El Teatro
Bellas Artes nos ofrece la posibilidad de disfrutar de uno de los últimos
montajes de uno de los más grandes de nuestro teatro, me refiero a Rafael
Alvarez “el brujo” y su obra Los dioses y dios. Un monólogo existencialista que
recapacita sobre la relación entre los hombres y Dios.
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Afrontaba esta obra con
muchas ganas, eran muchas las veces que había intentado ver a El brujo en
escena pero por uno u otro motivo nunca lo había podido disfrutar, así que
entenderán que acudí al teatro Bellas Artes con muchas ganas y con la sensación
de cumplir un viejo deseo.
Nos recibe con un extenso preámbulo donde hace una pequeña mezcla tanto de temas como de recursos interpretativos.
En cuanto a los temas porque va desde los dardos dirigidos a los políticos (Feijoo, Rajoy, Pedro Sánchez…), con cierta equidistancia sin meterse en muchos charcos, pasando por las instituciones, las protestas de Vox por el estreno de Altsasu; protestas que según comenta el nunca recibirá porque sus obras no están subvencionadas; o la cotidianeidad de la vida.
Para ello acude a la
figura de los lazzi -de hecho dice ser uno de los últimos. Los lazzi eran una
especie de arlequines o bufones que interpretaban sus papeles mezclando el mimo
y la burla con el doble sentido de las palabras.
En seguida da muestras de esa autodenominación de lazzi pues va y viene de su monólogo mezclando temas, yéndose de una cosa a otra como si estuviera perdido, para con gran maestría volver a retomar el hilo sobre aquello que estaba contándonos.
Una vez superado la extensa pero muy divertida introducción,
entramos por fin en lo que nos ha traído aquí. Para ello toma epicentro de su
soliloquio la obra Anfitrión de Plauto cuyo hilo argumental es sencillo.
El dios Júpiter, enamorado de Alcmena, aprovecha la ausencia de su marido Anfitrión, toma el aspecto físico de éste para engañar a su esposa. Le acompaña en la aventura su hijo Mercurio, asumiendo el papel de sirviente leal que adopta el aspecto de Sosia, criado de Anfitrión. El regreso de los auténticos Anfitrión y Sosia desata un juego de dobles lleno de ironía en el que se ponen en cuestión identidades y diferencias, certezas y engaños.
El brujo cuenta esta historia pero con su peculiar manera, pero no solo la cuenta, la comenta. Se entretiene en el lenguaje a veces un poco rebuscado utilizado por el autor.
El brujo juega con el público y el público se deja hacer; Con
la sensación de que es un discurso deslavazado, que se olvida de lo que estaba
hablando para volver a retomarlo con facilidad y es ahí donde radica la magia
del brujo.
Prepárense para
disfrutar de la elegancia hecha palabra. Por que el Brujo es eso palabra,
dominio de cada centímetro del escenario y de cada momento de la
representación.
Porque en definitiva la obra y el Brujo no son sino eso, voz, palabra e improvisación. Bendita improvisación.
Cuando la obra acaba, salimos del teatro y comentamos y analizamos lo que acabamos de ver. En este caso nos fuimos con la sensación de haber sido testigos de una serie de pequeñas historias, en apariencia, pero sólo en apariencia sin ninguna relación entre sí.
Y puede que cueste encontrarla entre su divorcio, su estancia en un monasterio de Silos, Becket, Plauto, la señora de las primeras filas con un abrigo de piel que no podía dejar de mirar, los dioses de la mitología griega, el señor del público que le pidió por favor que parase de hablar que le estaba volviendo loco.
Pero precisamente ahí es
donde encuentro la genialidad, si me preguntaran sobre que imaginaba que iba la
obra antes de entrar diría que sobre Dios, la religión la iglesia….pero si me
hicieran la misma pregunta al salir no sabría muy bien que decirles.
Esto puede parecer incoherente o un sinsentido pero eso es precisamente lo que gustó de la obra, que me sacó de mi zona lógica de pensamiento.
Eso y que hay un enorme y maravilloso universo a nuestro alcance y no es otro que el de la mitología y los autores clásicos Plauto, Sófocles, Esquilo, Eurípides….
En cuanto a la
escenografía como decía es minimalista un gran espacio vacío, ocupado
únicamente con los escasos instrumentos que necesita Javier Alejano para
acompañar al maestro. Un Javier Alejano notable en su labor
complementaria e imprescindible para el resultado final.
Y que decir de El Brujo, un maestro, impecable a lo largo de toda la representación. Da muestras de su enorme versatilidad con un absoluto dominio del escenario, de la obra y del texto. Con una enorme cultura que unida a su extensa experiencia da como resultado una pequeña joya.
En resumen una obra interesante y muy divertida, y aunque nunca suelo hacerlo me permitirán un consejo, cuando vayan a verla, háganlo sin ideas preconcebidas ni por el título de la obra ni por el propio intérprete. Detrás de todos los momentos divertidos hay un gran espacio para la reflexión que no debemos dejar pasar.
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Teatro: Teatro Bellas Artes
Dirección: Calle del Marqués de Casa Riera, 2,
Horarios: Desde el 10 de enero.
De
martes a viernes a las 20:00h.
Sábados
y domingos a las 19:00h
Precios:
Platea: de 23,00€ a 28,00€.
Anfiteatro: de 15,00€ a 22,00€.
Precios reducidos los martes y
miércoles
Reparto
Rafael Álvarez, "El Brujo".
Música en directo: Javier Alejano.
Ficha artística
Fotografía: Fernando Marcos.
Diseño Gráfico: H&R.
Regidor: Juan Bastida.
Diseño de Vestuario: Gergonia E. Moustellier.
Realización de Vestuario: Talleres Moustellier.
Diseño de Escenografía: Equipo Escenográfico PEB.
Música en directo: Javier Alejano.
Director Musical: Javier Alejano.
Diseño de Iluminación: Miguel Ángel Camacho.
Realización de escenografía: Tossal Producciones.
Directora de Producción: Herminia Pascual.
Ayudante de Producción: Ana Gardeta.
Jefe Técnico: Oscar Adiego.
Distribución: Gestión y Producción Bakty, S.L.
Coordinador de redes sociales: Oscar Larriba Sala.
Versión y dirección: Rafael Álvarez.
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