Estamos ante uno de los montajes que al comenzar la temporada todo el mundo subraya como imprescindible. Una historia de amor y lucha de poder, de egos que ciegan, de amores que matan. El prodigioso texto de William Shakespeare retrata los instintos más primarios de los seres humanos, y nos muestra a unos personajes que fácilmente podrían habitar en nuestros días. Es lo que tienen los clásicos, que saben ahondar de tal manera en la esencia de lo que somos que consiguen perdurar en el tiempo y que sus historias sean atemporales.
Tras su paso por los Festivales de Almagro y Mérida, llega al Teatro de la Comedia este apabullante montaje que aterriza con la vitola de una de las obras más esperadas de la temporada. Una historia de amor, de poder, de alianzas y traiciones, de lucha y redención. Una adaptación llena de humor y de sarcasmo, de personajes ambiguos y lealtades que se resquebrajan. El mundo conocido está en sus manos y ellos juegan con él como quien comienza una partida de ajedrez. El más astuto se llevará la partida, o quizás el que sepa controlar mejor sus sentimientos, que en la mayoría de los casos pueden jugarnos malas pasadas.
Esta coproducción del Festival de Mérida y la Compañía Nacional de Teatro Clásico está cargada de humor, de tensión, de amor, de dolor, de vida. La traducción y adaptación de Vicente Molina Moix es fabulosa, sabe sacar de cada uno de los personajes el máximo, marcando a fondo el carácter de cada uno para que sepamos identificarlos al instante dentro de un prototipo de egos y personas muy diferentes, pero que a la vez se mueven por los mismos principios e instintos. El texto resulta increíblemente actual pese al tiempo en el que transcurre (y cuando fue escrito). El entramado de pequeñas historias que conforman la trama nos divierte, nos inquieta, nos excita, nos cabrea, nos enternece. Con un ramillete de fabulosos personajes, el texto nos cautiva de principio a fin.
José Carlos Plaza es el encargado de dirigir este preciso e inteligente montaje cargado de humor, ternura, rencor y dolor. Una obra cargada de emociones que el director sabe templar en cada momento, desbocar cuando es necesario y ralentizar en los momentos precisos. En relación a otros textos de Shakespeare, en este se nos muestra a la muerte como algo luminoso, como un paso hacia la eternidad, hacia la gloria, hacia el descanso, como el objetivo último del ser humano. El montaje tiene un halo de misterio, que contrasta con la fogosidad y energía de sus personajes. Plaza lo enmarca todo en un mundo de penumbras, en el que los personajes se deslizan con suavidad (como en una maravillosa pieza coreografiada) en un continuo ir y venir por los miles de recovecos que esconde una escenografía aparentemente plana. Esta obra crepuscular, en la que el mundo idílico de Cleopatra y Marco Antonio se derrumba ante nuestros ojos, navega hacia el abismo con la única premisa de sus protagonistas de seguir manteniendo intacta su dignidad. Majestuoso en todo momento, el montaje se convierte en una montaña rusa de sentimientos y traiciones, de luchas y amoríos, de la lucha de los poderosos por serlo aún más o morir en el intento.
La obra nos lleva a Alejandría para descubrir el romance entre Antonio y Cleopatra. Tras el asesinato de Julio César, se forma un triunvirato para gobernar el Imperio Romano, formado por el propio Antonio junto con Octavio y Lépido. Antonio pasa el tiempo en Alejandría con Cleopatra, su amante, sin ningún interés por lo que ocurra en "su Imperio". Durante su ausencia, comienzan los movimientos para derrocar al triunvirato, auspiciados por Pompeyo (interesado en hacer estallar una guerra con la que desea llegar al poder). La muerte de su mujer obliga a Antonio a volver a Roma. Octavio y Lépido obligan a Antonio a casarse con Octavia (hermana de Octavio) para alejarlo de Alejandría y de Cleopatra y para que de este modo asuma sus responsabilidades como miembro del triunvirato. Antonio debe asumir el mando de las tropas en la guerra que ha provocado Pompeyo. Todo parece zanjado con el tratado de paz firmado por el triunvirato y Pompeyo. Pero nada más lejos de la realidad. A Octavio le falta tiempo para atacar a Pompeyo en el momento en que Antonio abandona Roma con su nueva esposa Octavia. Tras la victoria, Octavio encarcela a Lépido por traidor (o podríamos decir por no plegarse a sus deseos).
Antonio, lejos de asumir el cargo que ostenta e intentar plantar cara a Octavio, envía a Octavia de vuelta a Roma y regresa a Alejandría para poder estar con Cleopatra, su verdadero amor. Octavio, ya proclamado César, enloquece por el despecho de Antonio hacia su hermana y arma su ejército para ir contra él. Las fuerzas de Antonio se unen a las de Cleopatra pero aún así son derrotadas en una batalla naval a la que algunos de sus íntimos habían aconsejado a Antonio que no acudiese. Antonio, enfurecido por la derrota, culpa a Cleopatra y a sus navíos de la derrota. Tras arreglar en la intimidad sus diferencias, Antonio y Cleopatra se preparan para luchar contra César una última vez. Enobarbo, compañero fiel y gran amigo de Antonio, le aconseja que no lo haga, pero al no hacerle caso decide abandonarle y desertar.
Antonio y Cleopatra regresan victoriosos de la batalla, pero la deserción y posterior muerte de Enobarbo golpea más el corazón de Antonio que cualquier otra cosa. El dolor nubla la mente de Antonio que por un momento acusa a Cleopatra de haberle traicionado. Ella huye a esconderse a la tumba familiar y le hace llegar la noticia de que se ha suicidado. Desolado, Antonio cae sobre su espada, pero no fallece. Es llevado junto a su amada, para morir en sus brazos. Cuando César llega Alejandría y promete a Cleopatra que será bien tratada en Roma. Ella es alertada de que no será así y decide acabar con su vida antes que perder su dignidad siendo arrastrada con cadenas por Roma. Apoteósico final que nos deja el último reencuentro de los amantes, que serán enterrados juntos.
Una poderosa historia, llena de pasión, envidias, lealtades, traiciones, ambiciones y fascinación por el poder. La trama os presenta personajes oscuros, mezquinos, maravillosos, enigmáticos, impulsivos, feroces, que nos llevan el volandas por toda esta trama de engaños, guerras y amoríos. Para una obra tan compleja y con personajes tan bien diseccionados es fundamental el trabajo de un elenco de primer nivel, encabezado por los imperiales Ana Belén y Lluis Homar. Actuaciones imponentes de ambos, secundados de manera impecable por el resto del elenco, formado por Ernesto Arias, Israel Frias, Javier Bermejo, Fernando Sansegundo, Olga Rodríguez, Elvira Cuadrupani, Rafa Castejón, Carlos Martínez-Abarca, Luis Rallo y José Cobertera.
La interpretación de Ana Belén ("Medea" "Kathie y el hipopótamo", "Fedra" por nombrar algunos de sus últimos trabajos) dando vida a Cleopatra es una delicia. Se mueve con una delicadeza y una majestuosidad por la escena que nos hipnotiza con cada aparición. La actriz (A la que volveremos a ver próximamente en el Teatro Infanta Isabel con el montaje "Eva contra Eva") domina las tablas como pocas, se mueve por el escenario como pez en el agua, pero en esta ocasión saca su perfil más cómico, al que menos acostumbrados nos tiene, para crear un personaje entrañable, divertido, sarcástico, pero siempre con la ambición propia de la gran Cleopatra. La relación que crea con cada uno de los personajes es muy diferente, y a cada una le da un tono muy particular. Mientras con el mensajero es estricta y hasta enfurece por momentos (una de las escenas más divertidas de todo el montaje), con Antonio es todo sensualidad, mientras que con Carmia (su fiel acompañante) mantiene una complicidad especial. La cantidad de matices que le da al personaje es impresionante, sorprendiéndonos en cada escena con un nuevo giro, un nuevo gesto, una nueva mirada, que cambia por completo la percepción sobre el personaje.
Por su parte, el papel que nos regala Lluis Homar ("Las brujas de Salem", "Tierra Baja", "El príncipe constante") es el de un Antonio inseguro, superado por la situación, al que le puede más el corazón que la cabeza a la hora de tomar las decisiones. En una soberbia actuación, su personaje sufre, ama, lucha, todo desde la más extrema de las posiciones. Un personaje con mil caras, con matices y giros inesperados que Homar sabe cincelar a la perfección para que no parezcan bruscos. Su templanza a la hora de transitar esos vaivenes del personaje hacen que adquiera una mayor dimensión. Con la maestría de quien sabe domar a un personaje tan complejo, nos hace ver en el interior de este atormentado Antonio, le vemos sufrir, divagar, enloquecer, siempre en un continuo in crescendo que matiza sutilmente. Una interpretación fabulosa, para un personaje complejo, lleno de tonalidades que Homar sabe mostrarnos con generosidad.
Del resto del elenco queremos destacar al siempre impecable Ernesto Arias en su papel de Enobarbo. Su personaje va sufriendo a lo largo de la obra todas las vicisitudes que le pasan a Antonio, pero poco a poco se va separando de él, al ver que cada vez le hace menos caso. Arias vuelve a crear un personaje complejo, que se divide entre su fidelidad hacia su amigo y su propia cordura. También muy destacable la interpretación de Fernando Sansegundo dando vida a Lépido (y algún otro papel menor). Sansegundo consigue un personaje entrañable, que consigue apaciguar por momentos los egos de Antonio y Octavio. Su presencia en escena es toda una garantía.
El resto del elenco cumple a las mil maravillas en sus papeles de mayor o menor calado. Rafa Castejón está divertidísimo en su papel del mensajero que debe llevar las malas noticias de un lado a otro. Olga Rodríguez es Carmia, la perfecta compañera de Cleopatra. Carlos Martínez-Abarca da vida a Dolabela, fiel escudero de Octavio que sufre en sus carnes la rivalidad con Antonio. Javier Bermejo es el ambicioso y cruel Octavio, capaz de cualquier cosa por conseguir convertirse en César y derrotar a Antonio. Israel Frias interpreta al poderoso e intrépido Pompeyo que planta cara al triunvirato aunque luego firma la paz, lo que se convierte en su sentencia de muerte. Elvira Cuadrupani es Octavia, la hermana de Octavio y a la que Antonio abandona para volver junto a Cleopatra. Luis Rallo duplica papel, dando vida a Mardián y a Seleuco, dos personajes muy diferentes a los que el actor consigue dar muchos matices. Y por último José Cobertera interpreta al fiel Eros, que prefiere matarse antes que traicionar a Antonio.
Como en todo gran montaje, la parte técnica es impecable. Ricardo Sánchez Cuerda crea una ambigua escenografía metálica, aparentemente sencilla, se va distorsionando sobre si misma para crear una infinidad de espacios, huecos y recovecos que hacen del conjunto un ingenioso misterio. Formalmente más cercano a una película de ciencia ficción que a un clásico, la escenografía funciona a la perfección con sus reflejos, sus tonalidades diversas y sus sinuosas formas. Esencial la iluminación de Javier Ruiz Alegría para crear ese ambiente lúgubre, que se mueve entre el misterio y el espionaje. Fundamental la variedad de tonalidades que consigue dar a lo largo del montaje. Otro de los puntos a destacar, como el toda obra clásica, es el maravilloso vestuario creado por Gabriela Salaverri. Interesante la dualidad entre los coloridos vestidos de Cleopatra y Dolabela, frente a los blancos impolutos de Ocavio y su hermana, o los tonos más apagados del resto de los personajes. Por último, tenemos que destacar la embriagadora música de Luis Miguel Cobo, que potencia el dramatismo de cada una de las escenas.
Estamos, sin duda, ante uno de los grandes estrenos de este comienzo de temporada. Por su ritmo, por su fuerza, por un elenco maravilloso, todo en esta obra nos deja petrificados. Una historia que nos muestra como el ser humano sigue siendo igual que hace dos mil años, se sigue guiando por la pasión y la ambición, por el honor y el poder. Una compleja trama que se resuelve de manera formidable, para mostrarnos una vez más que nos clásicos permanecen y nos muestran como somos, por mucho tiempo que pase. Poco más nos queda por decir, solo animaros a que vayáis a verla, que os dejéis sumergir en este viaje a los infiernos, en los que saboreareis las mieles del poder y sufriréis los avatares de la vida. Un lujo a la altura del inicio de la temporada del Teatro de la Comedia. VOLVAMOS A LOS TEATROS (llenos por fin), LA CULTURA ES SEGURA.
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Teatro: Teatro de la Comedia
Dirección: Calle del Príncipe 14.
Fechas: Del 23 de Septiembre al 7 de Noviembre. De Martes a Domingos a las 20:00.
Entradas: Desde 5,50€ en entradasinaem. Programa de mano
EQUIPO ARTÍSTICO
DIRECCIÓN: JOSÉ CARLOS PLAZA
TRADUCCIÓN Y VERSIÓN: VICENTE MOLINA FOIX
DIRECTOR ADJUNTO: JORGE TORRES
ESCENOGRAFÍA: RICARDO SÁNCHEZ CUERDA
ILUMINACIÓN: JAVIER RUIZ DE ALEGRÍA
VESTUARIO: GABRIELA SALAVERRI
CREACIÓN MUSICAL: LUIS MIGUEL COBO
COBO CARACTERIZACIÓN: TONI SANTOS
PRODUCCIÓN: CNTC/FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA
REPARTO
ANA BELÉN
ERNESTO ARIAS
JAVIER BERMEJO
RAFA CASTEJÓN
JOSÉ COBERTERA
ELVIRA CUADRUPANI
ISRAEL FRÍAS
LLUÍS HOMAR
CARLOS MARTÍNEZ ABARCA
LUIS RALLO
OLGA RODRÍGUEZ
FERNANDO SANSEGUNDO
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