Fotografía perfecta, un retrato. Pedro Casablanc con un monóculo a través del cual viajaremos bajo la mirada de cuatro figuras que parecen haberse sentado a conversar y componer esto a lo que Xavier Albertí ha tomado a bien describir como un monodrama musical que se acompaña de la sonata La tempestad de Beethoven, cuplés y zarzuelas de la época en la que vivieron sus dos protagonistas.
Un cuadro en tres dimensiones, el alma de Valle-Inclán mecida por la pluma de Ramón Gómez de la Serna, una obra para mí desde hoy imprescindible que rompe con toda farsa , con todo atisbo de caricatura. El galleguismo mas castizo, el andurriano entre tertulias, disensiones y trifulcas. Aquel Valle-Inclán trapacero escondido tras el personaje, es hoy menos caricatura que nunca, más genuino de lo que ya era al entrar en el Teatro Español.
Modernista, adelantado a su tiempo, bohemio y supongo excéntrico hasta su máxima expresión, alejado en su primera etapa de una generación del 98 que vagaba entre tradiciones, cambios políticos, alusiones a Castilla una sobriedad que lejos estaba de un creador que gustaba de la estética y la deformación de lo bello y lo plausible. Un soberbio recorrido por la vida del gallego, un retrato de su esencia y de su obra, hasta la anécdota más familiar que no se suele conocer y que nos acerca más si cabe al alma del autor y a los cambios por los que pasó su obra en tanto cambiaba la sociedad, la política y la ética de un país del que pareciera espectador lúcido, de sus días y también de sus noches.
La ética como valor político le hizo confrontar contra las formas dictatoriales, la política le generaba desasosiego, las ideas que enclaustraban la creatividad y que cortaban las alas al pensamiento, se atisbaban tiempos convulsos y las tertulias eran más livianas, menos filosóficas, más bastas. Pareciera como si se fuese apagando en tanto todo se apagaba y se volvía más gris.
Pedro Casablanc impoluto, presencia, cuerpo, dicción, traje impecable, gesto perfecto, zapatos dando constancia de una época, hoy en día no brillan los zapatos. Casablanc es Ramón Gómez de la Serna, es Gómez de la Serna hablando de Valle, hablando como y por Valle-Inclán, todo ello con la dirección precisa de Xavier Albertí, para que todo tenga sentido y sea el reloj de bolsillo perfectamente sincronizado que no está pero parece existir. Al piano Mario Molina, elegante, amplificando el todo, parte imprescindible de esta pieza. En escena no hay elementos dispersos, todo es comunión y fusión indiscutible. El texto, el piano, y Casablanc es un todo en esta pieza.
Juan Gómez Cornejo en el trabajo de iluminación consigue que todo esto suceda, que la pieza sea un cuadro, una fotografía perfecta. Da la última pincelada para la composición de un retrato.
“Y ahí está siempre Gómez de la Serna, observando, analizando, empatizando, confundiendo sus ojos de observador con los ojos del observado”. Xavier Albertí
Impecablemente recomendable.
Teatro: Teatro Español.
Dirección: Plaza Santa Ana, C. del Príncipe, 25.
Fechas: Del 2 de marzo al 9 de abril
Entradas: Del 2 de marzo al € en teatroespanol.
Ficha artística:
Autor, Ramón Gómez de la Serna
Dramaturgia y dirección. Xavier Albertí
Reparto. Pedro Casablanc
Pianista. Mario Molina Gómez
Selección musical. Xavier Albertí
Diseño de iluminación. Juan Gómez-Cornejo
Producción. Teatro Español y Bravo Teatro SL
Imágenes. Javier Naval
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