Entramos en el Centro Cultural Fernán Gómez y nos topamos con la exposición “Madrid en Emilia Pardo Bazan” de la que podremos disfrutar del 8 de octubre al 7 de noviembre, preciosos vestidos de época que nos sitúan en un contexto, hasta el momento del todo superficial. No sabemos, lo que hay detrás de tanta belleza, detrás de puntillas en los modales de las señoritas de ciudad y los sencillos trajes de labriegas. Aún todo estaba por ver.
Edu Galán ha sido el encargado de dar forma a una adaptación del todo inteligente, acercando el texto al público, la esencia es la misma sin duda, pero ha actualizado la obra, haciéndonos cómplices de los andares de Julián, en una retrospección, en el que Don Julián, un curilla remilgado y asustadizo nos cuenta como hace años fue enviado a los Pazos en aras de llevar, la contabilidad de la casa, la caridad y el amor al prójimo a un mundo rural embrutecido y salvaje lejano a los usos y formas de la ciudad. De este modo, Galán transmite mas si cabe, la figura del antihéroe, en su destino incierto. Allí se encontrará con Pedro Moscoso el Marques de Ulloa, Primitivo el tirano y salvaje capataz, a Sabela la criada e hija de Primitivo y a Perucho, el hijo de cinco años de Sabela y el propio Marques, un chiquillo al que sentiremos muy cerca a través de Julián. Nadie defiende a Sabela, nadie defiende a Perucho. Nadie, defiende nunca al mas débil.
Helena Pimenta dirige una puesta en escena donde, las emociones, la belleza plástica en escena son una constante. Pensaba desde mi butaca que el simbolismo existente en cada una de las escenas hubiera sido suficiente para que el despotismo hubiese llegado a mí. Todo un público atrapado en Los Pazos testigos exánimes ante un mundo que Emilia parecía poder describir pero no cambiar, testigos como Julián con la fe a un Dios que parecía perpetuar una cultura de dolor arraigada. Naturalismo católico, realismo y las propias contradicciones de la autora serán hilo conductor para mostrar la esencia de la España rural del Siglo XIX que Pimenta ha sabido articular a la perfección.
De la mano de Julián, interpretado por Pere Ponce llegaremos a los Pazos y podremos sentir la crudeza del mundo rural, la violencia hacia el mas débil. Las conversaciones y la defensa a Perucho, el niño de cinco años hijo de Sabela la criada y el propio Marques de Ulloa son desgarradadoras, empezamos a intuir que no presenciaremos lo que debiera ser en base a nuestros valores hoy. Emilia mostró la realidad de lo que sucedía, sin edulcorar un atisbo de realidad, una denuncia con un fuerte cariz feminista como el que existe en toda su obra.
Marcial Álvarez en el papel de Don
Pedro Moscoso el Marques de Ulloa, un ser desapegado, falto de sensibilidad, egoísta,
mas cercano a los mas bajos instintos animales que a cualquier moralidad
humana. Sentiremos desprecio, impotencia con un actor que no pudo llevarnos
mejor a la rabia y la impotencia. Nos remueve y conmueve con una interpretación
del mas alto nivel. Esperábamos impacientes algún imperceptible signo de
humanidad, que nunca llegaba y cada vez mas rabia en nosotros y cada vez mas
desaliento. Junto a él un tirano, el capataz interpretado por Francesc Galcerán,
en su tono, en su forma parece vislumbrarse un resquicio de compasión. Pero de
nada vale, si no hace nada por ayudar a los suyos, ni a su hija , ni a su
nieto. Por intereses materiales, por la subsistencia, por perpetuar el
machismo, el descaro de un capataz que creyendo tener poder no es sino un ser
servil y déspota. Imponente cambio de registro en Galcerán en la piel de El
Señor de la Lage, un señor de ciudad de cuidadas formas y modales, pero en
esencia paternalismo asfixiante para con sus dos hijas.
Diana Palazón en la piel de Sabela, una interpretación necesaria, para dar aire y un respiro de energía, ganas de vivir. Sabela ha sufrido los golpes, del señorito, del padre y de la vida, pero tiene energía, la fuerza que nace de las entrañas para seguir cuando nada está a tu favor. Disfrutar con unos y con aquellos, atendiendo a lo que se espera de ella como objeto, como sirvienta, como nada, pero asida a esa pequeña parte, que la queda de ella misma y que solo a ella le pertenece. Nada pide y nada espera de nadie, hierática ante las humillaciones que parecen no afectarla porque nunca conoció otra cosa. Con Rita, la señorita de ciudad, no cambia el registro en esencia, si en lo mas superficial, pero no en el fondo. El patriarcado atraviesa como el filo de una cuchilla las clases sociales y todo lo que se ponga a su paso. Palazón lo transmite con vehemencia.
Convencido por Julian, Don Pedro irá a Santiago de Compostela a encontrarse con las hijas casaderas de su tio. Finalmente, elegirá a Nucha, una casta e inexperta mujer para casarse con ella o más bien para que le de un hijo, un heredero del que pueda sentirse orgulloso, no es suficiente el hijo que tuvo con Sabela. Sabiendo el curilla, la bestia que tenía enfrente le puso en sus manos a una muchacha que empezaba a vivir.
Nucha interpretada por Esther Isla fue madre, de una hermosa niña, por supuesto para Don Pedro Moscoso tampoco era suficiente. Acompañaremos a Isla, en la soledad, el repudio, la desesperanza. Se siente mala madre, mala esposa, mala mujer y solo quiere huir y decide su huida hacia unos brazos también estrangulantes, los de su padre. Julián, su único apoyo, con una moralina desbordante, nunca incita a una ventana de aire o de libertad. El que acabará huyendo será él sin enfrentarse, sin haber cambiado nada desde que llegó a los Pazos. Únicamente llegó a los Pazos para contribuir a consolidar, lo que ya conocían. Isla consigue llenar la escena en sus encuentros con Don Pedro, su fragilidad se alzará protagonista.
David Huerta, el médico, mas
reivindicativo, progresista, abriendo un debate entre la religión y la ciencia
en el que siempre sale victorioso. Es el único con arrojo, el que se encara con
Don Pedro, con Primitivo o con el propio Julián. Se apoya en sus ideales para
apoyar su argumento y fuerza. Otro de
los personajes necesarios que llaman, a la lucha y a la posibilidad de cambio
en un entorno del todo hostil.Siendo Pardo Bazan conservadora y católica, pone una vez mas el acento en la importancia del avance de la ciencia dejando a un lado vagos elementos inmateriales.
Me gustaría contarles lo que hubiera deseado como final y lo que el final es realmente, pero como siempre, les animamos a que vayan a disfrutarla, que se encuentren con la crueldad y el deseo, la pasión y el amor, la violencia rural del mundo caciquil, la cortesía y las buenas maneras de la ciudad.
José Tomé y Mónica Teijeiro en el
trabajo de escenografía, nos envuelven en tierras gallegas, movimiento ligero
en el que veremos la distinción del salón en la ciudad a las firmes estancias
en el Pazo. Han sabido llevarnos a las fiestas labriegas a través de una
ventana, a la puerta de huida del infierno, y a la lúgubre oscuridad y muerte. Presencia
simbólica acompañada por la música original y espacio sonoro de manos de Iñigo Lacasa. Nicolás Fischtel en
el trabajo de iluminación ha puesto el foco en la crudeza rural, en la
ignominia y la desidia, no de la tierra,
si no de personajes sin corazón y sin alma, y de otro modo ha acompañado el destino
de Nucha, parece como si Fischtel hubiese sido su cómplice conociendo desde el inicio
su drama.
Agita, revuelve, trastorna y llama a seguir en la lucha. Han cambiado cosas desde entonces, algunas, es duro apreciar que, no todas.
Imponentemente recomendable.
Diana Palazón es Sabel / Rita
Marcial Álvarez es Don Pedro el Marqués de Ulloa
Francesc Galcerán es Primitivo y El Señor de la Lage
Esther Isla es Nucha
David Huertas es el médico
Autora: Emilia Pardo Bazán
Adaptador: Eduardo Galán
Dirección: Helena Pimenta
Ayudante de dirección: Ginés Sánchez
Diseño de escenografía: José Tomé y Mónica Teijeiro
Diseño de iluminación: Nicolás Fischtel
Diseño de vestuario: Mónica Teijeiro y José Tomé
Vestuario: Sastrería Cornejo
Música original y espacio sonoro: Íñigo Lacasa
Equipo de producción Producción ejecutiva: Secuencia 3
Dirección de producción: Luis Galán
Coordinación técnica y de construcción: Luis Bariego
Comunicación y coordinación de producción: Beatriz Tovar
Administración: Gestoría Magasaz
Transporte: Miguel Ángel Ocaña
Realizaciones Construcción de escenografía: Luis Bariego / Secuencia3
Diseño Gráfico: Alberto Valle - Raquel Lobo / Hawork Studio
Fotografía: Pedro Gato
Peluquería y maquillaje: Roberto Palacios
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