Todas las guerras dejan siempre muchos más vencidos que vencedores. La mayoría de los afectados por cualquier conflicto bélico tardan en recuperarse, si es que alguna vez lo consiguen. Un sinsentido que transforma para siempre las vidas de las personas, que las obliga a dejarlo todo para huir de sus casas a otros países, o a los que se quedan les ofrece un futuro negro, marcado por el aislamiento, la pobreza y el dolor.
Miguel Torres (director de la obra)es el impulsor del Teatro Lagrada, una sala especializada desde sus comienzos
en realizar ciclos teatrales sobre temas concretos para entrar de lleno en
ellos. En los meses de noviembre y diciembre de 2019 organizan y desarrollan el
ciclo “La guerra sin fin” para profundizar y en la medida de lo posible
desarrollar no ya el sinsentido de la guerra sino las consecuencias de los
conflictos armados.
El ciclo está
formado por "Guerra, ¿y si te pasara a ti?", "La mala herencia" y la obra que nos
ocupa "Guardo la llave". El título de la obra proviene de
un libro que el Teatro del Astillero editó como consecuencia del encargo
de realizar un taller sobre el tema de los exilios masivos obligados por los
conflictos armados. Y en particular, sobre el exilio originado por la guerra
civil española y los 40 años de dictadura posterior. Concretamente evoca otro
exilio - este mucho más anterior- el de los judíos sefardíes expulsados de
España que se fueron pronunciando esa palabras "guardo la llave" con
la esperanza de volver a la que era su casa algún día.
La obra, está compuesta por una serie
de relatos breves que tienen el nexo común de la guerra y sus consecuencias. Aunque
en un principio pudiera parecerlo, no es un recorrido cronológico de la guerra
civil, el exilio y la posguerra; más al contrario narra distintos episodios que
aunque como decía tienen un punto en común, es por momentos paradójico ya que mientras algunos harían lo
que fuera por poder llegar a la frontera, otros viven con la eterna esperanza
de poder volver a su país y a su casa.
El primer relato nos traslada a lo
que se supone es una especie de cárcel donde encierran juntos a hombres y
mujeres sin saber muy bien donde están ni por qué. Otro de los relatos - quizás
el más impactante- cuenta intercalado durante toda la obra, la vida de un
miliciano anarquista y como a lo largo del tiempo pasa de los iniciales planes
de matar a Franco y la esperanza de que la segunda guerra mundial hará que el
silencio cómplice y la pasividad de las potencias "aliadas" cambie
por una ayuda que nunca llegó. Demoledor como transcurre la vida encerrado y
escondido en la casa de su novia y como la esperanza inicial va dando paso al
pesimismo, al realismo y a la desilusión.
Otro
de los relatos - muy relacionado también con el título de la obra- cuenta la
carta que escribió Margarita Xirgú, muy emocionada por la posibilidad
real de poder volver a España y como un artículo publicado en un periódico de
la época donde se indicaba como debía ser el recibimiento que debía dársele
truncó esa vuelta tan anhelada.
Son una serie de relatos costumbristas sobre una parte de nuestra Historia (sin que se trate de una obra histórica), una obra impregnada de mucho realismo, con grandes toques de ternura y melancolía no exenta en determinados momentos de ciertos toques de humor, imprescindibles para no acabar enloquecido.
Son una serie de relatos costumbristas sobre una parte de nuestra Historia (sin que se trate de una obra histórica), una obra impregnada de mucho realismo, con grandes toques de ternura y melancolía no exenta en determinados momentos de ciertos toques de humor, imprescindibles para no acabar enloquecido.
Quizás el hecho que la obra se desarrolle
en la guerra civil española es anecdótico, es la guerra civil como podría ser
cualquier guerra en cualquier país del África subsahariana, por desgracia si
hay algo que no conoce fronteras son las situaciones, las sensaciones, las consecuencias narradas en la obra que se dan
en cualquier tipo de guerra pasada, actual y desgraciadamente futura.
Cabe destacar que en la obra no hay
generales, no hay soldados, ni bombardeos, ni tanques, solo gente, hombres,
mujeres y niños inocentes que sin haber generado ni participado de semejante locura,
son las verdaderas víctimas de semejante barbarie. Todos los relatos son
pedazitos de vida, de ilusión, de sueños, de miedo, de esperanza. De no resignarse
a perder una vida, de intentar hasta el último día recuperar lo que la guerra
les robó y lo que la historia les debe.
Los personajes son todos unos
apátridas, viven en un exilio constante. No sabría decir cual de los dos fue
más duro, si el exilio de los que se pudieron ir fuera (Méjico, Argentina,
Uruguay....) o los que tuvieron que vivir exiliados en su propio país, en su
propia casa.
Los protagonistas de este texto, de
estos diez trozos de vida, de esperanza, de sueños, de ilusiones, de miedos,
guardan la llave no ya como memoria, sino como fuerza e ímpetu; como voluntad
de regreso, como firme necesidad por recuperar una vida robada, aniquilada por
una voluntad arbitraria; como firme anhelo por reconquistar una tierra, un
pueblo, un país y con ello, la posibilidad del odio, del cansancio, del
aburrimiento, incluso. Exiliados que tuvieron que mirar para otro lado y se vieron
obligados a cumplir unas leyes, unas normas, unas costumbres con las que no
estaban de acuerdo.
El elenco, formado por siete excelentes actores, nos muestra de una forma cruda y desgarradora lo que fueron esos pequeños ejemplos de vidas truncadas, que tuvieron que dejarlo todo, cambiar de vida, por culpa de una guerra. Cesy Pedraza, Antonia Domínguez, Javier Bobillo, David Solera, Eva Bacardit, Miguel Camberro y Jorge Izquierdo forman un compacto grupo que nos hiela la sangre desde el primer al último relato, en un trabajo encomiable, lleno de fuerza y de verdad.
Hay que destacar en la parte técnica la escenografía diseñada por Gregorio Calatayud (también responsable del vestuario) que nos plantea un espacio neutro, en el que nos sentimos seguros, para desmontarnos, aniquilarnos, destrozarnos con lo que va ocurriendo en escena. Primordial en este montaje la utilización de la iluminación diseñada por Elías Torres, que da una textura particular a cada escena, en el lúgubre tono general.
Los relatos son certeros, relatos de una misma historia y a la vez de muchas historias, perfectamente montados y enlazados entre sí. Con una escena final sobrecogedora e intensa que no pueden dejar de ver. No debemos dejar nunca de guardar la llave.
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Teatro: Teatro Lagrada
Dirección: Calle Ercilla 20
Fechas: Viernes y Sábados a las 21:00. Domingo y Lunes a las 20:00.
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