Un universo imaginario que ya es una clara seña de identidad, el de nuestro barrio. No ahora, hace algún tiempo, el de aquellos que honradamente se ganaban la vida y se acostaban por la noche agotados después de la larga jornada, pero juntos. Aquellas dependientas, siempre con su misma cantinela y su buen hacer y que sabían que tipo de bombilla necesitabas, que parecían conocer tu casa mejor que tu y es que quizá las casas eran todas muy similares.
Hoy no, hoy es diferente, un mundo igual de encorsetado pero diferente. Pagamos con contactless y seguro que algún día ni saludamos a la cajera y por supuesto tenemos que volver porque la bombilla no nos vale y es que ni siquiera nosotros quizá conozcamos nuestra propia casa.
Un mundo encorsetado, donde la poesía no tiene lugar, no hay cabida para aquello que decía Miguel de Cervantes “Demasiada cordura puede ser la peor de las locuras, ver la vida como es y no como debería de ser”. Y es que vamos con prisa hacía ninguna parte, sin pararnos a imaginar a pensar en otros necesarios mundos, en otras realidades.
En una nueva producción de Nueve de Nueve Teatro, Jose Troncoso presenta una propuesta cercana y bien construida, una trama descaradamente sencilla donde lo que importa es sumergirse en la idea, en el subtexto y que indudablemente consigue con un público que llora de risa, y en ocasiones hasta ríe de llanto, como así sucedía con la magnífica “Las Princesas del Pacífico” que aún sigue resonando a la espera de volver a verlas y “Lo nunca visto”, pequeñas joyas que ya forman parte del que ya todos inevitablemente nombramos como el universo Troncoso. El dramaturgo dota a los personajes de la dignidad del humilde, del que no tiene nada material que perder, pero se tiene a sí mismo y los valores que le acompañan.
Se lo contamos:
Esteban y Marigel tienen una ferretería.
Esteban y Marigel se quieren.
Esteban y Marigel son felices y no se hacen muchas preguntas. Todo muy bien.
Ellos son, Esteban y Marigel y punto.
Pero un día el Teatro viene al pueblo y Esteban deja de ser Esteban…
Fascinado por la experiencia, Esteban ya no puede volver a ser el mismo. Algo ha cambiado en él.
A partir de ese día, “La Música” lo posee, literalmente, convirtiendo su vida entera en un grotesco musical, incomprensible a los ojos de un pueblo como en el que viven.
Y Esteban empieza a decir la verdad cantando todo el rato…
Arder y cantar.
Por si esto fuera poco, este buen hombre que ahora es loco, que ahora es libre, que ha sido poseído por el teatro, se acompaña de un músico al piano en directo, Nestor Ballesteros con música compuesta por Mariano Marín. Ballesteros vestido de rojo, subido al mostrador, parece ser cómplice de las locuras de Esteban.
Marigel, pues a ella, es que el teatro le pareció una tontada, no le hace gracia , no le gusta , no lo entiende ¿tú te ríes?.
En definitiva la realidad, lo que es y lo que ha de ser, una mezcla que no puede dar un mejor resultado, que de tan esperpéntico es de lo mas real.
Una escenografía con cadenas que cuelgan y llevan la vista hacía el mostrador de la ferretería trabajo de Juan Sebastián Domínguez también responsable de vestuario, que junto a David Picazo en el trabajo de iluminación crean una atmosfera que permite imaginar, alegorías mas que ambientes, te deja pensar en la música como concepto, excepto cuando Marigel se sube al mostrador, donde de modo hilarante vuelve a ella y no al concepto. Pero como siempre no se lo vamos a contar, porque preferimos que lo descubran ustedes mismos.
Una obra en la que sus actores brillan, un tándem de excepción que hará las delicias de un público puesto en pie para aplaudir un trabajo en el que se han dejado la piel.
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