Burro. Teatro Reina Victoria.

Respirar duele. Vivir, vivir cansa” Acordes de guitarra nos reciben en el Teatro Reina Victoria en una tarde ventosa, y aparece el jumento atado, dormido. Una flauta, platos de percusión, luces… todo preparado para que el asno nos cuente su historia. Seis mil años de rebuznos le contemplan. Seis mil vidas, seis mil huellas, seis mil caras…. 




Un asno nos cuenta su historia, atado a una estaca en una desolada finca vacía, el animal narra su existencia a su sombra, mientras un incendio se aproxima. Comienza el viaje a través de los tiempos, desgranando entre pezuñas y hocicos su vida, con el mono de cuatro patas cual otra sombra, ésta a merced del viento, como las llamas que se acercan. 




Teatro en estado puro en esta tarde invernal, en esa finca abandonada, en ese vaivén emocional en cada mirada del pollino, donde nos sentimos cada vez más cerca, más serenos, más burros también. “Eran los días salvajes, antes de las estacas y las sogas”. Y el relato inicia su viaje, por las grecias, por las romas, por las edades medias tan oscuras, por el mal llamado siglo de oro, siglo de barro también, por las modereneces y las ilustraciones, por las edades de este nuestro planeta en esta estaca inmóvil, muda y ciega ante el deseo de huir, de contar, de saber, de hacernos partícipes. 




De romper esa cuarta pared tan manida para ser ya ese borrico que nos enamora, que nos cuida, que nos seduce. Que nos transporta a Esopo, a misa, a los frailes, al mismísimo Quijote o al Platero de Juan Ramón. Con esa música en directo sublime, que acompaña la trama, la sucesión de pequeñas historias, de fábulas, de anécdotas, de vida. Chirigotas de ilusión entre tanta mediocridad diaria. “Que viva el amor”. 





Yayo Cáceres nos baila entre canciones infantiles y lo popular, desde Peret hacia Belén va una burra, desde El último de la fila, a la cabeza que le duele al mi burro, con una sensibilidad extraordinaria, acompañada del guitarrista Manuel Lavandera, que nos lleva y nos trae entre notas de cenizas a la sombra de una noche de invierno. 

Onagro y Burreta, y Rebuzno, y la Sombra (y ese precioso encuentro), y el fuego, y la estaca, y la soga, y la paja, y el corazón. Ingredientes que nos sirven en bandeja de plata, para que el menú de la noche madrileña nos sepa a gloria. “Contar y escuchar fábulas es no morir del todo”. 



Y se suceden sentimientos y emociones entre esos fardos de paja polivalentes, que tan inteligentemente van cambiando por aquí y por allá al son del humor, de la inocencia del animal, de las correas y de los usos, justificados o no porque “la libertad es para los pájaros. Yo soy un burro”. 

Y aparecen los actores, y aparece el teatro, con mayúscula, aparece Carlos Hipólito, Fran García, Iballa Rodríguez, y nos traen la pureza, la belleza, la vida. Fran e Iballa en un acompañamiento que sostiene al rozno y lo engrandecen, con una comicidad y una complicidad en escena, que también la llenan, que también se hacen gigantes ante el gigante. 


Maravilloso trío con un Carlos Hipólito espectacular, en su mirada, en sus movimientos, en sus voces, en sus gestos, en su dicción, en su interpretación. Su dominio de lo que hace, y como lo hace. Como nos lleva de la pezuña del animal a la más grande sensación, disfrutando en escena de su trabajo, de su talento. Yo, que me declaro un gran seguidor del inolvidable Cuéntame y de su voz, paso a declararme seguidor incondicional también del burro, y de Burro, de ese texto tan bien hilado, de esos fragmentos escogidos y de cómo nos lo han transmitido, de esa dramaturgia enorme una vez más del gran Álvaro Tato, cercano y humilde, mágico con las palabras y los sucesos. 


La dirección del gran Yayo Cáceres nos emociona también, en esa simbiosis perfecta con la dramaturgia que nos lleva a la contemplación de un teatro con una emoción tal que nos rendimos a sus pies, como tantas otras veces. Estos pollinos sí que saben… “Después de seis mil años creíamos que por fin habría paz, pero…” 


Ay Teatro lo han vuelto a conseguir, entre ruchos, rucios y garañones, nos han vuelto enamorar, a enternecer, a amar al teatro. Vengan al Teatro Reina Victoria.  Quítense la soga, desamarren la estaca, y rebuznen, rebuznen como nunca lo hubieran hecho antes. Un burro y el teatro de verdad les esperan. Disfruten.

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Teatro: Teatro Reina Victoria
Dirección: Carrera de San Jerónimo 24.
Fechas: Del 17 de Enero al 18 de Febrero. De Miércoles a Viernes a las 20:00. Sábados a las 17:30 y a las 20:00. Domingos a las 18:00.
Duración: 80 minutos.
Entradas: Desde 16€ en Teatro Reina Victoria

Reparto

Carlos Hipólito
Fran García
Manuel Lavandera
Iballa Rodríguez

Ficha artística

Música original: Yayo Cáceres
Escenografía: Ay Teatro y Tatiana de Sarabia
Talleres de escenografía: Mambo
Pintura de telones: Sfumato
Diseño de vestuario: Tatiana de Sarabia
Pintura y ambientación de vestuario: Davinia Fillol
Diseño de iluminación: Miguel A. Camacho
Ayudante de dirección: Daniel Migueláñez
Diseño gráfico y fotografía: David Ruiz
Sastrería: Alejandro Jaén, Carmen 17
Dirección técnica: Amalia Portes
Producción ejecutiva: Marina Camacho
Secretaría de producción: Carmen Quirós
Prensa: Daniel Mejías
Ayudante de prensa: Jorge Ochagavía
Distribución: Emilia Yagüe Producciones
Dirección de producción: Emilia Yagüe
Dramaturgia: Álvaro Tato
Dirección: Yayo Cáceres
Una coproducción de Ay Teatro con Teatre Romea



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