Teatro: Lo veo por todas partes. Teatro Lara

En estos tiempos de manadas y violencia machista desmedida, es más necesario que nunca mostrar hasta donde puede llegar la violencia, la coacción, la manipulación de un hombre con su pareja, cuando éste se cree con el derecho de mandar sobre ella, como si de un objeto de su propiedad se tratase. Es necesario el feminismo, porque tiene que ver con la igualdad entre las personas, porque todos debemos tener las mismas posibilidades en nuestra vida, dando igual nuestro género. Pero si vamos un poco más allá, debemos intentar observar el comportamiento de los hombres con sus parejas, el maltrato no sólo físico, sino también psicológico, no tan apreciable a simple vista pero igual de dañino para quien lo sufre.



Es un tema de vital importancia para una sociedad que se supone avanzada, el tratar de manera implacable la violencia de género. Pero más allá de todo lo que pueda hacer la administración, es de vital importancia, como todo en esta vida, la educación que damos a nuestros hijos. Un país debe ser justo con la gente, y por ello la sociedad debe estar concienciada de la importancia de mirar al prójimo como un igual, sin menospreciar ni manipular a nadie por el simple hecho de estar manteniendo una relación sentimental. Las personas debemos ser libres, y como tales no debemos dejarnos manipular por aquellos que sólo buscan su propio beneficio, todos esos con un ego tan grande que no ven más lejos de su propio ombligo. Se que es fácil decirlo y mucho más difícil actuar en consecuencia, sobre todo cuando entras en una espiral de amor tóxico (nunca lo debe ser, si hace daño no es amor) de la que es complicado darse cuenta. Por ello hay que estar muy alerta con todo lo que nos rodea, para poder ayudar a una amiga, una hermana, una madre, que quizás solas no puedan (o no sepan como) salir de esa espiral de violencia en la que se encuentran.


Nerea Barrios ha demostrado en este verano su capacidad para hablar alto y claro de temas a los que muchas veces damos la espalda. Con su tragicomedia "La vida es una broma" nos hablaba de cómo afrontar la muerte y de lo que menospreciamos la vida porque pensamos que siempre queda tiempo. En esta ocasión, con "Lo veo por todas partes" nos habla de violencia machista, pero de aquella que pasa casi desapercibida, que sólo duele en el interior, la violencia psicológica, que puede ser mucho peor que la física (por la dificultad para reconocerla). La contundencia y valentía de estas dos propuestas recaen en el saber hacer de Barrios, que lejos de querer edulcorar lo que cuenta para que sea más ligero, quita todo el embalaje sobrante para mostrarnos la realidad en toda su crudeza. Dos montajes atrevidos, directos, necesarios, porque hablar de la vida, o de la muerte, siempre debería hacerse sin tapujos, como se muestra aquí, en un alerde de sinceridad que le honra.



Sobre textos de Sara Williams, Ana Amaro, Carolina Gistaín y la propia Nerea Barrios, se construyen cuatro demoledoras historias, cuatro casos que podrían ocurrirle a cualquier mujer de nuestro entorno y que nos muestra a las claras los diversos tipos de machismo, de violencia que sin llegar a ser física golpea con más fuerza. Cuatro relatos que nos estremecen, nos encogen en nuestro asiento, que asustan por ser tan reales que a todos nos suena familiar cada frase, cada gesto, cada angustioso momento que sufren las chicas. Está nuestra sociedad tan deteriorada (o tan anclada en el pasado) que vemos todo lo que les pasa a las protagonistas como algo "habitual", que sabemos que está a la orden del día aunque a nosotros nos estremezca. Es abominable todo lo que nos cuentan en esta demoledora obra, que se debería mostrar en colegios e institutos, para que todos estemos alerta ante la posibilidad de que alguien de nuestro entorno sufra maltrato psicológico.



Esta obra, que ensambla el dolor de cuatro mujeres, es una pieza dolorosa y contundente, pero sobre todo muy necesaria, porque hay que dar visibilidad a todo esto para que no siga pasando inadvertido ante los ojos de la gente. La cuidada dirección de Nerea Barrios (con Ana Amaro y Carolina Gistaín como ayudantes de dirección) hace superponerse las distintas historias sin que podamos dejar de sufrir por lo que acabamos de ver. Cuatro mujeres, cuatro planos escénicos, cuatro realidades que nos golpean y nos duelen, todas mirándonos a la cara, cada una sufriendo a su manera, todas viviendo el infierno de una relación tormentosa. Una artesana manera de moldear a cada personaje, cada movimiento, cada gesto de dolor, cada lágrima, para que todo se vea como un todo sin que las acciones se sitúen en el mismo lugar, ni físico ni emocional.



Cuatro mujeres que no se conocen, no tienen aparentemente nada en común, pero sin saberlo se están consumiendo, poco a poco están diluyéndose como un azucarillo sin darse cuenta, dejando de lado todo aquello que importa para hundirse más y más en la oscuridad de un maltrato que ellas no sienten como tal, hasta que ya es demasiado tarde. Eva, Mía, Clara y Pilar son esas cuatro mujeres, que un día se dan cuenta de que no tienen vida, que la están tirando a la basura, que sufren sin necesidad por alguien que ni siquiera las valora, un agujero negro del que es muy difícil salir.


Esta pieza nace de la mano de cuatro valientes mujeres capaces de plantar cara a su maltratador, cuatro mujeres de edades muy distintas que deciden dar un paso adelante, para conseguir escapar del pozo en el que las ha metido la persona que decía quererlas. Una obra que consta de cuatro pedazos de la más cruda realidad, que nos enseña cuatro intentos de salir del horror, cuatro muestras de lo que es una realidad que está oculta para una inmensa mayoría. Una realidad con la que son quererlo convivimos día a día. Aunque no seamos maltratadores, dejamos que ocurra, hemos sido creados en una sociedad en la que ciertos abusos eran considerados normales. En nuestra mano está cambiar toda esta mentalidad, para que estas historias no se repitan, para que obras como esta no sean tan necesarias.


El elenco seleccionado para este complicado montaje funciona a la perfección. Cada uno de los personajes tiene su rol perfectamente definido, sufre de una manera muy singular, y sus historias son todas diferentes, aunque en esencia sean lo mismo. Lara Palma, Sara Ralla, Mar Basas y Elena de Lara, son las cuatro valientes capaces de meterse en la piel de estas mujeres que se desgarran durante toda la obra, que no paran de sufrir, que se van desmontando poco a poco hasta quedar reducidas a cenizas. Sus lamentos desgarradores nos hielan la sangre, tus gritos de auxilio nos ponen la piel de gallina, pero su grito de auxilio sordo, inapreciable en la vida real, nos remueve por dentro. Cuatro asombrosas interpretaciones que nos transmiten el sufrimiento de estas cuatro mujeres empujadas a un infierno por lo que creían que era el amor.


Mar Basas y Elena de Lara en primer término, Lara Palma sentada a un lado y Sara Ralla en un segundo plano. Cuatro actrices que demuestran una fuerza descomunal en cada intervención, descomponiéndose con cada parte del relato, permaneciendo impasibles en momentos en que narran verdaderas atrocidades, con una templanza descomunal en todo momento. Sólo Lara Palma consigue relajar la situación en algún momento con sus desgarradoras canciones a capella, que sirven de nexo de unión entre los distintos actos y a la vez nos dan un momento de respiro entre las distintas historias que nos van hundiendo poco a poco en el asiento. 

 
Una obra esta, tan necesaria por su contenido como bella en su forma. Una pieza en la que todo estremece por contundente, por real, porque transmite una verdad que, aunque dolorosa, es necesario conocer para poder erradicar. Sería muy interesante (supongo que lo habrán pensado ya) el llevar este tipo de obras a los jóvenes, para que sepan reaccionar cuando ocurra algo así a su alrededor. Pero sobre todo debemos pensar que las personas no somos objetos en propiedad, no tenemos la potestad de mandar sobre lo que debe hacer (o vestir, o beber, o sentir) otra persona, porque nadie debería actuar con otra persona de una manera distinta a como nos gustaría que nos tratasen a nosotros. Ya sólo queda animar a que vayáis a ver la obra, porque es necesario ver el dolor oculto que muchas veces sufren personas cercanas a nosotros y que por diversos motivos no sabemos detectar.
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Lo veo por todas partes
Teatro: Teatro Lara
Dirección: Corredera baja de San Pablo 15
Fechas: Domingos 18:15.
Entradas: Desde 11€ en teatrolaraatrapaloticketea. Del 13 de Julio al 8 de Septiembre.


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