Teatro: A.K.A. (Also Known As). Teatro del Barrio

 Hay obras que merecerían el estatus de "bien de interés nacional", por lo mucho que enseñan y lo que nos hacen reflexionar. Esta dolorosa e impactante historia nos lleva por una montaña rusa de sensaciones, para hacernos caer por un precipicio al darnos de bruces con la cruda realidad que sufren muchas personas por el simple hecho de ser diferentes. Lo que comienza como una divertida e ingeniosa comedia de adolescentes se torna en dramática radiografía de una sociedad enferma, que maltrata al de fuera, que no cuida al diferente, aumentando una dolorosa brecha que nos retrata como colectivo, sacando a relucir todo lo que nos queda por avanzar. 





Estamos ante uno de los montajes más singulares de los últimos años. Como ocurre con esas pequeñas joyas que surgen del compromiso social y las ganas de reivindicar una injusticia, esta obra ha ido creciendo conforme se ha programado en las distintas salas. En Madrid pudo verse por primera vez en el Teatro Abadía la pasada temporada, y tras el clamoroso éxito de crítica y público, llega al Teatro del Barrio, un lugar en el que encaja perfectamente una obra de este tipo. Esperemos que esta historia tenga un largo recorrido, que muchos jóvenes se acerquen al teatro a conocerla, porque la educación es una de las posibilidades que nos brinda el teatro.



Flyhard Produccions, con el apoyo del ICEC- Institut Catalá de les Empreses Culturals i ICUB Institut de Cultura de Barcelona, son los responsables de este poderoso montaje, que nos hace transitar por la vida de un chico y nos muestra diferentes aspectos de su vida cotidiana, hasta desembocar en el verdadero tema principal de la propuesta. El texto de Daniel J. Meyer nos zarandea a ritmo de una alocada comedia de adolescentes para dejarnos caer al abismo del verdadero drama de la historia. Un relato cargado de emociones, que transita todos los estados de ánimo de su eléctrico protagonista, que de repente siente como todo su mundo se tambalea por los prejuicios que llenan nuestra sociedad. El texto es poderoso, eléctrico, divertido, pero también nos golpea con la más absoluta contundencia en el momento menos inesperado (como la vida misma).




La ingeniosa dirección de Montse Rodríguez Clusella (con el propio Daniel J. Meyer como ayudante) se mueve entre el videoclip, la comedia más alocada y el drama social más doloroso. Brillante disección de la vida de este chico, con una ingeniosa propuesta que hace a los espectadores personajes de la obra. Clusella juega con el ritmo de las escenas, con la energía desmesurada del protagonista, para hacernos "bailar al son que ella elije en cada momento". Este frenético ritmo nos invade, se apodera de nosotros hasta el punto de no intuir en ningún momento lo que se nos viene encima. Dirección brillante que muestra en cada momento lo que quiere, mientras nos va dejando entrever con cuentagotas hacia donde nos dirige.




Considerada como el fenómeno teatral de la temporada, en su vertiginosa carrera (no podía ser de otra manera) ya ha ganado cuatro Premios Butaca (espectáculo de pequeño formato, texto, dirección y actor) y dos Premios Max (autoría revelación y actor protagonista). El texto de Daniel J. Meyer escribió del tirón, nos habla de la identidad, del miedo al diferente, de los problemas que la sociedad plantea al que no es de aquí, de las dudas que uno tiene entre lo que eres y lo que "la sociedad" espera que seas. Nos habla desde lo más íntimo para hablarnos de lo difícil que es enfrentarse a lo de fuera. Es esta una propuesta arriesgada, valiente y sincera, que habla de los jóvenes con su propio lenguaje, contando sus intimidades y sus inquietudes, algo no muy común de ver y que acerca a muchos al teatro por primera vez, al sentirse identificados con lo que hablan, viendo los problemas como propios, cercanos. Para muestra un botón, el día que asistimos a ver la obra, tres cuartas partes del público eran chicos y chicas de instituto, algo muy raro en las salas pequeñas.



"Carlos, me llamo Carlos. Tengo 15 años, o 16. Voy al cole, me aburro, salgo con los colegas al parque, bailo hip-hop... y un día conozco a Claudia y... magia".

Lo que aparentemente se nos muestra como algo sencillo, liviano, una historia de amoríos adolescentes, esconde un tema mucho más controvertido y doloroso en su interior. Carlos nos habla de su día a día, de sus rutinas en el instituto, con sus amigos en el parque. Y lo hace de una manera cercana, nos hace partícipes de cada episodio de su vida: las clases, la terapia, sus inquietudes y sus miedos, sus gustos y sus aficiones. Carlos se muestra un chico jovial, con todas las "rarezas" de un chico de su edad, pero con algún trauma oculto por querer esconder su pasado (fue adoptado con tres años). Cuando parece que la vida le sonríe y ha conocido a la chica ideal, un solo instante da un vuelco a todo y su vida se resquebraja para siempre. Todo se derrumba por lo que los demás ven de él, su origen extranjero pesa más que su verdadera identidad.



¿Somos lo que nosotros pensamos o lo que los demás ven? ¿Somos lo que la gente conoce o lo que quieren ver de nosotros? ¿Puede nuestro secreto oculto convertirse en nuestra condena? ¿Somos lo que mostramos o lo que ocultamos para nosotros mismos? ¿Qué parte real de nosotros es la que se relaciona con el mundo y cual se queda en casa oculta? Todas estas preguntas nos sobrevuelan durante la función, pero alguna se nos queda clavada en la mente mucho después de salir del teatro. El montaje nos hace partícipes de la historia, somos en cierto modo juez y parte, abogado y fiscal, el dedo acusador y el testigo protegido. En cierto modo, como parte de esta sociedad, somos culpables de lo que le ocurre a Carlos, porque vivimos en un mundo cargado de prejuicios hacia el extranjero, que en determinados momentos puede truncar la vida de un chaval para siempre.


Lluis Febrer da vida a Carlos, en una interpretación descomunal. Febrer nos muestra a un chaval con miles de imperfecciones y defectos, pero también lleno de energía y optimismo. Carlos es el retrato de cualquier chico de su edad, que vive en una incertidumbre constante, navegando entre sus ganas de disfrutar la vida, su energía adolescente y con miles de sueños por cumplir. Febrer consigue mostrarnos cada uno de estos matices de la personalidad de Carlos, pero también nos deja entrever esos miedos por ser diferente, las reticencias a mostrarse del todo como es. Pese a la vertiginosa velocidad de su vida, Carlos va siempre con el freno de mano echado. Un personaje difícil de interpretar por su complejidad, al que Lluis Febrer consigue encumbrar, moldearlo para que nos resulte adorable, exhibirlo para que veamos su fragilidad



Carlos se mueve por un espacio vacío que el moldea a su antojo. El espacio escénico diseñado por Anna Tantull se reduce (aparentemente) al suelo colorido que cubre todo el lugar. Pero la realidad, como ocurre en toda la pieza, tiene muchas cosas ocultas, incluida la distribución de parte de las sillas del público en torno al espacio central. Carlos no necesita más, el sabe crear en cada momento la escena, nos lleva de la mano (y a la carrera) de su habitación, al parque, de la sala de terapia a la de interrogatorios. Hay que destacar en este espacio vacío el brillante diseño de iluminación de Xavi Gardés, que consigue transmitir en cada momento el tono que la historia necesita. Por último, el espacio sonoro diseñado por Daniel J. Meyer y Xavi Gardés se acaba convirtiendo en el compañero fiel en el día a día de Carlos, llegando a ser pieza fundamental del montaje, casi un personaje más.



En definitiva, estamos ante una obra necesaria por lo que cuenta y por como lo cuenta. Un soplo de aire fresco, una bofetada a lo establecido, con un ritmo y una energía con llevan de cabeza al abismo. La realidad siempre es dolorosa, aunque por momentos parezca divertida y sencilla. Y al salir del teatro nos llevamos muchos temas sobre los que meditar profundamente. Además de hacer un retrato muy acertado de la juventud, nos golpea con el tema del racismo que parece inherente a nuestra sociedad, y también de los problemas y trapicheos que surgen de las adopciones en ciertos países. Muchos temas sobre los que pensar y la sensación de haber presenciado algo singular, original, genuino. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Teatro del Barrio
Dirección: Calle Zurita 20.
Fechas: Del 25 de Enero al 06 de Febrero. De Martes a Sábado a las 19:00. Domingos a las 17:00.
Entradas: Desde 17€ en TeatroDelBarrio

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