Los que hablan en Teatro de la Abadía.


Esta obra cae como orbayu en tiempos de sequía, esa lluvia liviana casi imperceptible pero que empapa. Todo un atrevimiento en tiempos de ruido, en el que bebemos sin tener sed, comemos sin tener hambre y hablamos sin tener nada que decir.

Tiempos en los que estamos pensando en lo próximo que palabrear sin dar espacio de escucha al otro, tal y como dice Ismael Serrano en una de sus canciones “si se callase el ruido quizá podríamos hablar”.

Pu, pu, pu… Onomatopeyas entre silencios, mucho mejor sin duda que el silencio mismo. Silencio, ¡eso nunca!

Volver al origen, vaciarse de contenido, crear la nada para volver a construir, para volver a la inocencia y entender. Jarrones vacíos, blancos los rostros. Pureza. Pablo Rosal intenta componer en su texto una conversación, no es empresa menor, no crean. Nosotros antes de disfrutar de esta obra, creíamos que una conversación era cosa sencilla y nada mas lejos de la realidad. Rosal nos permite volver al teatro en palabras mayúsculas, ese que permite hacerte preguntas, cuestionarte una realidad tan establecida que de imperceptible ya ni sentimos que tiene sus raíces podridas.

Y te sientes vulnerable y ridículo al mismo tiempo, y tan frágil que este texto se convierte en comedia porque te ríes, mucho, con tu propia fragilidad. Te invita a repensarte y pensar desde la nada. Rompe la cultura establecida por un rato, para pensar por ti mismo. Un juego teatral en el que te sientes protagonista y no un mero espectador, una herramienta de transformación que no sentíamos desde hacía tiempo.

No es una obra existencial, no queremos explicarnos mal, pero la nada tiene poco que perder y puede mirarnos a los ojos con la honestidad del que mira sin juzgar.

¿De dónde vienen las palabras? ¿Una concatenación ininterrumpida de palabras compone una conversación? ¿Cuánto mas rimbombantes, pedantes, pretenciosas las palabras es mas conversación o es una conversación mas interesante?

Malena Alterio y Luis Bermejo se dejan llevar como esos personajes vacíos por Pablo Rosal que también dirige la propuesta. No ha podido rodearse de mejores actores. Bermejo se mueve a la perfección entre silencios, onomatopeyas y miradas cómplices.

Malena Alterio, irradia templanza, con una vis cómica natural un halo de humildad la rodea en escena haciéndola más grande a ella pero también a su compañero. La gestualidad inefable de Bermejo, los cambios de registro en un abrir y cerrar de ojos, una voz que le acompaña para llenar la escena, o que le mete en un rinconcito. Actor y actriz muestran un vasto conocimiento del teatro gestual, teatro del absurdo, sin duda alguna del clown mas intimista. Una plasticidad impecable de rostros pausados, como en las obras de Hopper de tiempo detenido, condensado en espera latente de lo que está por llegar.
En definitiva, dos personajes que intentan conversar en escena, que conocen la palabra, pero no las reglas para utilizarlas, que no saben de donde vienen. Jugando, como así debiéramos aprenderlo todo, van enlazando palabras, pero no suyas, palabras que dijeron otros. Palabras que no son escuchadas, que se escapan, los conceptos han perdido su contenido y hoy ya no significan nada. No damos sentido a la palabra, repetimos como autómatas, como si ,te quiero, fuera algo que tienes que decir, pero no que sentir. Y así cada vez mas ruido.

Nunca lo hacemos pero algunas escenas me recordaron tanto a una imagen que si me permiten hoy haré una excepción y voy a compartir aquí:

                              

Todo es banal, no nos escuchamos ni a nosotros mismos, turnos de palabra en cafeterías para invertir tiempo, estar muy ocupados, tener muchos planes y poder decir no tengo tiempo. Pero si alguien nos pregunta, -¿Qué tal estás?,  - Pu, pu, pu...

Les acompaña el trabajo de Almudena Bautista con un vestuario atemporal, una esencia precultural, fuera de toda moda, con tintes de aquel teatro que daba valor al texto, y no tanto al entretenimiento vacío. Si esperan una escenografía compleja, con atrezzo de punta a punta del escenario, donde no sabes donde mirar para abarcarlo todo, entonces es que en línea anteriores debí expresarme fatal.

Todo esto es sin duda palabrería. Vayan, déjense llevar, sientan y permítanse reírse de sí mismos.

No lo duden. La cultura es segura. 

Silencio.


Los que hablan
Dirección: Calle Fernández de los Ríos 42.
Fechas: Hasta el 8 de Noviembre
Entradas: Desde 11€














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