Teatro: La Gaviota. Teatro Abadía

Yo soy Charli in red o Carlos Pavón fuera de este blog, Yo soy Fermj75 en Twitter o Fernando Muñoz Jaén fuera de las redes. Yo soy la gaviota. Yo soy vida. Yo soy amor. Yo soy búsqueda. Yo  soy lago. Yo soy arte. Yo soy teatro.




No se nos ocurría algo mejor para empezar esta reseña que anonadados nos dejó en el Abadía. El montaje es especial, nos habían comentado. No os la podéis perder, nos dijeron. Y que mejor manera de pasar una tarde lluviosa en el calor del teatro. En el calor del Abadía. Si bien el escenario con sus mesas de oficina, sus sillas, su guitarra no inducía al calor, poco a poco, y con un respeto tremendo, esta obra nos fue dando calor, color, y sobre todo reflexión, tal y como pedía y quería Nao.

Y tal como nos contaba él ¿Se puede juzgar el arte? Complicada respuesta para una certera pregunta. Se puede amar el arte, y transmitirlo, tal y como lo hicisteis anoche, y también se puede y debe transmitir al mundo para que lo conozcan. Para que vuelen con vosotros, con las gaviotas.

Realidad y ficción, dos mundos que en esta obra se difuminan para entrelazarse y formar una única historia, más sólida y contundente que las otras por separado. Dos mundos, dos visiones, la de Carlos y la Fernando (los dos autores que firmamos estas líneas), que se unen para hacer este relato sobre una pieza singular, en la que todo se une, en la que los límites no se acotan, se traspasan constantemente para invadir y retroalimentarse de la energía del otro. Dos puntos de vista de una misma realidad, o dos realidades vistas por los ojos de un mismo foco (el del espectador). Todo en este montaje resulta tan singular como real, el tránsito continuo entre el relato y la vida nos hace partícipes a todos nosotros de la historia, y a la vez nos traslada a ese lago donde todo ocurrió.


Mónica, Irene, Roser, Xavi, Nao y Pau, con sus nombres, sus trayectorias, sus vidas, nos embarcan en una casa junto al lago , con sus miradas, con sus silencios, con sus frustraciones y anhelos, como cualquiera de nosotros, como nos decía Irene cuando empezó en todo esto, pensando que los actores y las actrices eran de otro planeta. Pero resulta que sí, que viven entre nosotros, lloran y ríen, se caen, se levantan, todo todito como nosotros… como en la gran obra maestra de Lubitsch, con su Ser o no Ser, con ese canto al teatro donde tomó prestada la prosa de Shakespeare (¿No somos humanos? ¿Es que no tenemos ojos, manos, órganos, sentidos, proporciones, afectos, pasiones? ¿No nos nutre la misma comida, nos hieren las mismas armas, sujetos a las mismas enfermedades? ¿Curados con los mismos remedios, calentados y enfriados por el mismo verano e invierno? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ofendéis, ¿acaso no nos vengaremos?).



Y en esta casa junto al lago viven unos artistas, nuestros actores y actrices, y se establecen las relaciones, los conflictos, la vida real, el lago, la gaviota, la búsqueda, la reflexión, el frío, la pasión, el miedo, el humor… todo ello en un contexto cotidiano, con ropa cotidiana , con almas cotidianas en un no cotidiano escenario. El que nos está tocando vivir. Quizás en estos tiempos tan difíciles, esta abstracción de la obra de Chéjov sea aún más relevante, coja un mayor sentido. En esta realidad pandémica que nos toca vivir, en la que la realidad supera a la ficción de tantos relatos apocalípticos, la naturalidad con la que se aborda este texto nos llena de verdad, de realidad, de sentimiento, de amor al teatro y a la vida.


El teatro se funde con la vida, bebe de ella, se nutre, se empapa de vida, junto al lago. Como la vida misma, como los amores, a veces correspondidos, normalmente no, con las búsquedas continuas de los vínculos, de la seguridad, con idas y venidas en un devenir de sensaciones, de viajes al lago o a Malasaña, de vidas transparentes, de palabras a compartir. “Si alguna vez necesitas de mi vida, ven y tómala”. La vida como un relato, o un relato de vida. Porque la vida no deja de ser eso, un relato con momentos dulces y amargos, con viajes que nos llevan a lugares inhóspitos y otros que nos sumergen en duras luchas por alcanzar aquello que deseamos.




Actuaciones reales y de verdad. Actores y actrices que se desnudan en el escenario para hacernos una gaviota mas amable, mas libre y mas sincera.  Una dirección creativa y atrevida de Álex Rígola que nos ofrece una gaviota humana, una reflexión continua que nos saca de nuestra zona de seguridad para deambular por los límites de la mente y del corazón, tan peligrosos y tan mágicos. Quería, quería, quería… quiero vivir y no podré, nos dice Nao, en una paradoja de la vida, de la muerte, tan humana… un viaje a las profundidades del alma humana, en el que el director se mueve por arenas movedizas, por esos lugares tan indefinidos que son los sentimientos.


Ellos son Irene EscolarNao AlbetMónica LópezXavi SáezRoser Vilajosana y Pau Miró, pero también IreneNaoMónicaXaviRoser y Pau, mitad actores y mitad personajes, mimetizando ambos mundos para conseguir una realidad mucho más sincera, o una ficción mucho más profunda. Actores, actrices, hombres y mujeres que se reúnen para hablarnos de la vida y el amor, de los miedos y de los sueños, de los propios y de los ficcionados por Chéjov, que al final tienen muchos puntos en común, muchas aristas comunes, muchos matices que lejos de pertenecer a uno de los dos mundos son parte de la esencia humana.



Esta pieza que nos habla de amor y de teatro, nos transmite realidad y verdad a cada instante. Es tal el compromiso de todo el elenco y del propio director por mostrarnos una pieza fuera de cualquier artificio, que va mucho más allá de un ejercicio metateatral, es mucho más profundo que el simple concepto de la ruptura de la cuarta pared. Se convierte en un viaje introspectivo, pero no solo de los personajes y de los actores, sino de nosotros mismos, que nos vemos "empujados" a compartir ese viaje, esas reflexiones, para hacerla nuestras y a la vez pasarlas por nuestra propia memoria, para hacernos nosotros también todas esas preguntas que sobrevuelan la obra. Una obra llena de vida, de realidad. Una historia que transita entre la vida y la ficción. Una realidad marcada por la reflexión de Chéjov.



Yo soy Charli in red. Yo soy Fernando Muñoz Jaen . Yo soy gaviota. Dos percepciones de una misma realidad. Dos visiones sobre una obra dual, en la que realidad y ficción se confunden, se dispersan para compenetrarse de tal forma que nos resulta más real que nuestras propias existencias, tan surrealistas en estos tiempos de pandemia.

VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Abadía
Dirección: Calle Fernández de los Ríos 42.
Fechas: Del 10 de Septiembre al 4 de Octubre. De Martes a Sábado 20:00. Domingos 19:00.
Entradas: Desde 11€ en TeatroAbadia.


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