Teatro: Yo soy el que soy. Teatro Infanta Isabel.

Cuando tenía 15 años, decidí que viviría hasta los 30. Ahora tengo 17. Mi vida gira en torno a la música y a la iglesia: el Violín y Dios. Del instituto al conservatorio, del conservatorio a los cultos, de los cultos a los ensayos y vuelta a empezar”. Así empieza a contarnos Aaron Lee su vida.



“El sufrimiento en sí no hace madurar al hombre.

 Es el hombre el que da sentido al sufrimiento”

Yo soy el que soy es un espectáculo basado en la recientemente publicada autobiografía de Aaron Lee. Nació en Madrid, de origen coreano, su padre director de orquesta y su madre pianista ya condicionaban lo que sería su vocación musical. Empezó a estudiar violín con cuatro años.

Junto a la música el otro eje sobre el que giraba su vida era una fuerte creencia religiosa fruto de una tradicional familia coreana. Como indica, su vida tenía tres vértices, la escuela, las clases de violín y la iglesia.

 

En su vida se produce un giro inesperado cuando algo va cambiando en su interior. Sus padres se van dando cuenta y una noche cuando ya no puede guardar durante más tiempo el secreto les dice a sus padres que es homosexual. 

A partir de esa confesión toda su vida cambia, fundamentalmente en lo que respecta a su relación con sus padres. Comienzan los maltratos, las amenazas, las palizas. Toda una serie de hechos y situaciones que por su dureza y crueldad – más aún siendo infligidas por su propia familia- nos sobrecogen a lo largo de toda la obra. En ese momento es cuando los que él siempre había considerado como sus héroes se convierten en sus verdugos.

 


Fue llevado por su padre con engaños a Corea, donde le secuestró, fue llevado a una isla entre Japón y Corea y encerrado en un cuartucho de una iglesia para “curarle” de su homosexualidad. Después de mucho dolor y sufrimiento y cuando parecía que ya no había sitio para la esperanza en su vida consiguió escapar. Aquí acabaron gran parte de sus males pero empezaron otros. Solo en Madrid, sin conocer a nadie, sin dinero se vio obligado a tocar por primera en la calle para poder comer. Nos cuenta que nunca olvidará esa primera vez en la Calle Postas donde a pesar de las carencias se sintió por primera vez libre.


 

Lo más hermoso de la obra es la dulzura y la forma tan delicada en que nos cuentan una experiencia tan horrible. Con enorme sensibilidad y elegancia vamos conociendo la vida de Aaron. Como la música, fue la tabla de salvación a la que agarrarse en un momento de su vida donde muchos nos hubiéramos dejado arrastrar.

Con una notable sencillez Aaron se desnuda mostrándonos su soledad, el desgarro que atravesaba su cuerpo y su alma. Pero también da una enorme lección de valentía y esperanza.



En Yo soy el que soy Aaron Lee nos invita a acompañarle en un viaje interior por los principales hechos y experiencias que han marcado su vida. Pero en ese viaje no estamos solos, nos acompaña el salvavidas al que se agarró con tanta obstinación como desesperación para no caer, la música.

Con una cuidada selección de piezas que contribuyen a que compartamos la sensibilidad y esa oda la libertad que está presente a lo largo de toda la obra.

El espectáculo con una duración de 75 minutos aproximadamente derrocha emoción e intensidad desde el principio hasta la nota final. Precioso el inicio de la obra, aparece Gaby Goldman que se sienta y comienza a tocar el piano, unos minutos después aparece Aaron y finalmente Verónica que de inmediato comienza a contarnos la historia.

 


Aunque resulta complicado pensar en un montaje de este tipo, donde la historia del protagonista la va contando una tercera persona mientras Aaron está presente tocando el violín, el resultado es sobresaliente. No es necesario una gran escenografía. En un lado un piano y en el otro un par de sillas altas. Un espacio muy íntimo donde nuestro protagonista se sienta cómodo y arropado.

El primero en salir a escena es Gaby Goldman, acompañando en todo momento con su piano a Aaron. Se sienta en una esquina del escenario como para que aún más notemos que el gran protagonista de lo que allí acontece es Lee. No obstante tanto su presencia como su energía se hacen presente a lo largo de toda la obra.

Como decía no hacen falta grandes montajes, el actor principal no es sólo Aaron, lo es también la música que tanto a Lee como a muchos de nosotros nos ha mantenido a flote en determinados momentos.

 


Zenón Recalde es el encargado de dirigir el montaje, con enorme sencillez y buen gusto deja que el peso de la obra recaiga sobre Verónica que lleva en todo momento la voz cantante con una espléndida y sentida narración que nos va contando en primera persona la intensa historia de Aaron.

Muy acertado el montaje donde se equilibra a la perfección las dos partes que lo forman, la música y la propia historia. El resultado es que la unión de ambas piezas crea un resultado lleno de magia.

Excepcional Gaby Goldman tanto al piano como en la dirección musical, donde se mezclan versiones de temas muy conocidos como “Over the rainbow” o  I will survive” con la banda sonora de  La vida es bella” pasando por la maravillosa versión de la Chacona de Bach, sin duda uno de los mejores momentos de la obra cuando nos indica los fuertes vínculos que unen a Lee con esta pieza, vínculos que se demuestran con la enorme y vibrante interpretación que de la misma realiza, dando muestras de su gran talento y virtuosismo.



Verónica Ronda es la voz de Aaron, la que nos transmite sus palabras, dejándose todo su buen hacer para dar la mayor credibilidad y el mayor realismo a la historia que nos está contando. Pero Verónica no se limita a poner la voz, con enorme versatilidad nos va mostrando los distintos perfiles por los que la historia se va desarrollando. Transmitiéndonos a la perfección todas las emociones que van atravesando la vida del violinista. Increíble su actuación tanto vocal como expresivamente.

En cuanto al protagonista de la historia Aaron Lee, se sumerge en el universo musical que ha creado, en ese mundo que poco a poco fue creando a su gusto para afrontar la cruda realidad que durante una etapa fue su vida. Apenas habla, una escasa frase casi al final de la obra, pero no hace falta más. Con semejante talento al violín quien necesita hablar, sus palabras no son necesarias. Pocas veces la música había dicho tanto y con tanto sentimiento. Pocas veces un violín ha sido testigo y fiel narrador tanto del dolor como de la posterior liberación de nuestro protagonista.



Se trata de un espectáculo poco convencional lleno de ternura y sensibilidad en el que vivimos en primera persona la dureza y crueldad de vida a que se ve empujado un joven por parte de su familia por algo tan íntimo y personal como es su orientación sexual y de como algo tan universal como la música no sólo cambió su vida sino que le salvó. En definitiva un espectáculo imprescindible.

VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Infanta Isabel.

Dirección: Calle Barquillo, 24.

Horarios: Del 8 de abril al 2 de mayo. Jueves y Viernes 21:00, Sábados y Domingos 20:00.

Precios: Desde 13,20 € en teatroinfantaisabel.

 

Ficha artística:

De: Aaron Lee

Versión adaptada: Zenón Recalde y Aaron Lee.

Dirección: Zenón Recalde.

Dirección musical: Gaby Goldman.

Intérpretes: Aaron Lee, Gaby Goldman y Verónica Ronda.

Dirección de producción: Susana Menchaca.

Dirección técnica: Paloma Parra y Víctor Sánchez.

Iluminación:David Picazo.

Ayudante de iluminación: Dani Checa.

Diseño gráfico: Patricia Portela.

Fotografias: Joaquín Perez.

Una producción de Fundación Arte que Alimenta.

1 comentario:

  1. El violín es un instrumento cautivador que conmueve con su melodía. Su elegancia y versatilidad lo convierten en una joya musical, capaz de expresar emociones y transportarnos a universos sonoros únicos.

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