La historia de España y sus linajes reales ha sido siempre bastante esperpéntica, llena de episodios sórdidos y oscuros. Si a esto le sumamos la mordaz visión de los chicos de Club Caníbal, tenemos como resultado esta maravillosa locura, en la que nos relatan las peripecias del rey Alfonso XIII, un personaje muy particular y bastante controvertido. A modo de alocado cabaret, vamos descubriendo las andanzas de este peculiar Rey, que como reconoce en una escena de la obra "lo que más me gusta es follar, fumar, comer, beber, dormir e irme de cacería", todo un ejemplo...
Tras su paso por las Naves del Español con su impecable Trilogía de Crónicas ibéricas, la compañía Club Caníbal aterriza en el María Guerrero con una satírica y desmelenada visión de la monarquía. Como ya sabíamos, Chiqui Carabante tiene una manera muy particular de ver el mundo y más en particular nuestro país. Ya nos lo mostró con su mordaz "Desde aquí veo sucia la plaza", en donde nos hablaba de tradiciones absurdas, con "Herederos del Ocaso" nos cuestionó la picaresca tan típica de nuestro país, y con "Algún día todo esto será tuyo" hacía una impecable radiografía de uno de los grandes empresarios de este país. Ahora le ha tocado el turno a la monarquía y, como no podía ser de otra manera, la acidez del relato derrumba toda versión oficial. Entren y disfruten, comedia irreverente y necesaria, genios absolutos del humor.
Para quien no conozca a la compañía, habrá que avisar que esta producción del Centro Dramático Nacional no es algo convencional. Adentrarse en el universo de esta compañía es transitar el legado de Berlanga, de José Luis Cuerda, de La Hora Chanante, todo esto sazonado con mucho picante y bastante mala leche. Como resultado tenemos una comedia total, esperpéntica, surrealista, en la que todo es posible. Todo en este montaje es contundente, extravagante, irreverente, excesivo. Antes incluso de que de comienzo la obra ya nos han transportado a un universo paralelo, a un mundo irreal en el que todo se tiñe de dorados y de lámparas recargadas, de butacones y alfombras rojas.
El texto creado por Chiqui Carabante, Font García, Vito Sanz y Juan Vinuesa, refleja el espíritu de la compañía y su idea de hacer teatro. Imagino que habrá quien los tilde de soeces, de indecentes, incluso de delincuentes, pero para mi humilde opinión son unos genios. Un texto escrito a ocho manos que destila originalidad, sagacidad, comedia en estado puro. Para los autores, la historia de Alfonso XIII "concentra buena parte de los elementos que han marcado la historia moderna de España. Retratando la indolencia de una clase poderosa ocupada en la consumación de sus caprichos más que en la situación del Estado". La obra se convierte en "un magnífico telón de fondo para retratar esta situación donde, como en un cuadro goyesco, las facciones que se enfrentan entre sí por fin encuentran un enemigo común: un monarca incompetente. Esta pequeña historia es una instantánea del ADN que corre por las venas de España". Una historia que nos retrata como país, que retrata a los gobernantes, a nuestra historia, y que los chicos de Club Caníbal han sabido contar con todo el ingenio que les caracteriza, llevando a la caricatura a los personajes, las situaciones a su extremo, la historia a una parodia de lo que fuimos y de lo poco que hemos aprendido de nuestros errores.
La propuesta escénica de Chiqui Carabante, responsable de la dirección, es alocada y mordaz, irreverente y surrealista, sorprendente y abrumadora. Ya antes del comienzo de la obra nos adentramos en un mundo de fantasía, en el que intuimos que cualquier cosa es posible. Un músico y un peculiar maestro de ceremonias nos amenizan la espera, nos ponen en situación, nos trasladan a ese universo loco y tan particular que ha creado Carabante para la ocasión. Pero este prólogo, pese a su colorido y particular formato, no nos hace imaginar el viaje que nos espera. Una sucesión de personajes caricaturescos, de situaciones esperpénticas, de escenas surrealistas, que nos van dibujando la personalidad de este egocéntrico monarca y de su mundo de excesos. La obra nos va mostrando instantes públicos más o menos conocidos por todos con escenas mucho más íntimas. Su obsesión por el sexo le llevó a contratar a los hermanos Baño para hacer sus propias películas pornográficas. Con esta historia como eje conductor, Carabante va creando todo un mundo de absurdas secuencias, en las que veremos la debacle de Alfonso XIII.
Como bien dicen los propios autores del texto, "mientras Alfonso compartía sus producciones pornográficas con sus compinches de correrías, en España se iba gestando un malestar social que finalmente conduciría a la proclamación de la II República y a la marcha forzada del país del Africano. Esta pequeña anécdota concentra buena parte de los elementos que han marcado la historia moderna de España. Retratando la indolencia de una clase poderosa ocupada en la consumación de sus caprichos más que en la situación del Estado".
La obra nos hace una escrupulosa y ácida radiografía de Alfonso XIII, un rey más preocupado de sus particulares aficiones, como la caza o el sexo, que de reinar. El monarca muestra con orgullo a sus más allegados las películas pornográficas que él mismo ha producido. Pero lo que debía convertirse en un acto de halago, se convierte en burla por parte de los invitados sobre las actrices elegidas, que para los asistentes resultan "mujeres desfondadas y carentes de encanto". Esto es sólo el comienzo para esbozar la controvertida figura de Alfonso el Africano. Tras ese primer fiasco, el excéntrico monarca se obsesiona por hacer las películas que él quiere, con mujeres de clase alta, impregnando de nobleza a sus películas.
Alfonso vive en su mundo de lujuria y desenfreno, ajeno a lo que ocurre en su reino. Sus políticos y militares más cercanos le avisan que debe centrarse en los problemas que están haciendo tambalearse al país. Por las calles de Madrid se empieza a hablar de la posibilidad de que el pueblo quiera la República, destronando así a Alfonso de su trono. Pero el Africano hace oídos sordos a todos los rumores, centrándose únicamente en sus películas y despreciando los consejos de sus más cercanos asesores. Alfonso se obsesiona de tal manera en encontrar a la actriz que protagonice sus cintas, que ordena a sus asesores que se olviden de lo que se habla por la corte para centrarse en la infructuosa búsqueda de una musa que de el nivel. Este empecinamiento le costará caro al Africano, en una espiral de acontecimientos que le llevarán a perder la corona.
Como ocurre en los montajes de esta compañía, las interpretaciones de sus camaleónicos actores son estelares. Font Garcíaestá tremendo en el papel de Alfonso el Africano, Juanfra Juárez, el nuevo "fichaje" de la compañía, da una lección de versatilidad y de vis cómica, y Vito Sanz vuelve a dejarnos una interpretación soberbia interpretando a un variado grupo de personajes. La química entre los tres actores es increíble, saben en todo momento como dar un giro más a las ya de por si excesivas escenas. Cada uno de ellos encaja perfectamente sus roles, sabiendo mimetizar el tono alocado y surrealista de la historia sin que parezca una comedia banal. Junto a ellos aparece en escena Pablo Peña (creador de la música de la obra) que interpreta la música y los diferentes que aparecen en la historia, en directo. Peña también interpreta pequeños papeles muy secundarios, en los que cumple sobradamente.
Font García crea un Alfonso caricaturesco, ridículo, que va precipitándose hacia el abismo con su egocentrismo y sus ganas por disfrutar de la vida a su manera, sin importarle lo más mínimo el cargo que ocupa. Font consigue un trabajo excelso, cargado de momentos memorables, con un personaje excesivo, que sabe domar a la perfección para que no se le desboque. Una sublime interpretación cargada de matices y continuos giros, hasta llevar al personaje al surrealismo más extremo. Junto a él, dos actores desbocados, hiperactivos, descomunales, que levantan continuamente las carcajadas del público. Tanto Juanfra Juárez como Vito Sanz se transforman en infinidad de personajes sin perder un ápice de fuerza, de frescura, de comicidad. Desde el maravilloso maestro de ceremonias de Juanfra Juárez al ventrílocuo de Vito Sanz, pasando por militares, políticos, curas, animales varios, todo rozando la excelencia, el esperpento, la fastuosidad, la comedia con mayúsculas.
Como ya comentamos al comienzo de esta reseña, la escenografía creada por Walter Arias (con Víctor Longás como ayudante) es pura fantasía, nos traslada a un mundo teñido de oro, con lámparas colgando por todos lados y una particular selección de sofás y butacas en los que se va colocando el público, como si fuésemos los miembros privilegiados de una nobleza invitada a una fiesta del monarca. La iluminación diseñada por Benito Jiménez, acorde con el resto de la obra, es una vorágine de colores, de cambios bruscos, de emociones. Salvador Carabante ha sido el encargado de crear el vestuario, una serie de vestimentas, disfraces, indumentarias a cual más loca y extravagante, que crean gran impacto con cada nueva creación que aparece en escena. Por último hay que hablar de las divertidas proyecciones creadas por Curro Ferreira (director de fotografía), Sules García (ayudante de cámara) y Annamaria Scaramella (coordinadora de producción), capaces de parodiar esas fantasías del monarca a la hora de crear sus películas porno.
Estamos ante una de las obras más impactantes de lo que va de temporada. Por su originalidad, por su alocada propuesta, por unos actores en estado de gracia. El sello del Club Caníbal es muy personal y atrae por su personal visión de este país nuestro y de su historia más reciente. Los montajes de esta compañía (que hemos podido disfrutar casi de forma continuada en los últimos meses) destilan irreverencia, mala leche, humor llevado a las cotas más altas, sin límites y sin ataduras. Es un buen momento para acercarse al Teatro María Guerrero y disfrutar en sesión continua de este divertido montaje y de la hipnótica versión de Marta Pazos de la obra de Lorca "Comedia sin título". Vayan y disfruten. Volvamos a los teatros. La cultura es segura.
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