Un jardín de palabras, una terraza de silencios, un café de miradas, una sala de espera de gestos, de ruidos, de… no sé como seguir.
Voy a empezar, bueno, no, en fin, parece ser… acabemos. No hemos empezado, si bueno, tal vez… QUE ENORME… Así podría ocurrir, en una terraza cualquiera (tan cotizadas en la actualidad) , en un café de barrio, en cualquier lugar… dos sillas, dos personas, HABLAR. “A menudo tengo que pensar en las palabras”. Tenemos que empezar una conversación, tenemos que hablar, pero ¿así nos comunicamos? ¿Hablar es comunicarse?.
Muchas reflexiones nos plantea este maravilloso texto de Pablo Rosal. Un texto lleno de un vacío. De la incomunicación diaria. Del día a día. Personajes que nos trasladan a conversaciones encontradas en cualquier lugar, “es entretenido esto de hablar ¿no?”. Como nos gusta hablar, como nos satisface, como nos gusta que nos escuchen. Pero, ¿realmente decimos algo? ¿Nos gusta escuchar? ¿Es necesario hablar a cada momento? ¿Son molestos los silencios? Piensen en ello.
Pablo Rosal a la dirección establece una complicidad teatral fantástica entre ellos, los coloca, los sitúa, los libera para que podamos escuchar lo que dicen, y que cada cual extraiga lo que necesite de ese lenguaje, de las palabras, de las suyas, de las nuestras.
Los que hablan necesitan ser escuchados, los que escuchamos necesitamos que nos hablen. Comunicarnos. Valentín Álvarez en la iluminación ayuda a que esto suceda, con juegos de luces y sombras, con su propio lenguaje también, al igual que el vestuario de Almudena Bautista y el resto de profesionales que han trabajado en este montaje. Todo suma. Todo comunica.
Y nos vamos sin respuestas, o con muchas. Que cada cual haga uso o no de la palabra, que cada cual hable, escuche, transmita o calle según sienta, piense o padezca. Yo de ustedes acudiría al Teatro del Barrio a escuchar, a opinar, a hablar. A callar también. No se pueden perder tanta palabra. Quizá demasiadas en esta reseña. Únicamente una más. GRACIAS.
Acudan al teatro. Vivan la cultura. Seguro y segura.
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