Teatro: Sombras y realidad. Teatro Español

La figura de Galdós es imponente en toda su extensión. Considerado como uno de los autores más destacados del pasado siglo, retrató como nadie la realidad que le tocó vivir, siendo un inmejorable cronista de su época. Pero también es reconocida su estrecha relación con las mujeres, tanto en lo personal como por la cantidad de magistrales personajes que creó, supuestamente ayudado por su profundo conocimiento del género femenino, al que tanto halagó y sedujo. Todo esto creo un personaje inigualable, por su relación tan cercana con lo que sucedía a su alrededor y con las mujeres. Esta dualidad es la que centra toda esta mirada sobre la vida y la obra de este singular autor.



Este montaje de manera inteligente en las entrañas de uno de los personajes más relevantes de nuestra historia reciente. La obra se concibe como una deliciosa disección de la figura de Galdós desde el prisma de las mujeres que marcaron su vida y su obra. Porque este singular autor se rodeó durante toda su vida de innumerables mujeres, creando algunos de los personajes femeninos más interesantes de la literatura española. Mujeriego empedernido, reflejó como pocos la figura de la mujer de su época, aunque en la mayor parte de los casos salieran mal paradas de sus obras o tuvieran vidas tortuosas. Este es el momento de redimirse, de pedir perdón y dar las explicaciones necesarias a todas ellas, es la hora de rendir cuentas y cerrar todas las heridas abiertas.


Esta producción del Teatro Español nace desde el minimalismo para ir despojándose de tapujos, creciendo por es espacio como la imaginación infinita de Galdós. Desde un lugar oscuro al que pertenece el autor en sus últimos años, la obra se volviendo más luminosa y fresca conforme el autor viaja por los distintos episodios de su vida y obra. La obra crece en torno a la figura de Galdós pero se sustenta en el poderío de las mujeres que poblaron su vida, desde sus amantes (Concha Ruth, Emilia Pardo Bazán, Teodosia o Lorenza, madre de su única hija) a sus creaciones literarias (Fortunata, Marianela, Doña Perfecta o Tristana), mujeres todas ellas que marcaron profundamente la vida del autor, dejando gran calado y alguna que otra deuda pendiente. Un viaje a las intimidades de un hombre que vivió muy pegado a las mujeres y a su realidad, y que a través de ellas podemos conocer un poco mejor al artista.


El ingenioso texto de Ignacio del Moral y Verónica Fernández destila naturalidad, ternura y mucho amor, los pilares fundamentales sobre los que se cimentaba la obra del escritor canario. Un texto que se mueve entre lo onírico y lo real, entre los recuerdos y los deseos, entre lo que pudo ser y lo que nunca será. Sobre la figura grandiosa de Galdos emergen todas sus musas para ir construyendo el mito del autor, ese hombre comprometido con su época que dejó un hondo recuerdo en aquellas mujeres que marcaron su vida. Este recorrido vital está lleno de deudas pendientes, de relaciones enquistadas, de personajes condenados, de todo ese mundo que creó el escritor tanto con sus hechos como con su pluma.

El montaje que dirige magistralmente Pilar G. Almansa (con Manu Báñez como ayudante de dirección) transita las distintas capas de la personalidad del autor, la vehemencia con sus amantes, el desprecio por el compromiso, la complicidad con Pardo Bazán, el despotismo con sus personajes femeninos (reflejo de la sociedad en la que vivió), la displicencia con quien le rodeaba, la vehemencia de sus actos marcados por el corazón que por la cabeza. Para la directora "bucear en la vida de Benito Pérez Galdós me ha revelado que las monumentales obras de ficción realista y universal que nos dejó como herencia son también una plasmación de sus deseos, contradicciones, obsesiones y sentido del humor. A veces, su correspondencia casi literal con su biografía es asombrosa. Así, sus novelas se convierten en una conversación íntima entre el lector y Benito. Entre Benito y yo".  



Almansa ("Cama", "El buen hijo", "Mauthausen, la voz de mi abuelo") quiere huir del "blanco y negro que, por la fotografía de la época, marca nuestro imaginario de Galdós" y cimienta su montaje en un viaje por todas las personalidades del autor y de algunas de sus principales creaciones literarias. De este modo viajamos por las distintas facetas del autor para conocer su ironía, su profunda humanidad, su amor por la vida, su compromiso social, su seductora forma de tratar a las mujeres, su pasión por todo lo que le rodeaba. Una persona que en este montaje se nos muestra como fue en realidad, lejos de la idealización que de él se tiene en los libros de historia, en los que hablan de él "exclusivamente" como el grana cronista de su época. En este "viaje al centro de Galdós" conoceremos al autor y a la persona, viendo como se entrelazan la realidad y la ficción, como su vida impregnó su obra y ésta era un fiel reflejo de lo que le transmitía su propia existencia.

La directora crea un montaje en el que se difumina lo onírico y lo real, lo que se aleja mucho de la imagen que tenemos del autor, tan ligado al realismo casi periodístico. Almansa reconoce que "me encontraba ante una contradicción estética: la obre proponía una situación irreal, casi onírica, mientras que Galdós es en sí mismo un referente estético del realismo. Así pues, la pregunta era ¿Cómo podemos soñar el realismo? ¿Cómo podemos no traicionar ni al texto ni al propio Galdós? La búsqueda estética ha estado encaminada, desde todos los planos de significación, a intentar encontrar ese lugar en el que mantuviéramos ambos referentes y, gracias a ellos, pudiéramos encontrar un tercer lugar en el que sueño y realidad se fusionaran en escena".


Podemos confirmar con rotundidad que la directora ha conseguido plasmar todo esto en un excelente montaje, poético por momentos, seductor en otros, delicioso en su conjunto. La historia transcurre entre las conversaciones que el autor mantiene con sus musas, llevado de la mano por ellas mismas para recordar todos los momentos que marcaron su vida y, consecuentemente, su personalidad. La obra transita los diversos lugares que marcaron la esencia del autor, se nos van encajando las piezas hasta conseguir un preciso collage en el que vemos toda la grandeza de Galdós. La historia se desliza entre reencuentros y confesiones, entre disculpas y alegatos de lo que fue su ideario, para que al final de la obra todo encaje como en un complejo puzzle, en el que ninguna pieza tiene sentido sin las que le rodean.

Para encarnar a este poliédrico Galdós, que va despojándose de sus mochilas hasta quedar liberado, tenemos al gran Jesús Noguero ("Consentimiento", "Ensayo", "Espejo de víctima" por nombrar sólo algunas de sus últimas impactantes actuaciones). Su actuación pasa por diferentes fases, en una prodigiosa transformación en la que pasa de la ceguera inicial, al asombro constante al reencontrarse con "sus mujeres", hasta que acaba feliz por poder saldar deudas con todas ellas. Noguero dota al personaje de infinidad de capas, de pequeños matices en cada escena, de distintos tonos en sus relaciones, desde el compadreo con Pardo Bazán a la desesperación con Lorenza. Una contundente interpretación de este actor mayúsculo.




Junto a él, un maravilloso elenco de actrices que muestran la diversidad de personalidades del escritor. Durante toda la obra le acompaña en escena Carmen Conesa ("Follies", "La familia Adams"), dando vida a Teodosia e interpretando al piano varias piezas musicales. Conesa deambula por la escena como un fantasma, con la rigidez y templanza de quien sabe lo que hace, con la soberbia de la quien le marca al autor el camino a seguir. Elegante y comedida, sirve de punto de referencia en todo momento, como el faro al que sigue Galdós. La actriz domina y marca el tiempo de la historia, tanto con sus contactos con Noguero como con sus interpretaciones musicales.

Diana Palazón ("Divinas Palabras", "Alejandro Magno") es la encargada de dar vida a todas las creaciones de Galdós. Fortunata, Tristana,  Marianela, Doña Perfecta, todas tratadas con una frescura y un matiz diferentes. Provocadora Fortunata, insegura Tristana, cercana Marianela o agresiva Doña Perfecta, todas ellas creaciones singulares de Palazón, que les imprime una fuerza y una singularidad maravillosas. Su "flexibilidad" a la hora de cambiar de personajes (y de indumentarias) es prodigiosa, cambio de registro, tono y fisionomía en cada uno de ellos. Portentosa interpretación con todas las dificultades que conlleva dar vida a personajes tan universales.


Divertida y alocada la interpretación de Marta Aledo ("Bailar en la oscuridad", "Incrementum") dando vida a Concha Ruth. La actriz nos regala un papel cargado de amor y ternura, extravagante en ocasiones y lleno de rencor hacia el escritor. Un personaje lleno de frescura y alegría, que nos deja escenas de gran intensidad junto a Noguero. Amparo Fernández ("Las Bárbaras", "Tierra del fuego")  está soberbia interpretando a Emilia Pardo Bazán, la única mujer que no le guarda rencor a Galdós y la que sigue teniendo un feeling especial con él. Ainhoa Santamaría ("Feelgood", "Todos eran mis hijos") encarna a Lorenza, en un desgarrador papel que nos deja escena más dramática y dolorosa de la obra. Por último, y en contraste con el personaje anterior, María Ramos ("Divinas palabras", "Medea") nos deja el momento más lúdico, en el reencuentro de Galdós con su prima, el que fue el primer amor de su vida.



Para crear esta atmósfera tan ambigua, que transita entre la realidad y la ficción, es fundamental el espacio escénico creado por José Luis Raymond (con Laura Ordas como ayudante) y que, partiendo de un espacio vacío va aportando diferentes elementos a cada escena, con un dinamismo y contundencia asombrosos. Con la ayuda de las propias actrices, los distintos elementos escénicos entran y salen de la escena con al son que marcan los encuentros del autor con sus musas. Fundamental dentro del tono lúgubre del montaje la cuidada y meticulosamente definida iluminación diseñada por Carlos Torrijos. El vestuario, que marca distancias entre los personajes y nos sitúa en situación, es obra de Vanessa Actif (con Mónica Teijeiro como ayudante). Por último hay que destacar la composición musical original de Mariano Marín, que nos acompaña a lo largo de la obra dando ayudando a crear el tono melancólico de la obra y contrastándolo con los determinados momentos de exceso y diversión. No puedo acabar este apartado sin nombrar el minucioso trabajo de Amaya Galeote a la hora de dirigir el movimiento escénico, elemento clave en la obra. 



Estamos, en resumen, ante una obra mayúscula. Una radiografía de uno de los personajes más importantes de la historia de nuestra literatura desde un prisma nunca antes planteado. El ingenio y contundencia con el que la directora maneja los tiempos, los difusos límites que unen a los personajes con la vida del escritor, la ternura y respeto con la que se habla de un gran autor incluso para tratar su lado más oscuro. Una deliciosa pieza que nos ayuda a conocer al personaje desde otra perspectiva, a indagar más en la persona pero manteniendo siempre presente la dimensión del mito. Un montaje soberbio en que todas las piezas encajan a la perfección. VOLVAMOS AL TEATRO. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Teatro Español
Dirección: Plaza de Santa Ana. Calle Príncipe 25.
Fechas: Del 18 de Noviembre al 13 de Diciembre. De Martes a Sábado 20:00. Domingo a las 19:00
Entradas: Desde 6€ en teatroespanol

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