Teatro: Madre de azúcar. Teatro Valle-Inclán


He de comentar sin duda que es la obra más emocionante y emotiva que he visto en los últimos años. Así, para empezar. Para abrir boca. Y es que nos sacudieron tantas emociones anoche en el Teatro Valle-Inclán de Lavapiés… Nos recibió un jardín, un despacho, una cocina, una habitación, un mundo aparte. Las primeras sensaciones. Una mirada. Un coger aire. Cojamos aire, que allá vamos. 


Soy Cloe, tengo veintisiete años y un deseo escondido como un gato debajo de un coche, asustado por salir…” Esta es la historia de Cloe, una mujer con una discapacidad intelectual del 65%, o con diversidad funcional, o como narices se quiera etiquetar, que desea por encima de todo ser madre. Y emprende un viaje, interno y externo, para lograrlo. Y Cloe nos lo cuenta, con dureza y ternura a partes iguales, dándose cuenta ella también de la sociedad en la que vivimos, de las trabas que nos ponemos, y que muchas veces no nos permiten ejercernos libremente como personas, como seres humanos. 


¿Será una buena madre? ¿ Serán las demás buenas madres? Buceemos en este acuario social donde los tiburones acechan, sin plantearse el otro lado, la otra mirada. Cloe , invisible, sin derechos, sin deseos, se reivindica sobre el escenario. No solo a ella, reivindica a todos, a todos aquellos que tengan algo que reivindicar, dejándonos de etiquetas de discapacidad, diversidad, diferencias, distopías, disleches. “No me gusta que se inventen palabras para hablar de mí”. 




"Madre de azúcar" nos invita a hacer una reflexión social sobre lo que pasa de puertas para dentro, de mente para dentro. Nos señala una visión de la sociedad en la que nunca caemos. En la que pensamos que lo mejor es proteger, con la mejor intención, sí, pero al fin y al cabo, proteger sin más puede ser la mayor de la desprotección. Proteger sin escucha. Y claro, surgen las ironías. “No tenemos nada de nada. ¿Qué hacemos con los gatos?” Y aparece Teresa, su madre, que con todo su corazón, intenta que su hija sea feliz en un mundo de cristal, en un mundo infantil donde Cloe ha crecido, donde Cloe ha madurado y no se siente realizada. Ella quiere salir, vivir, emborracharse, equivocarse, follar, disfrutar… como todos. 



Y parece que su situación social se lo impide. Un ángel sin alas. Subtítulos de ausencia en el CDN. Y surgen Albert y María como la alternativa, como los educadores enrollados que mejor la van a entender, que mejor la van a comprender, porque llevan en esto de la educación toda la vida (soy un modesto maestro al que también le sirvió lo vivido anoche para reflexionar sobre la libertad de pensamiento en el aula), y parece que uno y otra, insisto, con toda su energía positiva, ya que aquí no hay malos ni hay buenos, le dan a Cloe pan para hoy y hambre para mañana. 



Que Cloe entre con buen pie en la fundación…” Y en estas que a Cloe le presentan a sus nuevos compañeros de piso, que no de hogar, y aparecen con una naturalidad desbordante y un talento excepcional el Marc, la Cristina y la maravillosa Consuelo. Y ellos, con esfuerzo, sí parecen entenderla, y también se rebelan, y también lo manifiestan, la arropan, la cuidan, la miman. Y nos empezamos a emocionar. Lo que vemos, lo que sentimos nos parece emocionante, injusto y en ocasiones degradante, y muy, muy emocionante. 


Y surgen los derechos, las responsabilidades, las libertades, las opiniones, las visiones, los miedos, los riesgos, las exclusiones, los clichés, los malditos clichés. Y el montaje va creciendo, ya nos ha ganado, ya somos Cloe. Todo el público es Cloe. Y aunque pida la luna, que la pide, no nos parece bien que no tenga la opción de balancearse en ella. “Cuando alguien pide la luna, no lo puedes parar con argumentos”. Pero claro, Cloe no cuenta, ella está hecha de azúcar, no vaya a ser que la pelota le haga daño. Y surge el fuego, la lava de un volcán, que se va encendiendo, que se va sacudiendo en su interior porque no puede más, y tiene que explotar, y tiene que sacar toda esa mierda social para que nos demos cuenta de lo sencilla que es la vida en muchas ocasiones, y como la complicamos por no escuchar, por no empatizar, por ir a lo nuestro con la cabeza baja, pegada al móvil, sin otra preocupación que nos dé tiempo a llegar no sé muy bien a donde. 


Ser madre, ser padre es tremendamente complicado, pero si no nos dan la oportunidad de serlo... Y ya salen los nombres propios, los artífices de todo este tinglado que nos ha tenido con los ojos como platos y el corazón encogido durante dos horas. Dos cortas horas. Iván Benet, Marc Buxaderas, Mercè Méndez, Judit Pardás, María Rodríguez y Teresa Urroz han sido los culpables. Han hecho que sigamos amando al teatro en todo su esplendor, con toda su grandeza. Que lo que haya fuera no importe, porque dentro está pasando algo muy grande. Y nos reímos y lloramos con ellos, y pensamos, y gritamos por dentro, y sangramos también . Nos enternecemos, gozamos, sufrimos, nos indignan y les comprendemos a la vez. Hay tantas miradas. Gracias a todos y cada uno de ellos por hacernos seguir amando este noble arte que tantas puertas nos abre, que tantas miradas nos hace ver. 


Dejo para el final a Andrea Álvarez, Cloe, con una presencia escénica maravillosa, espectacular. Tierna, irónica, dulce, dura, reivindicativa, amorosa, frágil, fuerte, inocente, culpable… tantas y tantas cosas podríamos hablar sobre ella. Solo esperamos disfrutarte en muchos más montajes. Ya nos has conquistado. 


Un texto precioso de Claudia Cedó, inteligente , dinámico, reivindicativo, intenso, tierno, como todo el montaje. Como todo lo que rodea a Madre de azúcar. Una dirección escénica magistral de la propia Cedó que nos lleva de aquí para allá con emoción, y con cariño, mucho cariño. Especial mención también a toda la parte técnica del montaje, que ayuda a sentir mucho más profundamente todo este alegato emocional , político y social del que tanto hemos aprendido. 

 

Ni ellos, ni nosotros, ni zarandajas varias. Anoche en el CDN aprendimos que todos y todas tenemos que aprender a escucharnos, a mirar de otras maneras y a sentir la vida y las vidas que nos rodean de un modo diferente. Solo así cambiará algo en esta manida sociedad en la que vivimos. Yo, de momento, también me pido la luna, Cloe. Espero verte alguna noche columpiando a tu hijo en sus brazos. Vengan al teatro. Es maravilloso.
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Teatro: Teatro Valle-Inclán.
Dirección: Plaza Ana Diosdado s/n.
Fechas: Del 23 de Septiembre al 9 de Octubre. De Martes a Domingo a las 20:00. 140 min aprox.
Entradas: Desde 10€ en entradasinaem. Programa de mano. Encuentro con el público moderado por Inés Enciso el 4 de Octubre.

EQUIPO

Texto, dirección y dramaturgia

Clàudia Cedó

 

Traducción

Matilde Castillo


Reparto

Andrea Álvarez (Cloe), Ivan Benet (Alberto), Marc Buxaderas (Marc), Mercè Méndez (Cristina), Judit Pardás (Consuelo), Maria Rodríguez (Maria) y Teresa Urroz (Teresa)

 

Escenografía

Laura Clos “Closca”

 

Iluminación

Luís Martí

 

Vestuario

Bernat Grau

 

Sonido y música

Lluís Robirola

 

Vídeo

Clàudia Barberà

 

Ayudante de dirección

Berta Camps

Ayudante de vestuario

Assen Planas

 

Asesoramiento vocal y logopedia

Nora Baulida

 

Asesoramiento cuerpo

Vanessa Segura

 

Acompañamiento asistencial y regiduría adaptada

Carla Balaguer, Anna del Barrio y Julià Palacios

 

Fotografía

May Zircus (TNC)

 

Producción ejecutiva

Marta Iglesias, Anna del Barrio y Roser Soler

 

Distribución

Roser Soler (Mare de sucre) Caterina Muñoz (Madre de azúcar)

 

Producción

Teatre Nacional de Catalunya y Escenaris Especials con el soporte de Ajuntament de Banyoles, Diputació de Girona, Fundació Josep Botet, Fundació Support (Girona) y Fundació Obra Social La Caixa

 



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