Teatro: Espectros. Teatro Español.

¿La verdad abre caminos o puede terminar de destrozarlo todo? 

¿Cómo es convivir con los espectros de las historias que se ocultan?


Suena la megafonía, dan la bienvenida al Teatro Español y piden que se desconecten por completo los teléfonos móviles. Ingresa Regina (Carla Díaz), cantando ensimismada La vie en rose. Lleva consigo un pulverizador de cristal, con el que va limpiando unos muebles también de cristal, en el que se me antoja el primer anuncio de la obra, ¿va a ser todo tan claro, tan transparente?


Regina tiene una energía preciosa, de esa que se palpa, fresca, contagiosa. Llega su padre, Engstrand (Manuel Morón) y le cuenta su nuevo proyecto, un hogar para marinos. Engstrand se muestra entusiasta, con un discurso de pobre hombre sacrificado en el que se intuyen segundas intenciones, que es un jugador habilidoso, sabe lo que quiere y es un estratega. ¿Un lobo con piel de cordero o un pobre borracho que tampoco supone una amenaza?



Regina tiene diecinueve años, vive en casa de la familia Alving cuando vuelve Osvald (Andrés Picazo), el señorito, de París. Osvald es pintor, un artista, que se ha movido en entornos bohemios y que ha conseguido cierto éxito. Helena (María Fernández Ache), su madre, está encantada con su vuelta, con tenerlo en casa todo el invierno.


Helena ultima los detalles de la apertura de un orfanato con el padre Manders (Javier Albalá) y hablan del próximo homenaje a su difunto marido. Durante esta conversación, el padre Manders detecta ciertos libros en la mesa, inquiere a Helena al respecto y le recrimina que personas como ellos los lean. También hablan de cuestiones legales como el seguro, no estaría bien visto que el orfanato estuviera asegurado, la gente y sobre todo, la prensa, podría interpretarlo como una falta de confianza en la Providencia. 



Espectros es una maravilla, no solo la obra de Ibsen, escrita en 1881, sino la ejecutada en la Sala Margarita Xirgu del Español. El tempo de la obra es perfecto, todo transcurre de forma que nada es evidente, que la sorpresa llega e inquieta al espectador, con una tensión in crescendo que nos hace preguntarnos, ¿Cómo hemos llegado hasta aquí, con lo tranquilo que parecía todo? Del elenco, nada más que elogios, todos destacan y enriquecen el texto. 

Osvald, interpretado por Andrés Picazo, da un poderosísimo discurso sobre la luz, la verdad y la libertad, sobre familias funcionales fuera de la convención, sobre lo asfixiante que es mantener las apariencias. Helena escucha en su hijo su propia voz, la que no se atrevió a levantar y la que intentó proyectar desde la sombra. El padre Manders, un hombre de habla profunda que emana autoridad, encarna un intento de rectitud en la que choca consigo mismo, en la que se palpa la tentación y los deseos reprimidos. 


¿Qué ocurre cuando alguien asume con culpa o vergüenza lo que hicieron otros?, ¿por qué no me fui? Y si lo hice, ¿por qué volví?

¿Sigue siendo la familia una estructura ligada al silencio, la vergüenza o la culpa? Los pactos no escritos, las cosas de las que no se habla, las historias soterradas que se terminan manifestando. ¿Todo aquello que se calla termina por aparecer? 


Por su parte, María Fernández Ache, directora e intérprete de la obra, comenta: 

"Nunca me ha interesado el teatro arqueológico. Cuando Ibsen escribía sus obras lo hacía para un público contemporáneo; hablaba de asuntos que estaban al orden del día y a menudo escandalizaba por lo vanguardista y rompedor de sus propuestas y por las ideas -tremendamente modernas y anticonvencionales- que presentaba en sus textos. ¿Qué interés podría tener montar la obra original hoy en día, cuando algunos de los elementos que la hacían audaz y renovadora se apoyaban en asuntos puramente formales que han quedado obsoletos? Aunque discursivamente sigue estando vigente y narrativamente es muy actual, había que introducir algunos cambios sutiles". 



Esos sutiles cambios de los que habla María Fernández Ache, hacen que esta obra que en su día fue descrita como una "cloaca abierta", que atacaba de manera frontal el concepto de familia en la que la reputación lo es todo y justifican cualquier precio a pagar, sigan teniendo impacto. ¿Dónde queda el deseo cuando lo fundamental es la apariencia?, ¿es la felicidad un premio o algo consustancial a la existencia?


Reseña escrita por Marianella Cattáneo

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Teatro: Teatro Español. Sala Margarita Xirgu.
Dirección: Plaza de Santa Ana. Calle Príncipe 25.
Fechas: Del 27 de Enero al 5 de Marzo. De Martes a Domingos a las 19:30. 1h 30 min. aprox.
Entradas: Desde 13,50€ en Teatro EspañolPrograma de mano. Encuentro con el público el 08/02.

 

FICHA ARTÍSTICA

De: Henrik Ibsen

Adaptación y dirección: María Fernández Ache 

Con: María Fernández Ache (Helena Alving), Javier Albalá (Manders), Carla Díaz (Regina), Manuel Morón (Engstrand), Andrés Picazo (Osvald) 

Diseño de espacio escénico y vestuario: Ikerne Gimenez

Diseño de iluminación: Felipe Ramos

Diseño de sonido: Nacho Bilbao

Asistente de dirección: Sonia Almarcha

Ayudante de dirección: Philippe Nadouce

Jefa de producción: Rosa Merás

Ayudante de producción: María José Martínez

Una producción del Teatro Español, Territorio Violeta y Philippe Nadouce


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