Castrapo es el nombre que se le da en Galicia a una variante popular del castellano hablada en dicha comunidad autónoma, caracterizada por el uso de sintaxis, vocabulario y de expresiones tomadas del idioma gallego que no existen en castellano. Se considera socialmente vulgar. Y con este término como punto de partida, la compañía Os náufragos crearon su tercer montaje, en un viaje de retorno a los pilares básicos de uno mismo.
La sala Cuarta Pared celebró la pasada semana los veinte años de la Compañía Os Náufragos y Sudhum Teatro junto al director y dramaturgo Gustavo del Río. Esta efeméride la celebró la sala madrileña con una programación especial centrada en una retrospectiva del recorrido de sus compañías. Entre los espectáculos programados pudieron verse "Mosca" (Jueves 11), "Karelu" (Viernes 12) y "Castrapo", obra que nos ocupa en estas líneas.
Castrapo es el viaje que emprende Daniel, un escritor gallego residente en Madrid, que vuelve a su A Coruña tras la muerte de su padre, con el que su relación no era muy buena que digamos. En ese viaje en tren conoce a Rosa. Viaje en el que Daniel se encuentra con su pasado y la necesidad de rememorar y buscar sus raíces. Su origen.
Con este montaje la compañía Os Náufragos celebra su vigésimo aniversario en las tablas, en época convulsa, con un gran compromiso social y una continua búsqueda de raíces, del interior. De nosotros. Esperemos que a estos veinte años sigan cuanto menos otros veinte. Próxima estación: el encuentro.
Daniel coge un tren con destino a su pasado en Atocha, en Madrid, ciudad a la que emigró años atrás para labrarse un futuro como escritor, como persona. Huye de un entorno que no le permite desarrollarse. En ese viaje interior conoce a Rosa, gallega que vuelve a casa también tras un fugaz viaje a la capital, enamorada de su tierra, y enamorada también de su vacía vida. Un encuentro inevitable, incómodo, imprevisible también. Dos asientos, dos cabinas, dos visiones de la vida. “Cada quien arrima las ascuas a su sardina”, como decía mi padre.
El encuentro de los dos personajes nos sitúa un escenario notable, con saltos temporales de la infancia de Daniel, con testimonios personales de las vidas de ambos, y con las pandereteiras. Benditas pandereteiras, que inundan de folklore la función, recopilando canciones tradicionales de esas aldeas gallegas, y que acompañan la historia de Daniel, de su búsqueda, su no lugar. Próxima estación: el pasado. “Me daba vergüenza mi padre” nos dice Daniel cuando iba a recogerle vestido como un campesino a su colegio de señoritos de A Coruña. No quería ser como él. No entendía a Daniel, que lo tenía todo, aunque en realidad no tenía nada.
Esa lucha interna del héroe en su búsqueda, dejando atrás todo y a todos. Y de interlocutora a la dicharachera Rosa, humilde, sencilla, vital, divertida, aunque vacía también. Sola, muy sola. Resignada. “¿Dónde está Ramón?”, ¿Dónde dejaste esa vida Rosa? Tus ilusiones, tus sueños, tus añorados hijos, los que no tuviste y ahora echas en falta. De feria en feria para olvidar su día a día. Dos personajes, dos visiones de la vida, de la tierra, de todo. Dos caminos que convergen en la soledad. En el vacío.
Próxima estación: el conflicto En este caso, más interior, más callado, más gallego. Que se entrevé, que no nos deja ver del todo lo que ocurre, ni cómo se resuelve, ni cómo surge. Un conflicto callado, sin palabras, un conflicto con miedo. “No quieres recordar. Te da miedo tener recuerdos”. Aparece la familia, los vacíos. El ayer. “¿Y ahora qué?” Próxima estación: el elenco. Y en este viaje surgen sus personajes, sus actores. Rosa y Daniel, Daniel y Rosa. Y el padre, y el amigo, y la madre también. Gustavo del Río acompaña a la pareja principal en varios papeles, en todos correcto, en todos acertado, en todos guiando. Aparece y desaparece, viene y va, dice y calla, sonríe y llora. Susurra y grita. Y acompaña, sobre todo acompaña.
Denis Gómez y Victoria Teijeiro. Daniel y Rosa. El gallego que emigra y la gallega que se queda. Amor y odio. Tristeza y alegría. Ying y yang. Cal y arena. Una gran compenetración en escena de ambos personajes, una complicidad en todo momento, una escucha al compañero, con una desternillante Victoria en muchos momentos, brillante, cómica. Frescura en cada gesto. Y Daniel y su pesadumbre, su enfado con el mundo, que solo en escasas ocasiones nos deja ver a un Daniel relajado, tranquilo. Feliz no, pero casi. Un gran dúo en escena. Gustavo del Río en la dramaturgia y la dirección de esta obra que nos invita a subirnos al tren. Paisajes amables escuchando voces de nuestro pasado. Una acertada dirección de los personajes, una acertada puesta en escena alternando del hoy y el ayer, el pasado, el presente y el pasado histórico de una tierra dura, viva, entrañable.
Quizá, personalmente haya echado en falta más intensidad en el texto, más conflicto interior, más profundidad a nivel emocional. Aun así, Castrapo me resultó tierna, evocativa. Nos invita a viajar al pasado, a nuestro pasado. Ese al que nunca encontramos el momento de sacar el billete. Próxima estación: el teatro. Súbanse al tren de la memoria, de nuestro pasado. No indaguen mucho por lo que pueda pasar. A veces es mejor no remover las cosas, solo a veces. En la Cuarta Pared están los billetes. Sáquenlos. Vengan al teatro. Vivan la cultura. Seguro y segura.
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Teatro: Sala Cuarta Pared
Dirección: Calle Ercilla 17.
Fechas: 13 de Marzo a las 21:00.
Entradas: Desde 14€ en Cuartapared.
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