En el último tramo de la vida todo se ve con otros ojos. Tendemos a cuidarnos más, nos preocupa nuestra alimentación, nuestro peso, el mundo que le dejaremos a nuestros hijos. El peso que deben soportar sobre sus conciencias aquellas personas que trabajaron en un lugar que, por el motivo que sea, ha causado un gran daño al planeta (o simplemente a su entorno más próximo), debe ser terrible. El levantarse cada día sabiendo que el destrozo causado se pudo evitar y que se podía haber hecho algo. Un dolor, un cargo de conciencia, una responsabilidad, difíciles de llevar.
La responsabilidad que cada uno de nosotros tiene con el futuro tiene que ver con todas las cargas que cada cual soporte por su pasado. Pero en estos tiempos de tanto cambio, de tanta necesidad, nos vemos obligados (quizás por primera vez en la historia) a pararnos a pensar sobre el futuro, pero no ya el personal sino el que vamos a dejar a futuras generaciones. Por primera vez vemos que nuestro modo de vida no es el que debería, que la huella que estamos dejando al planeta lo está dañando de muerte, que el lugar donde viviremos dentro de unos años, si no se hace algo rápido, puede ser un lugar horrible, en el que sea muy difícil sobrevivir. La inconsciencia del ser humano con el planeta nos ha llevado a esta situación límite. Ahora toca asumir las consecuencias para evitar que vaya a peor.
Este nuevo proyecto de Producciones Teatrales Contemporáneas S.L. pone en pie el texto de la autora británica Lucy KirkWood, con traducción de Cristina de la Peña, que hace una profunda reflexión sobre la responsabilidad que tenemos, tanto como individuos como en el colectivo de la sociedad, en el mundo que les estamos dejando a las generaciones futuras. Kirkwood tiene una gran trayectoria en teatro ("Chimerica", "Small hours") y televisión ("Skins", "The Smoke"), consiguiendo premios tan importantes como el Oliver a la mejor obra revelación, el Critics´ Circle, el Evening Standard o el Susan Smith Blackburn. Un texto muy de actualidad, que transmite la necesidad de plantarse ante nuestro modo de vida, cambiar de forma radical para que el futuro deje de verse tan negro como ahora.
El hiperactivo David Serrano vuelve al Pavón Teatro Kamikaze, después de que el año pasado dirigiese la interesante "Port Arthur". En esta ocasión, el prolífico autor se ha encargado de la adaptación de este complejo texto, faceta en la que ya ha cosechado éxitos tan rotundos como "Cartas de amor", "Tierra de fuego", "Bajo terapia", "Elling" o "La mentira". El autor consigue dar a cada personaje una serie de matices diferentes, que los llevan a lugares sombríos de la relación entre ellos y a enfrentarnos a la cruda realidad del futuro. El texto transcurre de forma sigilosa por aspectos importantes, como puede ser el cambio climático, el paso del tiempo o la amistad, de una manera pausada, por lo que nos adentra en la vida de estos tres personajes de una forma natural, como si estuviésemos dentro de la escena. Los personajes reaccionan como lo haríamos cualquiera de nosotros ante lo que les va ocurriendo, todo ocurre con sincera naturalidad, con una normalidad que nos transmite una historia marcada por la humanidad de los personajes.
Serrano asume también la dirección (con Daniel de Vicente como ayudante de dirección) de este interesante alegato sobre la responsabilidad que adquirimos, con el paso del tiempo, sobre lo que vamos dejando a las futuras generaciones. Sin duda estamos ante uno de los autores más prolíficos de nuestro país, con títulos tan dispares como "La venus de las pieles", "Lluvia constante" o "Universos paralelos" y musicales como "Billy Elliot" o "Más de 100 mentiras". En esta ocasión sitúa toda la acción en una pequeña casa aislada del mundo, en el que todo ocurre a otro ritmo, como ralentizado, sin las prisas de la vida que aparece avanzar acelerada hacia un precipicio.
La obra nos sitúa en un lugar conocido, por la cercanía de lo que se cuenta, sin llegar a saber en ningún momento donde ocurre la historia. Porque en realidad lo que se cuenta en este montaje habla de responsabilidad, de darse cuenta de lo mal que lo hemos hecho para intentar solucionar lo que esté en nuestras manos, pensando en los que vienen detrás. La acción transcurre en un aislado lugar, ambiguo y austero, sin alardes, para simbolizar como se han recluido los protagonistas tras la catástrofe de la que formaron parte hace un año. No sabemos cuando sucede, pero todo nos resulta familiar, desde los temas que tratan hasta las ideas que cada uno de ellos tiene del mundo, todo hace indicar que es una situación que podría ocurrir en nuestros días. Por catástrofes en las que involucrarse no será.
La autora, pese a su juventud, sabe transmitir a la perfección los miedos, las angustias, las frustraciones, los anhelos, los reproches, las mochilas cargadas de cosas, de unos personajes que están haciendo balance lo vivido, recapacitando sobre lo que han hecho bien y en lo que se han equivocado, pero sobre todo, al ver cerca el final, planteándose que les van a dejar a los que vienen detrás, si han sido consecuentes con el planeta o lo han herido de muerte. Una interesante reflexión sobre el paso del tiempo, los lastres que uno va acumulando, y los distintos puntos de vista que cada uno de los personajes tienen sobre lo que les toca vivir, las esperanzas y los miedos.
El propio director David Serrano habla de que la obra "nos interpela sobre el futuro desde un pasado que se acaba . Desde el pasado de la relación afectiva de tres amigos que trabajaron en una central nuclear y sobre el futuro de los millones de personas anónimas que trazan la nueva generación que se abre paso. Y, entre el pasado de unos y el futuro de los otros, el presente del planeta como vínculo".
Hazel y Robin viven en una pequeña cabaña (un poco lúgubre) en medio de la nada, apartados del mundo, pero cerca del lugar que cambió sus vidas para siempre. Ellos son dos científicos nucleares retirados, desde que hace un año ocurriera una catástrofe en la central donde trabajaban. Desde entonces, el matrimonio de jubilados vive tranquilamente en su casa (próxima a la zona de la catástrofe) con la vida centrada en el cuidado de sus hijos y sus nietos. Con continuos cortes de luz y escasez de agua, la pareja intenta mantener las apariencias, hacer como si nada hubiera pasado. Robin cultiva y va todos los días a dar de comer a las vacas, mientras Hazel hace yoga y promueve una vida sana. Los dos viven pendientes de su hija mayor, Lauren.
La tranquilidad del hogar se ve alterada por la aparición en la casa de Rose, una física antigua compañera de trabajo, que viene de visita, a la que no ven desde hace más de treinta y ocho años. La vida ordenada (y bastante impostada) de la pareja se ve interrumpida, alterada, cuando esta ex compañera irrumpe de nuevo en sus vidas. Con su llegada comienzan a removerse los recuerdos, a reabrirse heridas que parecían cerradas, y los sentimientos florecen, pese a que la distancia haya disfrazado alguno de ellos. La vida tan opuesta que lleva Rose (y las intenciones con las que viene de visita) hace que la pareja se replantee sus vidas, el impacto que su trabajo ha tenido en el mundo, y el legado que les quedará a los que vengan detrás.
Adriana Ozores ("La cantante calva", "Atchusss!!!", "Petit Pierre", "Sexos") es Rose la mujer que aparece por sorpresa para hacer saltar por los aires la tranquila vida del matrimonio. Ella es una mujer independiente, solitaria, que vive con el continuo recuerdo de lo que pasó, no ha conseguido pasar página y tiene muchas preguntas por resolver sobre lo que pudieron hacer, sobre su parte de responsabilidad. La actriz, con una larga trayectoria en cine, televisión y teatro (más de una veintena de montajes a sus espaldas), nos regala un personaje que va creciendo a lo largo de la historia, va cogiendo confianza ante sus compañeros y va tomando confianza sobre lo que ha venido a hacer a la casa. Una interpretación minuciosamente creada, en el que cada gesto, cada movimiento, tiene intención, dentro de una mujer con mucho que ocultar, que se va mostrando poco a poco tal y como es.
Susi Sánchez ("Espía a una mujer que se mata", "Los hijos se han dormido", "La paz perpetua", "Mujeres que soñaron caballos") es Hazel una mujer que quiere disfrutar los años que le quedan de vida cuidando de su familia, cuidándose a si misma y olvidando su pasado en la central. Una de las actrices más reconocidas de nuestra escena (Premio de la unión de actores a mejor actriz de reparto por "Cuando deje de llover"), en esta ocasión nos presenta a una mujer dolida por su pasado, que vive en una aparente felicidad, con una vida sana en la que se escuda para no hacer frente a todo lo que le atormenta. La actriz nos muestra a una mujer atormentada, con mucho dolor y rencor en su interior que le impide vivir con la naturalidad que quiere mostrar. Un difícil papel, lleno de matices, que Sánchez consigue bordar, en un papel que, al contrario que su compañera, oculta más de lo que enseña, con la dificultad que ello conlleva a la hora de crear el personaje.
Joaquín Climent ("La cantante calva", "Continuidad en los parques", "Tres versiones de la vida", "Desclasificados") es Robin, un hombre que se adapta a su nueva situación, intentando mantenerse activo mientras lo sucedido en la central le va quemando por dentro. Robin vive en el mundo que Hazel ha creado para ellos, pero echa de menos su vida anterior, intentando mantener sus vínculos con el pasado. Con una larga trayectoria teatral (más de una treintena de montajes), Climent interpreta a un hombre con una doble vida, una que comparte con su mujer y la que él querría vivir, y que intenta mantener viva. Un personaje aparentemente feliz, que nos va mostrando sus lados más oscuros, sus sombras, sus mentiras, creando un personaje que tiene varias realidades en si mismo, muchas capas de las que no todas se pueden mostrar.
El ambiente de la obra nos transmite en todo momento la sensación de encontrarnos en un lugar post apocalíptico, muy lúgubre y con espacios que pueden recordar a los barracones de los militares (o de los campos de refugiados). La escenografía diseñada por la gran Mónica Boromello (con Lorena Rubiano como ayudante), y realizada por Mambo Decorados y Sfumato, nos transmite esa inquietante sensación, un espacio levantado del suelo, metálico y frío, con espacios diáfanos pero sin el menor lujo. Una bella y a la vez descarnada escenografía, que transmite la frialdad del lugar en el que vive el matrimonio. Fundamental también, para conseguir esa sensación de decrepitud, la iluminación diseñada por Juan Gómez Cornejo, que nos mantiene en una penumbra angustiosa la mayor parte de la obra, de acuerdo con el oscuro lugar que están transitando los personajes en sus vidas. Por último hay que destacar el espacio sonoro creado por Sandra Vicente y que ayuda a ese halo de misterio que rodea toda la obra.
Teatro: El Pavón Teatro Kamikaze
Dirección: Calle Embajadores 9
Fechas: De Martes a Sábado a las 20:30, Domingos a las 18:00. Jueves 28 de Noviembre (estreno) a las 20:30 Miércoles 25 de Diciembre y 1 de Enero, 19:00
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