Teatro: Los farsantes. Teatro Valle-Inclán.

Entramos en la sala del Teatro Valle-Inclán y viajamos a los años 90 con el hilo musical previo al comienzo de la obra. Una historia que, como si de una matrioshka rusa se tratase, engloba varias historias dentro de la misma, es una sola y son muchas a la vez. Volvamos a los preámbulos, en los que el ambiente que se crea ya nos indica que estamos ante algo especial. El autor nos habla a través de los textos que aparecen en el telón, se sincera con nosotros al son de temazos como "Thunderstruck", con el que nos momentos "estelares" de su adolescencia. No ha empezado la obra (o al menos no oficialmente) y el público ya está entregado, hipnotizado por lo que nos cuentan los sobretítulos, deseando conocer la historia de este joven que bebía Peppermint en sus primeros años en la discoteca. 




Excelente prólogo que nos pone en alerta sobre lo que vamos a ver. Costumbrismo mezclado con surrealismo, historias dramáticas barnizadas de la más elegante de las comedias, sueños que distorsionan la realidad y accidentes que cambian la percepción de la vida. Y todo con una elegancia maravillosa en la narración, con un portentoso ingenio a la hora de ensamblar las distintas historias. La sencillez de contar pequeñas historias desde la complejidad de los sentimientos y los miedos. Todo esto y mucho más es esta maravilla titulada "Los farsantes", que sin ninguna duda se ha convertido desde que salí de verla en la obra de la temporada. 



Esta coproducción de Buxman Producciones ("Jauría", "Iphigenia en Vallecas", "La clausura del amor", "Todo el tiempo del mundo") y el Centro Dramático Nacional nos remueve y nos enternece, nos divierte y nos sorprende, es puro ingenio, desbordante comedia al servicio de dos historias que discurren en paralelo hasta casi tocarse, una fabulosa obra que transcurre en diversos planos, desde el contacto inicial con el público a la "confesión" del propio autor sobre un más que aparente plagio. Y todo ello narrado con maestría, interpretado por un elenco prodigioso. Un montaje desarrollado por capítulos, como si de una novela se tratase, en el que se van intercalando la realidad y la ficción, la comedia y el drama, lo profundo y lo superfluo. Todo tiene cabida en esta pieza: encuentros oníricos con familiares muertos, diálogos picados a ritmo vertiginoso, escenas surrealistas, momentos íntimos, monólogos pausados, situaciones cotidianas (tamizadas eso si por la visión siempre peculiar del autor) y una cantidad de temas que tienen que ver con la mente del autor, pero también con los miedos y las dudas que tenemos todos nosotros. 


Pablo Remón, autor (con la colaboración de Violeta Canals) y director de la pieza, se ha convertido en todo un referente de la escena nacional, por su particular forma de escribir y dirigir, acercándose a lenguajes más propios del audiovisual, con historias que entremezclan el costumbrismo con el surrealismo, siempre cargadas de una comedia fina. Tras sorprendernos con obras como "40 años de paz", "El tratamiento", "Los mariachis", "Sueños y visiones de Rodrigo Rato" o "Doña Rosita, anotada" (por la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2021), en esta ocasión sube la apuesta, en un prodigioso juego en el que se solapan realidad y ficción, donde no sabemos que es verdad y en que momentos el autor está jugando con nosotros. Remón comenta que la obra "nace de una necesidad y un deseo, el de hablar de la mediana edad y el éxito, el fracaso, el triunfo, qué es perseguir algo, cuánto hay que sacrificar para conseguirlo, qué sentido tiene ese sacrificio y si somos dueños de nuestros sueños o si es al contrario".

El texto nos habla del miedo al fracaso, de los sueños lo alcanzados, todo ello desde el particular mundo del espectáculo. Una pieza que se ríe del mundo al que ellos mismos pertenecen, una historia que mira en el interior de los propios actores, que desnuda al director para contarnos sus dudas sobre si mismo, que se sincera hasta el punto de confesarse como un plagiador. Una actriz, un director, un productor, las tres piezas que disecciona Remón en esta historia cargada de sinceridad, de confesión, casi a modo de terapia con el público, al que interpela en todo momento. Estos personajes viven en la farsa, no saben diferenciar la ficción de la realidad, "es gente que vive, que vivimos, en profesiones en las que la separación entre lo que uno es y en lo que uno trabaja no está clara. Yo siempre he vivido con esa contradicción porque todos los amigos que he tenido desde pequeño se dedican a otras cosas, viven unas vidas convencionales, y yo nunca he sido capaz de separar mi vida personal de mi vida profesional y esa es una pregunta que llevo conmigo" reconoce Remón.



En esta ingeniosa mezcla de realidad y ficción, el autor nos habla de su obra anterior "Las ficciones", que se iba a estrenar en el Pavón Teatro Kamikaze en Junio de 2020 y que nunca se llegó a estrenar por la pandemia y el posterior cierre del (tan añorado) teatro. El autor pasa de refilón por ella, la nombra como parte de su alegato como farsante mayor, como plagiador de textos, para contarnos todas sus dudas sobre lo que escribe. Recuerdo las ganas que tenía de ver esa pieza, con un elenco formado por Bárbara Lennie, Irene Escolar y Carmen Machi. Esperemos que algún día se pueda ver (ojalá en el nuevo espacio abierto por los Kamikazes), pero mientras tanto disfrutemos de esta maravilla nacida de aquella y gestada durante los últimos años. El autor se sincera ante el público poniendo en duda su valía, dentro de este episodio en el que la realidad y la ficción se confunden. Remón reconoce que "una pregunta que me hago mucho es cómo escribir para que sea nuevo, cómo hacer una obra en la que no me traicione, en la que encuentre algo nuevo que no sea impostado, pero también sé que yo no puedo escribir de cualquier cosa y, aunque uno intente alejarse de sí mismo, se acaba encontrando con uno".



Es este un montaje que lo tiene todo. Nos llena de ternura, nos pone frente a nuestros miedos, nos remueve por la verdad que destila, nos divierte desde la más elegante comedia. En él podremos encontrarnos de todo, desde una Dorothy pasada de ketamina hasta un camarero de Kazajistán en un bar de pueblo. Tendremos divertidas referencias al filósofo surcoreano Byung-Chul Han, parodias sobre culebrones, pinceladas del suicidio de Sarah Kane, un peculiar niño de seis años convertido en crítico teatral, escenas de "Las tres hermanas" de Chejov, una surrealista entrega de los premios Goya y miles de referencia al particular universo del autor y al extravagante mundo del espectáculo. Todo esto entra en la coctelera de Pablo Remón para regalarnos un montaje concebido "como si fuera un disco doble, en el que hay partes que crees que podrías quitar, pero no lo haces porque la gracia está en que eso esté". Este fabuloso viaje de dos horas y media de duración nos transporta desde la adolescencia del autor a nuestra propia esencia. Remón reconoce que suele "tirar mucho cuando escribo, a quedarme con la esencia, y aquí he hecho lo contrario". Desde mi humilde opinión nada sobra en esta obra. Cada escena, cada monólogo, cada diálogo, cada gesto, todo encaja con precisión y resulta hasta necesario para el encaje final de todas las piezas de la historia.



Centrándonos en la historia de la que nos habla el montaje, podemos decir que gira en torno a los sueños no cumplidos, a las miserias, a la crueldad de no alcanzar las metas, todo ello centrado en el mundo del cine y el teatro. Personas que viven en una mentira, en una carrera hacia adelante, en un bucle infinito en el que se diluye la vida con el trabajo. La obra se vertebra en torno a dos historias que van acercándose y alejándose, con muchos puntos en común y en las que conoceremos a Ana Velasco, una actriz con una carrera que no arranca, y Diego Fontana, un director de cine que está a punto de conseguir su gran contrato con una plataforma. Ella se ha estancado en su carrera y le pesa demasiado la alargada sombra de su padre, director de cine. Él, director de éxito por películas comerciales, sufre un accidente que le hace cambiar su perspectiva de la vida. A ambos les une la figura de un director de culto de los 80, Eusebio Velasco, padre de Ana y profesor de Diego.

Como podemos leer en la sinopsis de la obra, "es una comedia donde solo cuatro actores viajan por decenas de personajes, espacios y tiempos. Una sátira sobre el mundo del teatro y del audiovisual, a la vez que una reflexión sobre el éxito, el fracaso y los papeles que encarnamos, en la ficción y fuera de ella". Cada una de las dos historias tiene su propio lenguaje, su propio estilo. Mientras que el relato de Ana tiene un "estilo eminentemente cinematográfico, con un narrador que guiando, y en la que sueño y realidad se confunden", en el de Diego es "una obra de teatro más clásica, representada en espacios más realistas".



Estos cuatro actores, capaces de transformarse de forma impecable a lo largo de la obra, son Javier Cámara, Bárbara Lennie, Francesco Carril y Nuria Mencía. Un elenco fabuloso, capaz de entrar y salir de las diferentes escenas con la mayor naturalidad, de pasar de adulto a niño, de escenas hiperaceleradas a monólogos pausados, de la comedia al drama. Los cuatro están imponentes, saben en todo momento el tono que necesita la escena, la intensidad, el ritmo. Todo funciona con intérpretes que dominan la escena a la perfección. 

Bárbara Lennie está fabulosa en su papel de Ana Velasco, mostrándonos una gama de matices dentro del personaje que hace que lo diseccionemos, que lo analicemos, que logremos conocerlo por dentro. La versatilidad de la actriz hace que todo en ella parezca fácil. Domina cada escena sin importarle tener que cambiar en cuestión de segundos de la comedia más surrealista al drama más desgarrador. Capaz de disfrazarse de bruja, ganar un Goya (y perderlo en segundos), cantar en un desgarrador montaje íntimo, dejarse criticar por un niño, o aconsejar por un camarero de Kazajistán. Todo con la decadencia que poco a poco acumula su personaje, en un viaje para conseguir desprenderse de pesadas mochilas y poder vivir su propia vida. Una interpretación maravillosa cargada de tonalidades muy diversas.



Javier Cámara da vida al director Diego Fontana, con la solvencia de quien domina la interpretación como nadie. Pese a llevar más de una década alejado de los escenarios, Cámara consigue una interpretación solvente, convincente en todo momento, con esa naturalidad que tantos éxitos le ha dado en la gran pantalla. Sabe transmitir en cada momento lo que necesita el personaje, hacernos sentir sus miedos, ser hilarante cuando es necesario, incluso ser un niño de seis años sin tener que impostar nada. El actor nos regala diversos personajes además del director, como el camarero (divertidísimo desde la tranquilidad), el niño crítico (punzante y deslenguado) o el padre de Ana (tierno y conmovedor), todos ellos tratados con mesura y elegancia.

Francesco Carril se ha convertido en los últimos años en uno de los actores más interesantes de la escena. Sabe darle su toque personal a todo lo que interpreta. En esta obra está imperial en todos los papeles que hace. Comienza con el pausado narrador que nos cuenta la vida de Ana, para mutar a personajes de lo más extravagantes. El personaje del productor de cine es maravilloso. Como siempre, Carril hace de cada interpretación suya una obra de arte. Por último tenemos a Nuria Mencía, que con su innata facilidad para la comedia lo llena todo de humor. La actriz consigue amoldarse a todos los papeles que tiene que interpretar para darles a cada uno su seña de identidad, su estilo, el tono preciso.



Todo esto ocurre en una fabulosa escenografía diseñada por Mónica Boromello, que nos plantea dos mundos superpuestos. Por un lado tenemos el plano inferior, en el que se desarrolla la historia de Ana. Es un espacio ambiguo, de colores planos, casi onírico, para una historia que divaga entre la realidad y la ficción. El plano superior, en el que se desarrolla la historia de Diego es mucho más realista. En ella encontramos los asientos de un avión y una habitación de hospital. Todo ello apoyado con la impecable iluminación de David Picazo, que crea una textura diferente para cada escena. No podemos dejar de hablar del vestuario diseñado por Ana López Cobos, que consigue atraparnos con la pintoresca vestimenta de algunos de los personajes, frente a la sobriedad de los personajes principales.


En definitiva, estamos ante una de las obras de la temporada. Pablo Remón consigue llevarnos a un universo muy particular en el que todo es posible, sin estridencias ni exageraciones. Historias sencillas que hablan de personas normales, pero que por la manera en la que se cuentan se convierten en épicas. El autor y director consigue que desde el primer momento entremos de lleno en la trama, que nos sepa a poco cuando llega el descanso, que disfrutemos de cada escena, que aplaudamos a rabiar al final. Desde la apariencia de la comedia consigue hablarnos de temas muy poderosos y trascendentes, pasando aparentemente de puntillas pero dejándonos un gran poso. Esperemos que la obra vuelva a la cartelera próximamente, porque mientras escribo estas líneas ya han colgado el cartel de entradas agotadas para todos los pases. La obra lo merece. MARAVILLOSA.

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Teatro: Teatro Valle-Inclán.
Dirección: Calle Tamayo y Baus 4.
Fechas: Del 29 de Abril al 12 de Junio. De Martes a Domingo a las 20:00. 2 horas y media aprox.
Entradas: Desde 6€ en entradasinaem

Encuentro con el equipo artístico: 5 MAY 2022
Funciones accesibles: 26 y 27 MAY 2022
Taller de conciliación: 28 MAY 2022

EQUIPO

Dirección

Pablo Remón

 

Texto

Pablo Remón (con la colaboración de Violeta Canals)

 

Reparto

Javier Cámara, Francesco Carril, Bárbara Lennie y Nuria Mencía

 

Escenografía

Monica Boromello

Iluminación

David Picazo

Vestuario

Ana López Cobos

Realización de vestuario

Pinelly

Sombrería

Betto García

Alquiler de vestuario

Peris Costumes

Ambientación

María Calderón

Diseño de sonido

Sandra Vicente

Ayudante de dirección

Raquel Alarcón

Ayudante de escenografía

María Abad

Ayudante de iluminación

Daniel Checa

Ayudante de sonido

Benigno Moreno

Ayudante de vestuario

Cristina Martín

Diseño de cartel

Equipo SOPA

Coproducción

Centro Dramático Nacional y Buxman Producciones






 






 


 


 




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