Decía Menéndez Pelayo sobre Calderón de la Barca “Los personajes de Calderón apenas aciertan
con la expresión natural y sencilla, sino que la sustituyen con hipérboles,
discreteos, sutilezas y lluvia de metáforas...”.
Obras grandilocuentes, de boato y alto verso que siempre
nos encandilan, así nos acercamos al dolor hace unas semanas viendo a
Segismundo desgarrándose en sudor de ira y llanto.
En este caso nos ha impresionado pero de una
manera completamente diferente, nunca hubiéramos
imaginado a un Calderón cercano, actual, gamberro y con aire de mambo. No
sé, si vimos sutilezas y desdenes pero pudimos
disfrutar de una sorpresa gratamente indescriptible que solo dos grandes en
técnica y conocimiento del hecho teatral hubieran podido conseguir.
Julio Escalada
versiona una comedia palatina, un texto de enredo, dislates y confusiones con
el que reiremos a carcajadas como hacía tiempo que no sucedía. Una versión en la que la mujer toma las riendas de la obra, de su destino, de palacio y de
todo aquello que se pone por delante,
cualquiera tose a estas mujeres que mas adelante les describiremos. Tal
y como Escalada contaba han decidido realizar cambios abandonando el castellano
antiguo, para potenciar la comicidad y acercarlo a la actualidad, un hecho
arriesgado que no les ha podido salir mejor.
Un verso en comunión con la música y el movimiento, una comedia ágil y del todo carismática. Actores sincronizados en tono de vodevil astuto, generando un todo, una máquina con una inmejorable puesta a punto en la que nada podía, en la que nada sale mal.
Y es que hablamos de la dirección de Miguel del Arco, que como siempre nos traslada al lugar que su creatividad decide y nos sorprendía, es cierto, porque estamos acostumbrados en estos tiempos de ruido, a la actualidad dramática o a la esencia mas decrépita del ser, el cambio de registro ha sido absolutamente brutal y parece haber generado algo simple, algo muy sencillo, que sabemos siempre es lo mas complejo. Hacer reír a carcajadas a un público entregado al enredo y formar parte de esos mirones de palacio que escuchan tras las puertas. Todo esto tiene un nombre, Miguel del Arco.
Acompañado
por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico que se enfrenta por primera
vez a esta función, un elenco que brilla en escena, excelente ejercicio de
dicción gesto y voz, con un verso sobresaliente, estamos presenciando en cada
obra de la que disfrutamos un trabajo y un esfuerzo inenarrables por parte de
la compañía.
Se lo contamos:
Escalada
y del Arco trasladan el contexto hasta
los años 50 y 60 del siglo XX para tratar la historia de amor entre Diana y
Crotaldo, hijos de los duques de Mantua y Parma cuyas diferencias políticas
hacen imposible el amor de sus hijos. El
desencadenante de la trama está provocado por un lujoso vestido que pertenece a
Diana pero que lleva puesto su criada Gileta. La confusión entre señora y
criada dará pie a una serie de disparatadas situaciones causadas por el trueque
de identidades.
Alba Recondo en el papel de Gileta se hace con el protagonismo absoluto de este dislate, la actriz se mueve divertida, inteligente, cómplice, descarada, entendemos que libre en la creación de personaje y por este motivo ha generado verdad en escena de un personaje que por intenso podría haber caído en lo estridente. Y es que a Gileta no le mueve el honor, razones ocultas, o dobles sentidos, la vida con su marido no la motiva, una mujer sexual y del todo pasional que reivindica acción. Una inmejorable presencia escénica que genera dinamismo a lo largo de toda la función.
Alejandro Pau, es uno de esos actores que ya nos tiene ganados, su perfecto verso, su mirada que transmite intención, aprendizaje continuo y dominio de textos clásicos. Un cambio de registro siendo Segismundo hace unas semanas a un resuelto Crotaldo que se mueve como pez en el agua entre enredos, amores y desamores junto a Irene Serrano en el papel de Diana, con la actriz llega la mesura y el equilibrio a escena, una comicidad mas templada pero necesaria también, cordura entre tanta locura razonable, punto de encuentro entre razones y sin razones, en definitiva la mas inteligente de todos que consigue liarlo todo para conseguir lo que ella quiere.
Han
conseguido que personajes en principio accesorios tengan el foco sobre sí cada
vez que salen a escena, José Cobertera
es el ejemplo de un trabajo bien construido en este sentido, en el divertidísimo
papel de ragazza, desdoblándose a su vez en confesor y confidente, junto a
él José Luis Martínez en el papel de Duque
de Mantua y de Parma con una ragazza siempre colgada del brazo, resignado ante
tales desvaríos.
Amaya Cortaire ha creado una escenografía
que genera dinamismo, paredes
giratorias y cuatro espacios que permiten dotar de rapidez y agilidad a los
cambios y movimientos de un elenco que
se completa de manera redonda con Mariano
Estudillo, Aisa Pérez, Víctor Sainz, Pau Quero, Anna Maruny, Jose Luis
Verguizas.
Destacable
mención al trabajo de asesoría de verso por parte de Vicente Fuentes, espacio sonoro de la mano de Sandra Vicente, iluminación trabajo de Juanjo
Llorens junto a Sandra Espinosa
en vestuario y música de Arnau Vilà
Un Calderon gamberro que dará poco que hablar porque
estarán ustedes ocupados riendo a carcajadas. Atrevidamente recomendable.
La señora y la criada
Teatro: Teatro de la Comedia
Teatro: Teatro de la Comedia
Dirección: Calle Príncipe.
Fechas: Del 10 de diciembre al 2 de febrero.
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