El mal de la montaña en Teatro Español




Corren momentos en los que la soledad es el mal de nuestro tiempo y a la vez ruido mucho ruido que no permite que escuchemos al otro.  Muchas palabras, todas vacías de sentido y contenido, una verborrea que en el fondo no nos interesa ni a nosotros mismos, pero es necesario llenar silencios, espacios vacíos.

De todo esto nos habla Santiago Loza en un texto, que transita por los no lugares. Hace un tiempo denominaron a los aeropuertos “no lugares”, sitios de paso, donde nadie se mira a los ojos, todo neutro, robótica, espacios en los que no hay opinión, ideología y donde todos pasamos desapercibidos. Por allí pasarán sin ser reconocidos, los mas buscados delincuentes internacionales como aquella señora que viajaba por primera vez para ir a visitar a su hija.

Hoy esos no lugares han desplegado sus alas, se han abierto camino y todos somos presos de la ignominia. Sí, las redes sociales son una parte de los espacios en los que no se mira al otro, no existe empatía frente al sufrimiento ajeno, no se percibe la vulnerabilidad del otro, y no se toman en cuenta argumentos ni condiciones.

Existe un elemento simbólico que recordaba durante la función. ¿Nunca han ido a pasear al monte y hay personas que van mirando al suelo? Ya no nos fijamos en los colores ocres del otoño, ni escuchamos el sonido del aire, tampoco disfrutamos del olor de los eucaliptos. Lo que importa es el relato, hacerte una foto y subirla a instagram, llegar el lunes y contar que el domingo fuiste de excursión. El hecho, que ibas mirando al suelo deseando llegar al parking.

Santiago Loza lo cuenta de modo deslavazado en ocasiones, en un tono desenfadado en otras, pero es la perfecta descripción de nuestra sociedad hoy. Caótica, sin rumbo, desordenada y con silencios entre tanto ruido.

Francesco Carril y Fernando Delgado-Hierro se arriesgan en la dirección de una pieza a todas luces compleja, es difícil dirigir la no escucha  ni a uno mismo, es difícil dirigir el abismo al que una persona se puede sentir abocado, cuando no existen argumentos, ni elementos lógicos si no sensaciones que aun en nuestro tiempo estamos por conocer y ponerles nombre.

Extrañamente sentía como el silencio era protagonista e hilo conductor. Tres amigos, tres vidas y tres relatos inconexos entre sí. Poco mas les interesaba que escucharse a sí mismos, el miedo a lo que está fuera y el pánico a quedar en silencio y mirar que hay dentro de uno mismo. 

Comienzo a ritmo festivo y de karaoke imaginábamos así a tres amigos contándose las últimas batallas, alguna anécdota, algún que otro recuerdo pero nada de eso. Ya no hay recuerdos, no hay espacio para el cariño, tres mundos paralelos. Tres vidas impostadas de espejos cóncavos deformando la realidad.

Nos lo contaban así:

“El mal de la montaña es el relato cruzado de cuatro jóvenes, que se buscan anhelando consuelo. Comienza con la angustia de Manu, que narra a su amigo Tino el episodio de su ruptura con Pamela, el único personaje femenino de la obra, una ruptura que estaba resultando a la perfección (el marco era incomparable: la lluvia fina cayendo, el paseo mudo y distante por la calle…) hasta la irrupción de un mendigo orinando en la acera de en frente. Lo que atormenta a Manu no es la ruptura en sí, es la aparición en lo real de algo que se escapa al marco de su relato, de algo que lo vuelve vulgar, de algo que deshace la imagen perfecta de una ruptura que estaba saliendo de una redondez novelesca.

Los personajes de esta pieza desean profundamente estar en control de la realidad a través de sus propios relatos. Es la realidad la que debe acomodarse al relato y no al contrario. Podríamos decir que esta pieza se adelanta en su sensibilidad a los tiempos actuales en que las redes sociales determinan a unos individuos que han tomado una posición de relatores de sus propias vivencias en un marco virtual y en el que solo cabe aquello que es válido al filtro de su discurso, de su elaboración. El mendigo orinando queda fuera de la foto de Instagram. Y eso es lo que atormenta a Manu, que el mendigo haya podido quedar en la retina de Pamela, que ese otro se haya colado en su visión controlada del mundo, en su particular ‘frame’.

Las voces de los demás personajes nacen desde esta misma esencia, como la obsesión de Pamela con que su ex novio no soportara su nombre, la narración de Tino de una relación fallida en la que tuvo que ocultar su ausencia total de deseo, o la agresividad de Ramo con aquellos a los que considera una amenaza: los otros, los pobres. Los cuatro son personajes ensimismados, que se relacionan desde un lugar a veces superfluo y a veces de una descarnada sinceridad. Hacen gala de esa honestidad que tienen los que no se plantean si hacen daño, los que no se preocupan de las consecuencias que pueden provocar sus palabras en los demás. De ese intercambio surge un retrato crudo de nuestros días, de nosotros, de la parte más oscura de nuestra cotidianeidad.”

Francisco Carril (Manu) se mueve eficaz en escena, un tipo de nuestro tiempo, sin prejuicios ni timoratas, va a lo suyo, cuando la vida no está a su gusto, modifica el guión. Divertido en sus conversaciones con Tino interpretado por Fernando Delgado- Hierro ambos amigos de Ramo (Luis Sorolla) el reflejo de aquellos que odian al diferente, a lo que no conocen, a lo que está fuera. Personas sin nombre ni rostro, seres deshumanizados pisoteados por prejuicios e ideas infundadas.

Ángela Boix en la piel de Pamela contrapunto, voz honesta entre peroratas, expresas los miedos y anhelos propios y del resto. Es cuando surgen desde la verdad, en el momento en el que llega la ayuda y el consuelo.  Es el haz de luz capaz de sentir, de tocar al otro y dejarse acariciar. Es la voz de los que piden auxilio, transmitiendo el vértigo, el miedo a la profundidad del mar y a la imponente montaña frente a la que uno viene a no ser nada.

Escenografía de la mano de Paola de Diego, creando un jardín de confesiones en el que surgen atisbos de verdad, dentro sofás hinchables que asfixian hasta que la escenografía se compone de un simbólico, espacio vacío junto a Sandra Vicente en un acertado trabajo de sonido y Paloma Parra en el trabajo de iluminación.

Una puesta en escena bien ejecutada, de interesantes elementos simbólicos con un fondo complejo ya que no existe un nombre exacto a la deshumanización que se está produciendo en este momento y no sabemos aún hasta donde puede llegar.

 
Teatro: Teatro Español
Dirección: Plaza de Santa Ana.
Fechas: Del 10 de Febrero al 3 de abril. Martes a domingo a las 19:30. 
Duración: 1 hora 30 minutos.
Entradas: Desde 13,50€ en Teatro Español.






 

PROGRAMA DE MANO EL MAL DE LA MONTAÑA 

 

Ficha artística:

De: Santiago Loza

Dirección: Francesco Carril y Fernando Delgado-Hierro

Con: Ángela Boix, Francesco Carril, Fernando Delgado-Hierro y Luis Sorolla

Diseño de espacio escénico: Paola de Diego

Ayudante de escenografía y vestuario: Guillermo Felipe

Diseño de iluminación: Paloma Parra

Diseño de sonido: Sandra Vicente

Ayudante de sonido: Beni Moreno

Ayudante de dirección: Raquel Alarcón

Residencia de ayudantía de dirección: Valle del Saz

Producción Buxman: Jordi Buxó, Aitor Tejada y Pablo Ramos Escola

Una coproducción de Teatro Español y Buxman Producciones

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