Teatro: La comedia de los errores. Teatros del Canal

Tras su exitoso paso por la pasada edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, llega a la sala roja de los Teatros del Canal esta disparatada comedia en la que los espectadores disfrutarán tanto como los actores, que en esta trama de continuos enredos lo gozan como niños y hacen que el público se divierta, aunque por momentos nos cueste saber que es lo que estamos viendo. Locura absoluta, comedia desenfadada en la que nada parece encajar pero en la que todo funciona a la perfección. Intenten no perderse en este laberinto de situaciones esperpénticas y actores multiplicándose para hacer aún más caótica e imponente la propuesta.




Una ingeniosa comedia de enredo, una desternillante trama de personajes excéntricos y situaciones inverosímiles, una propuesta embriagadora, con un ritmo frenético, en el que un elenco fantástico no deja de sorprendernos desde su particular entrada en escena. Esta versión de una de las comedias más cortas escritas por Shakespeare es una bomba de relojería para los amantes de la gran comedia, ya que lo tiene todo para divertirnos, entretenernos, hacernos disfrutar. Durante dos horas consiguen que nos riamos y empaticemos con este grupo de personajes que no saben ponerse en la piel del otro (como dice Pepón Nieto en un momento de la función), que solo miran por sus propios intereses, dejándonos momentos para la reflexión sobre el mundo en el que vivimos. Estamos ante "una pieza desternillante y confusa en la que los espectadores serán arrastrados a un viaje donde el humor es el hilo conductor".



Esta coproducción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Mixtolobo "huye de la ortodoxia" en palabras de su director Andrés Lima. La obra comienza con un interesante discurso en el que nos hablan de la verdad y el error. El error es lo contrario a lo correcto, a lo normal. Todo este montaje esconde una libertad de pensamiento tremenda nos recuerda Lima, que con este prólogo nos prepara para un torbellino de emociones, de situaciones caóticas en el que iremos viendo una sucesión de errores que van complejizando cada vez más la obra, hasta ver como cada nueva escena aumenta el enredo hasta llevarnos a callejones sin salida. Un trama que se retuerce sobre si misma para, desde el caos más absoluto, divertir a un público entregado con estas situaciones y con unos personajes caricaturescos que llevan el texto al mayor de los esperpentos y de la comedia desenfrenada.



La versión corre a cargo de Albert Boronat (colaborador habitual de Lima, en textos como "Prostitución", "Shock: el Cóndor y el Puma" y su secuela "Shock 2: La tormenta y la guerra") que nos regala una propuesta gamberra y muy alejado de lo que esperaríamos de un Shakespeare. "Empezamos con una sentencia de muerte y todo se convierte en una fiesta por error. Por error cambiamos de pareja creyendo que estamos en lo cierto y por error acabamos en la cárcel creyendo ser honestos. De los errores aprendemos, pero es un error pensarlo si aspiramos a no equivocarnos". Con este punto de partida podemos imaginarnos que la obra destila buen rollo, ligereza, situaciones de enredo y un gran número de situaciones que nos recuerdan al cine clásico de los hermanos Marx, Chaplin o el gordo y el flaco, con diálogos acelerados, bofetadas y golpes, ritmo vertiginoso y actores cambiando de personaje en infinidad de ocasiones (es increíble que puedan recordar cual son en cada momento).


Andrés Lima se encarga de la dirección y se toma todas las licencias a su alcance para conseguir un montaje locuaz, atrevido, hilarante, que bebe del clown y de los maestros de la comedia más corporal. Lima juega con los actores para que cada uno vaya cambiando de personaje, hasta el punto en el que incluso ellos parecen perderse y no saber a quien están interpretando, un divertido juego que divierte mucho al público y con el que los actores parecen disfrutar como niños. El director explica que "el enredo viene de la equivocación, al haber una pareja de gemelos que va con otra pareja de gemelos y que se encuentran a una pareja de gemelas. El error, la equivocación y la situación cómica está servida. Es bonito ver cómo Shakespeare juega con el mero gag visual del error, pero también en juego está mucho el amor, la pasión, la hipocresía, la hipocresía de la moral". Un montaje que se acelera y se enreda por momentos, y con el que Lima ha sabido jugar hasta llevarlo al extremo.



La historia nos lleva hasta Éfeso, una ciudad llena de fulleros, de magos capaces de engañar el ojo, de oscuros hechiceros que trastornan el juicio, de brujas asesinas que deforman el cuerpo, de truhanes disfrazados de charlatanes y pecadores libertinos. Allí conoceremos a Antífolo y Dromio de Siracusa (amo y criado respectivamente), que llegan buscando a sus respectivos hermanos gemelos. Al mismo tiempo es detenido en la ciudad el padre de ambas parejas, por extranjero sin papeles, teniendo que pagar una alta suma de dinero (a conseguir en un día) si quiere evitar su condena a muerte. La única manera que tiene de salvarse será encontrando a sus hijos. 


Por su parte, Antífolo y Dromio de Éfeso viven en la ciudad, ajenos a la llegada de sus familiares. El enredo comienza cuando son confundidos los cuatro hermanos. Para terminar de rizar el rizo, Luciana y Adriana, pareja de estos últimos, son las primeras en confundir a sus maridos con los recién llegados. A partir de aquí, señala Lima, "errores con antiguos deudores, joyas en manos equivocadas, deudas no saldadas, van endemoniando a nuestros personajes hasta el punto de necesitar a un exorcista. Todo se enredará más y más, error sobre error, hasta la aparición de una Madre Abadesa que ni es monja ni es virgen. Entonces es cuando el desastre se convierte en una fiesta".




Para añadir aún más leña al fuego, el elenco está formado íntegramente por hombres. Es una licencia que se toma el director para enfatizar la comedia y el enredo, ya que así era como se hacía en la Inglaterra shakespiriana, a finales del siglo XVI (aunque fuese por la prohibición de que las mujeres pisasen el escenario). Sea por la razón que sea, esta decisión ayuda al montaje, añadiendo aún más caos y esperpento a la obra. El elenco es, sin lugar a dudas, uno de los puntos fuertes del montaje, compenetrados y disfrutones, saben transmitir su emoción al público. Ellos son Pepón Nieto, Antonio Pagudo, Fernando Soto, Rulo Pardo, Avelino Piedad y Esteban Garrido, un grupo de intérpretes consagrados que se meten en este juego de duplicar (o hasta cuadriplicar) papeles para sacar todo el jugo a esta comedia.


De este modo veremos a Pepón Nieto y Fernando Soto intercambiando personaje, siendo por momentos Antífolo de Siracusa o de Éfeso. Pero no contestos con esta duplicidad, Nieto se meterá en la piel del Duque, de una prostituta o de la abadesa. Es un ejemplo de la cantidad de cambios de personaje al que se ven empujados los actores a lo largo de la función. Todos hacen de este juego de identidades el eje sobre el que gira la función, en la que por momentos nos cuesta distinguir a los personajes que hay en escena. Muy divertido y acertado es el momento en el que los actores, "cansados de cambiar tanto de personaje" piden ayuda a uno de los técnicos para que complete el elenco en un momento de la obra. Como se pueden imaginar, es uno de los momentos más divertidos, y el "extra" acaba participando en varios momentos en el resto de la obra. Ingenio y desenfreno en este juego teatral en el que cabe todo.


En este elenco tan coral todo encaja a la perfección, con escenas que parecen nacidas de la improvisación (o improvisadas en ese momento) y escenas más propias de un espectáculo de clown pero que aumentan el resultado final. En este grupo tan bien compenetrado destaca la pareja que forman Rulo Pardo y Avelino Piedad (todo un descubrimiento, habrá que seguirle la pista) cuando interpretan a Luciana y Adriana, hilarantes personajes que nos recuerdan a las hurracas parlanchinas o a las tías malhumoradas de los Simpson.



En cuanto al espacio escénico (diseñado por Beatriz San Juan), ya explicaba Pepón Nieto en la presentación de la obra en Mérida, que "Convertiremos el escenario en un chiringuito de playa para que el público salga con ganas de continuar la fiesta". Y eso es lo que veremos en escena. Una estructura que nos recuerda a un chiringuito o a una Jaima, un oasis en medio del escenario en torno al que discurre toda la acción. La elección resulta muy acertada viendo las carreras que se pegan los actores en torno a ella. Impecable el diseño de luces de Pedro Yagüe, que mantiene el ritmo efervescente de la obra, así como el espacio sonoro de Sergio Sánchez Bou, que convierte la sala en una fiesta colectiva. Por último no podemos dejar de nombrar el ingenioso vestuario creado por Paola Torres, sencillo (para la cantidad de veces que se tienen que cambiar) pero muy pintoresco (como demanda un texto de este tipo.



¿Qué es la Verdad? ¿Cuál es origen de todo eso que acordamos llamar “lo verdadero"? ¿Dónde descansan los cimientos de las respuestas correctas? ¿No es, acaso, el error, la respuesta a todas esas preguntas? ¿Qué sería de la verdad y de lo correcto, si no fuese por el error? ¿Acaso existirían cómo tales? La verdad y lo correcto le deben su existencia a lo falso y al error, pues no tendría sentido enunciarlas como tales si no existiese la posibilidad de su contrario. Lo auténtico y lo correcto son siempre tan planos, tan... tan aburridos, ¿no les parece? 

Acérquense estos días a los Teatros del Canal y descubran la respuesta a todas estas preguntas y disfruten de una de las comedias más alocadas y entretenidas que se pueden ver en cartel. Corran porque sólo está diez días...

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Teatro: Teatros del Canal. Sala Roja
Dirección: Calle Cea Bermúdez 1.
Fechas: Del 12 al 22 de Octubre. De Martes a Sábado a las 20:30. Domingo a las 19:00.
Duración: 1 h 50 min.
Entradas: Desde 9€ en TeatrosCanal


Reparto: Pepón Nieto, Antonio Pagudo, Fernando Soto, Rulo Pardo, Avelino Piedad, Esteban Garrido

Versión: Albert Boronat
Dirección: Andrés Lima
Ayudante dirección: Laura Ortega
Diseño escenografía: Beatriz San Juan
Diseño vestuario: Paola Torres
Diseño iluminación: Pedro Yagüe
Espacio sonoro: Sergio Sanchez Bou

Una coproducción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Mixtolobo




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