Incluso en los momentos más crudos y desoladores hay gente que intenta aprovecharse de la situación y hacer negocio. Temática de rabiosa actualidad la que nos plantea esta función aparentemente inventada pero que por lo conocido en las últimas semanas parece no distar mucho de lo ocurrido en los meses más crudos de la pandemia. Y es que hay veces que la realidad supera a la ficción. Una ficción en la que conoceremos a políticos corruptos, periodistas sin escrúpulos, millonarios que se saltan las medidas del estado de alarma, expertos en comunicación ansiosos por vender su realidad, mangantes capaces de todo por trepar en el caos.
Fueron tiempos difíciles, meses que todos recordamos con angustia. Pero como vamos descubriendo, había quien se dedicaba en esos mismos días, cuando tu y yo sufríamos por un ser querido o llorábamos en la soledad de nuestra casa, a seguir haciendo negocios, a vender su alma al diablo por una comisión millonaria. Como si de una crónica de aquellos días se tratase, llega a la sala verde de los Teatros del Canal esta historia de personas sin alma, de tramposos y descreídos, de negacionistas y fanfarrones, pero en el que siempre hay hueco para alguien que se venga de ellos por el daño ocasionado.
Esta producción de Subprime y TeatroLab Madrid (que dirige el director de la obra, Gabriel Olivares) aborda, con ritmo muy cinematográfico, la corrupción durante la pandemia. Ese mal endémico que parece perseguir a nuestra sociedad incluso en los peores momentos. Un montaje frenético, entre el thriller y la comedia, en el que se van sucediendo las piezas de un complejo puzle de más de 30 secuencias que es teatro pero parece cine, con cambios de escena cada minutos. TreatroLab es una compañía que a cabo una labor de entrenamiento e investigación con la concepción del teatro como arte colectivo, basado en la colaboración de todos sus integrantes. Aún en la retina colectiva quedan montajes suyos como "Las hermanas de Manolete", de Alicia Montesquieu, "Our Town" de Thornton Wilder o "Gross Indecency" de Moisés Kaufman, todas ellas dirigidas por Olivares.
La obra escrita por Fernando Ramírez Baeza ("Subprime", "Faraday")nos muestra el caos de la pandemia y cómo cada uno de los personajes actúa de forma muy distinta ante el estado de alarma y el miedo colectivo. Un montaje lleno de acción y con un ritmo trepidante. El autor reconoce que "siempre he pensado que el cine le debe todo o casi todo al teatro, en concreto, lo que le robó hace muchos años: la acción trepidante. Ahí se sitúa mi dramaturgia: en devolverle al teatro persecuciones, disparos y asaltos. En romper la cuarta pared, y la primera, la segunda y la tercera, apoyándome en elementos audiovisuales. Historias a ritmo de thriller, a una velocidad endiablada, con la emoción de estar pasando en ese preciso momento y en ninguno otro más. Textos pegados a la realidad, premonitorios en muchos casos, que nacen de lo que me duele cuando observo con ojo crítico la sociedad en la que vivimos: la (desconcertante) falta de escrúpulos de aquellos que mueven los hilos entre bambalinas, la distancia (enorme) en la que se sitúan los que establecen las reglas del juego, la (inquietante) frialdad con la que operan aquellos que influyen en nuestras vidas.
La historia enjuicia a la clase política, tanto en la forma de hacer las cosas como en el fondo, porque aunque la obra no nos habla de un hecho real (o al menos no conocido), la actualidad se ha aliado con sus responsables abriendo de nuevo la polémica sobre cómo se actuó en aquellos días. Se trata de una historia pegada a la realidad sobre las corruptelas políticas con material sanitario. A modo de sátira, con personajes muy caricaturizados (sobre todo los desalmados) la acción se va acelerando, como una buena comedia de enredo, pero con la intriga y la tensión de cualquier película policíaca en la que los robos y las estafas son el principal motor de la acción.
A los mandos de esta máquina acelerada tenemos al director Gabriel Olivares, uno de los más aclamados de los últimos tiempos. A sus espaldas títulos como "Burundanga", "La madre que me parió", "El nombre" o "Cádiz", por decir algunos de los títulos que más temporadas han estado en la cartelera madrileña. El director realiza un montaje en el que tendremos los distintos puntos de vista de cada uno de los personajes, los diferentes enfoques de su manera de actuar. Un interesante juego de identidades, de corruptelas, de medias verdades, que el director desarrolla con destreza desde el prisma de la comedia, uno de los géneros que mejor domina. El director ha conseguido el encaje perfecto de un texto muy cinematográfico con el lenguaje del teatro, ayudándose de proyecciones y estrategias más propias de la gran pantalla que de las tablas teatrales.
Pero vayamos a la historia que nos cuenta esta trepidante y vertiginosa obra. Estamos en pleno confinamiento, allá por el mes de Marzo de 2020, cuando solo los más intrépidos se saltaban las normas para hacer determinados "movimientos". Uno de estos "inquietos emprendedores" es Enrique Gálvez, un alto cargo del Banco Futuro, que por miedo a que lo echen mueve todos sus hilos para intentar dar un golpe de efecto a su situación. No puede creer que vaya a ser la cabeza de turco de las acciones de corrupción del banco. Intenta ponerse en con la presidenta del banco, Carmen Dávila, otra de esas personas que campa a sus anchas por el mundo (en su jet privado) sin importarle la pandemia.
En busca de una tabla de salvación, Gálvez recibe la llamada de Silvia Becerra, una científica española que trabaja en Estados Unidos, activista y cooperante en varias fundaciones, que le pone en bandeja el negocio perfecto para salvar el cuello. Llevar desde China cuatro robots (a millón de dólares cada uno) de tecnología americana para hacer test PCR mucho más rápido y así controlar la pandemia. El empresario (uno de tantos que quiso hacerse millonario en esos días) se pone en contacto con un contacto del Ministerio de Sanidad, Roberto Maldonado (otro trepa con ganas de crecer rápidamente) para proponerle el negocio que los encumbrará a los dos al estrellato. Pero como pueden imaginar, nada sale como ellos piensan.
El elenco, encabezado por el televisivo Juanjo Artero, trabaja a la perfección con la precisión de una maquinaria perfectamente engrasada. Ellos son los responsables de cambiar la escenografía, entrando y saliendo de personaje con impecable soltura. a Artero le acompañan en escena Ana Turpin, Iker Lastra, Abraham Arenas, Alejandra Prieto, Arantxa Sanchís, María Asensio, Jesús Redondo. Un reparto que es el que hace posible el juego dramático de la obra, que no se centra en el aspecto emocional que sacudió a la gente durante la emergencia sanitaria, sino que se ciñe a las reglas de un thriller de corrupción, en el que la enfermedad, el confinamiento es el telón de fondo. Los intérpretes funcionan al ritmo que marca la trama, a medio camino entre los personajes y autómatas que ejecutan con precisión las órdenes.
Así veremos a un acorralado Enrique Gálvez, interpretado por Iker Lastra, que va subiendo de pulsaciones según avanza la trama. Frente a él tenemos al vehemente y chulesco Maldonado, interpretado de forma convincente por Juanjo Artero, y a la egocéntrica Carmen Dávila, a la que da vida Alejandra Prieto, símbolos del poder corrupto de este país, que piensan que pueden hacer todo como si estuviesen en su cortijo. En el lado contrario tenemos a Silvia Becerra (fantástica Ana Turpin, como siempre), a la secretaria de la presidenta (María Asensio) y al funcionario recto y meticuloso (Abraham Arenas), que creen que se deben hacer las cosas pensando en el bien común. Y luego tenemos al caricaturesco personaje de la periodista sensacionalista, que sólo quiere morbo para aumentar la audiencia, una fantástica Arancha Sanchís.
Uno de los elementos más interesantes de este montaje es, sin lugar a dudas, la puesta en escena de toda esta alocada historia de corruptelas. La escenografía diseñada por Marta Guedán se compone de una serie de paneles móviles de metacrilato con los que los actores van creando cada uno de los espacios en los que transcurre la historia. Un juego bastante ingenioso que enfatiza ese ritmo vertiginoso en el que se mueve la obra. Esta escenografía se acompaña con las protecciones de los vídeos creados por Dani Esteban, que acompañan el relato y nos meten de lleno en esa atmósfera tan cinematográfica. Abrumador y contundente es el uso del sonido y la música (creados por Tuti Fernández), mientras que la iluminación nos resalta las diferentes atmósferas. Por último, hay que nombrar el cuidado vestuario, de Miguel Ángel Milán.
En definitiva, estamos ante una crítica de lo que son nuestros mandatarios y la gente que mueve los hilos en este país, capaces de buscar su beneficio propio incluso en los momentos más dolorosos. Una comedia trepidante que aborda temas de vergonzosa actualidad, y que por desgracia no nos extrañan. La corrupción, el egoísmo, las comisiones, los intermediarios, los favores mutuos que favorecen solo a los que los firman. ¿Realidad o ficción? Por desgracia se acerca demasiado a una realidad que a muchos nos angustiaba y nos dolía, mientras que otros se frotaban las manos haciendo negocios. Recordemos que en esos días, solo los sanitarios fueron héroes, el resto intentamos sobrevivir. Luego hubo un grupo de alimañas que siguió a lo suyo. Interesante pieza para reflexionar sobre esto y volver a reivindicar la importancia de una sanidad que sea capaz de salvarnos a todas.
Encuentro con el público: 27 de marzo (Día Mundial del Teatro) y 3 de abril, al finalizar la función.
SUBPRIME Y TEATROLAB MADRID
Autor: Fernando Ramírez Baeza Director: Gabriel Olivares
Reparto: Juanjo Artero, Ana Turpin, Iker Lastra, Abraham Arenas, Alejandra Prieto, Arantxa Sanchís, María Asensio, Jesús Redondo
Ayudante de dirección: Noé Denia Producción: Gaspar Soria Escenografía: Marta Guedán Vestuario: Miguel Ángel Milán Iluminación: Carlos Alzueta Sonido y música: Tuti Fernández Videocreación: Dani Esteban Cartelería: MaríaLaCartelera Diseño gráfico: Sergio Avarques Publicidad/medios: Toni Flix
Disfrutar de una noche en el teatro es un planazo inigualable. La magia del escenario, las emociones palpables y las historias cautivadoras hacen de cada obra una experiencia única e inolvidable.
Disfrutar de una noche en el teatro es un planazo inigualable. La magia del escenario, las emociones palpables y las historias cautivadoras hacen de cada obra una experiencia única e inolvidable.
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