre ellos se forja una amistad pura y sincera, en la que Mami Rosa tratará de edulcorarcon humor, ingenio y fantasía, la estancia de Óscar en el hospital, proponiéndole una especie de juego con el que el niño afronta con optimismo lo que se le viene encima.



Toda esta delicia de obra recae sobre los hombros de Mona Martínez, una actriz que se enfrenta no sólo al pequeño Óscar, sino a todos los personajes que aparecen en esta maravillosa historia. Una sola actriz en escena que nos da miles de matices con cada personaje de los que interpreta. Es increíble como la intérprete interioriza la esencia de Óscar, su vitalidad, su fuerza, sus ganas de vivir, su alegría. Es sorprendente el trabajo que hace Mona para meterse en el papel del niño, tanto corporal como de voz, con gran contención en un personaje que por su vitalidad podría resultar histriónico, pero que la actriz sabe controlar en todo momento. No es fácil dar vida a un niño por los movimientos, los gestos, las inquietudes, la manera de hablar, todo tan distinto a los adultos, pero la actriz consigue una delicada y deliciosa interpretación en la que se mimetiza con el niño de forma absoluta

Pero es aún más sorprendente la capacidad de Martínez para ir entrando y saliendo de los diferentes personajes sin que baje un ápice la intensidad de la interpretación. Once personajes van desfilando por el escenario sin que notemos en ningún momento que decaiga el ritmo de lo que vemos. El espectador contempla atónito como pasan por escena los compañeros de hospital de Óscar  (Bacon, Palomitas, Einstein, La China y Peggy Blue) de la misma forma que aparecen Mami Rosa, los padres, el doctor Dusseldorf y las enfermeras. Personajes de lo más variado que la actriz nos muestra con la misma credibilidad y pasión.



Uno de los puntos más sorprendentes de este montaje es la versatilidad mostrada por la actriz en todo momento, llena con su sola presencia el escenario y en ningún momento echamos en falta la contribución de otros actores en escena. La belleza y maestría con la que aborda el personaje de Mami Rosa es admirable, el contrapunto al niño en lo que a madurez e inteligencia se refiere, pero que comparte con él las ganas de vivir y de disfrutar cada minuto. La complejidad de adoptar con esa naturalidad personajes tan diferentes en comportamiento, expresión corporal, actitud y voz, engrandece el trabajo de la actriz, capaz de mantener diálogos ella sola, hacer de narrador y mantener la presencia que cada personaje necesita en cada momento.

Mona Martínez es una actriz de sobra contrastada, con una intensa carrera en cine, televisión y teatro. En esta temporada ya nos sorprendió con su papel en "Alguien voló sobre el nido del cuco" y en pasadas temporadas pudimos verla en montajes tan relevantes como "Montenegro", "Rinoceronte", "La Pilarcita" o "La Familia No". En cine la hemos visto en éxitos como "El Reino", "Ana de día" o "Camarón", mientras que en televisión ha participado en series como "Vis a Vis", "Paquita Salas" o la recién estrenada "Vota a Juan", lo que nos deja bien a las claras lo activa que está, sin tiempo para digerir todos los éxitos y reconocimientos por trabajos como este.


Como no podía ser de otra manera, en un montaje de esta calidad, todo encaja a la perfección y está cuidado hasta el más mínimo detalle. El propio Juan Carlos Pérez de la Fuente ha sido el encargado de crear el espacio escénico, sin excentricidades pero con mucha elegancia, una puesta en escena moderna y muy visual, aportando ritmo y contundencia al resto del montaje. La escenografía se caracteriza por su sencillez y originalidad, cobrando un papel fundamental para entender el transcurso del tiempo, ver como nos vamos abocando al inexorable final. Pocos elementos utilizados de manera ingeniosa sirven para acompañar a la actriz a modo de atrezzo.

El elemento fundamental del montaje, en lo que a la parte técnica se refiere, es sin lugar a dudas la iluminación, diseñada por José Manuel Guerra, que ayuda a los ágiles cambios de escena. Nos sorprenden las dos columnas laterales que aparentemente no participan de la historia (además de para esconder elementos que utiliza la actriz puntualmente) hasta que en momentos puntuales "cobran vida" y se convierten en elementos imprescindibles de la escena. Por último destacar la música, que corre a cargo de Tuti Fernández, exquisita y muy acorde con lo que quiere transmitir la obra.





Sin duda este es uno de esos montajes que uno no debería perderse, tanto si es amante del teatro o como simple lección de vida. Una obra optimista y educadora, capaz de enseñarnos lo estúpidos que podemos llegar a ser con ciertas actitudes, cuando la vida es demasiado valiosa como para perderse en tonterías sin importancia. Las reflexiones de este pequeño gran hombre, sus palabras sobre Dios (y sobre tantos temas que nos resultan inalcanzables), su relación con Mami Rosa, el dolor y el miedo de los padres, la inocencia con la que Óscar habla de todo ello, la sencillez con la que habla de la muerte, todo ello hace de esta pieza una obra compacta y genial, capaz de hacernos reír y llorar, de ponernos un nudo en la garganta, pero sobre todo nos dan ganas de abrazar a Óscar, por su valentía, su fortaleza y su amor.
Si quieres disfrutar de un soplo de optimismo, de un cántico de positivismo, de la belleza de la inocencia en estado puro y el ansia de vivir, no dudes en asistir a ver esta maravilla, que te dará muchos motivos para sonreír, alguno para soltar una lágrima, y muchos para sentirte afortunado ante la vida, o desafortunado por no poder ver la vida por los ojos de Óscar.
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Oscar y Mami Rosa
Teatro: Sala Arapiles 16
Dirección: Calle Arapiles 16
Fechas: De Jueves a Sábado a las 20:00. Domingo a las 19:00.
Entradas: Desde 8.50€ en unir, atrapalo. Hasta el 21 de Abril.


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