Recordemos a la diva, honremos a una de las actrices que más a luchado por el cine, aplaudamos una última vez a la gran Bette Davis. Porque este montaje es una revisión de la figura de la actriz, pero también un homenaje, una reivindicación, una reverencia ante una de las actrices más singulares que ha dado la historia del cine. Pero esta obra es también una mirada atrás a la época dorada de Hollywood, para ponerla en valor pero también para descubrir muchos de sus oscuros entresijos, para conocer las dificultades que las actrices tenían para poder actuar. Y por último, es un canto al mundo del cine, una oda a la filmografía de una actriz irrepetible, una mujer que se hizo a si misma y supo defender sus ideas contra viento y marea.
La vida de una leyenda contada desde su propia perspectiva, una mujer guerrera que hizo frente a la industria del cine, que siempre tuvo claro lo que quería hacer, que fue con paso firme, que a pesar de las adversidades siempre supo lo que quería ser, actriz, y el modo de conseguirlo. Bette Davis, además de una de mejores actrices que ha dado el cine, fue una mujer luchadora, que se enfrentó a los estudios, a los directores, a los hombres que estuvieron con ella, para llegar a ser una de las estrellas más rutilantes del firmamento de Hollywood.
Esta producción de La Caja Negra Teatro nos traslada a una película de los años dorados de Hollywood. El texto, la atmósfera, los personajes, la trama, todo destila aquella majestuosidad, ese glamour que se ha ido diluyendo con los años, ese halo de misterio y poderío que desprendían los actores y actrices y de la época. Una obra que, además de un homenaje a la gran actriz, nos muestra lo que era el mundo del cine de la época, haciendo un repaso por la trayectoria de Davis pero también contando anécdotas de su vida, sus relaciones amorosas, su imponente carácter que le llevó a ser la primera presidenta de la Academia del Cine, pero también a crearse muchos enemigos dentro del mundo del celuloide.
Juan Mairena ("Cerda", "La partida (Arrabal versus Cervantes)", "Un mundo aparte") es el autor y director de esta preciosa obra, y nos regala un texto delicado y delicioso, impecable en la forma de narrar y contundente al plantear los reproches y reivindicaciones que la propia actriz hace de su vida y del mundo en el que le ha tocado vivir. Un homenaje a Bette Davis pero también a toda una época de Hollywood y a un tipo de mujer, combativa y valiente, que luchó para poder ser lo que quería en un mundo en el que la opinión de la mujer no valía nada. Mairena crea un libreto con el glamour de aquella época, que destila elegancia, con ese halo de misterio que se le presuponen a estas grandes estrellas, pero también el texto está lleno de ternura, al mostrarnos la vulnerabilidad de la actriz al hablar de los hombres a los que amó, el miedo de que a una actriz de su edad no la vuelvan a llamar para trabajar. Este juego que nos mueve entre la gran diva y las intimidades de la mujer luchadora es lo que hacen de este texto algo inolvidable y único.
A partir de una anécdota de la vida de la actriz (que ya nos deja claro el carácter luchador y particular de Davis) Mairena va encajando las piezas de su vida a base de anécdotas y confesiones, de los momentos cruciales de su carrera con los más oscuros de sus relaciones personales, la diva y la mujer, la luchadora y la despechada por los hombres. Y de este modo, entre la grandeza y la humanidad, vamos conociendo a "La Loba" (término con el se la conocía en España, por lo que se dice en la obra) en una obra que compensa la ausencia de acción con la belleza y precisión de un texto ingenioso, ágil, en el que los diálogos son los que marcan el ritmo de la trama, jugando con la contraposición que se genera con el personaje masculino, admirador absoluto de la actriz.
La obra es un delicioso viaje al pasado, un montaje elegante y preciso, con una dirección excelsa del propio Mairena. Una pieza que destila ternura y amor por el cine, una historia que nos conmueve desde el detalle, sabiendo diseccionar cada una de las aristas de esta gran mujer para mostrárnosla tal y como fue, con toda su grandeza pero también con sus miedos, sus fracasos y sus enemistades. Es muy interesante como Mairena consigue engancharnos con una obra en la que no existe una trama clara, no hay un conflicto, solo el placer de degustar y rememorar la carrera de una de las actrices más laureadas de la historia del cine. De este modo la historia nos va recordando títulos como "Eva al desnudo", "Jezabel", "Amarga victoria" o "¿Qué fue de Baby Jane?".
La obra, además de hablarnos de la estrella del cine nos habla de la mujer, humaniza al personaje, lo que hace que la historia cobre mucho más interés. Una mujer con carácter, que tuvo que luchar el doble para no dejarse vencer, para conseguir sus objetivos, que cada vez tiene que pelear más porque el problema se va agrandando conforme se cumplen años (a día de hoy se sigue viendo la necesidad de crear más papeles femeninos para mujeres maduras). El texto sabe entrelazar las dos caras del personaje, aportando anécdotas pero también abordando temas mucho más universales que afectaron a la Davis como a cualquier otra mujer.
Centrándonos en la historia que vemos en escena, esta comienza cuando la actriz entra en la redacción del Hollywood Reporter para poner un anuncio, que nos servirá para conocer la poderosa personalidad de la protagonista, capaz de cualquier cosa para seguir trabajando. "Madre de tres hijos. Divorciada. Treinta años de experiencia como actriz de cine. Todavía con movilidad y más amable de lo que dicen los rumores. Busca empleo en Hollywood". Ante la mirada sorprendida del redactor, que se queda helado al ver la actriz, ella misma le mira y confirma "Si, soy yo, Bette Davis". Este impactante y fabuloso comienzo es el punto de partida que nos lleva por un apasionante y delicioso recorrido por la vida de la actriz y en consecuencia, por los años dorados de Hollywood. Pero este viaje tendrá menos glamour del esperado y descubriremos también el lado oscuro de la industria del cine y los momentos más duros de la vida de la actriz.
"Cometí errores, pero tampoco me lo pusieron fácil. Amé a los hombres, aunque ellos nunca me amaron. No de verdad. Mi padre fue el primero en romperme el corazón. Después vinieron muchos más. De unos, recibí regalos. De otros... palizas. Algunos intentaron chantajearme, echarme de Hollywood, arruinarme. Pero yo nunca tiré la toalla. NO. Seguí adelante, gané la partida... y me gané el respeto del público. Al final... fui más lista que todos ellos. Por algo me llaman... LOBA". Este extracto del texto es un perfecto resumen de lo que era Bette Davis y de lo que veremos en esta obra. Porque aquí también descubriremos a la actriz desde su lado más íntimo y vulnerable. Pero esta obra también es un homenaje a todas esas actrices que siguen luchando llegada cierta edad, cuando a los hombres les siguen escribiendo papeles importantes y ellas caen en el olvido o son relegadas a papeles secundarios.
Todo esto no sería tan impactante sin el excelente trabajo de Mélida Molina, que se transforma en Bette Davis para regalarnos un trabajo inolvidable. La actriz ha sabido llegar a la esencia de la actriz, diseccionando cada capa de un personaje tan complejo, sabiendo tratar cada parte de su personalidad desde un lugar. Más allá del logrado parecido físico que ha conseguido con la caracterización de Chema Noci, Molina llena el escenario en el modo diva, mientras empequeñece cuando vemos a la Bette Davis más vulnerable y personal. Cada gesto, cada movimiento, cada mirada, todo está trabajado al detalle, de modo que vemos a la actriz mimetizarse con la diva, en un trabajo impecable. La propia Mélida ha confesado que se ha metido en la piel de La Loba "casi de forma obsesiva". Y tenemos que reconocer que el resultado ha merecido la pena, construyendo un personaje poderoso, locuaz, jugando desde los más pequeños detalles a los gestos más grandilocuentes, bailando desde la diva endiosada a la mujer maltratada.
Le acompaña en escena Carlos Troya, que pese a quedar en un segundo plano por la grandiosidad de Mélida Molina, consigue una convincente interpretación dando vida a Lukas Heller, el redactor con alma de guionista que escribe su anuncio en el Hollywood Reporter. La dificultad de esta interpretación es que el personaje se diluyese frente a la hipnótica interpretación de su compañera, pero Troya se convierte en su acompañante, en su confidente. A todo esto, el texto tiene reservado su pequeña historia secundaria para darle foco, con los continuos intentos que hace para que la actriz lea su guion, aunque ella sólo esté centrada en hablar de si misma. Troya hace un trabajo minucioso, cuidado, que juega con la devoción de su personaje por la actriz para transmitir la complicidad que tiene con Mélida.
Todo esto se encuadra en una maravillosa escenografía, diseñada por Juan Sebastián Domínguez, que juega con las letras de la meca del cine para crear dos planos dentro de la escena. En la parte posterior tenemos las icónicas letras como se encuentran en el monte Lee, mientras que las dos letras que faltan son las que forman el despacho del Hollywood Reporter. Por un lado la H inicial se convierte en la mesa del redactor, mientras que la D final es el diván sobre el que se recuesta la actriz. Impecable, genial, ingenioso, brillante. Una escenografía que nos transporta a los años dorados de Hollywood, con ese halo misterioso que destilan aquellas películas, con la grandiosidad de las estrellas de aquellos tiempos, con la turbiedad constante por el humo de los cigarrillos.
La otra pieza clave de la propuesta escénica es el cuidado diseño de iluminación de Bea Francos, que nos da la tonalidad justa para hacer ese viaje en el tiempo a los años dorados del cine. Las luces y las penumbras hacen que todo tenga una textura entre misteriosa y onírica. A ello se une el uso puntual de los vídeos creados por Luiscar Cuevas, que se resulta un apoyo a la escena y resulta de gran efecto para consolidar algunas de las afirmaciones de la actriz y de paso nos ayuda a contextualizar la historia, para aquellos que no somos unos expertos en la filmografía de la actriz. Por último no podemos dejar de hablar del delicioso vestuario creado por Guadalupe Valero, con los vestidos de Bette Davis que engrandecen aún más la figura de la actriz.
En definitiva, estamos ante una de las obras de la temporada. Una preciosidad formal, pero también un cuidado texto, una precisa puesta en escena, una minuciosa búsqueda de la esencia del personaje. Pero esta pieza es mucho más, porque nos hace viajar a aquella época, nos mete de lleno en su misticismo. Y luego tenemos la MARAVILLOSA interpretación de Mélida Molina, que por mucho que diga en estas líneas no pueden llegar a imaginar. Un gran homenaje a una de las estrellas más rutilantes del celuloide, pero también a la mujer que luchó por seguir trabajando hasta el final de sus días. Vayan, disfruten, sumérjanse en una de las propuestas más redondas que hemos visto en los últimos meses. La propia Bette Davis estaría orgullosa de este recorrido por su vida.
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