Tema delicado en los Teatros del Canal, incómodo, incomprensible, en esta Semana Santa pasada por agua. Pensamos que hemos evolucionado, pero nos damos cuenta que hay cuestiones inamovibles, cuestiones morales tan sencillas para el corazón, pero tan complejas para algunas mentes.
No hace muchos meses, dos mujeres iraníes y lesbianas, fueron condenadas a muerte, acusadas de “corrupción en la tierra “ y tráfico de personas. En Nigeria, un tribunal islámico condenó este pasado verano a tres hombres a morir lapidados por mantener relaciones homosexuales. Ojo al dato, como se oía en la radio nocturna no hace mucho. En once países países de este nuestro mundo, mantener relaciones consensuadas con una persona de tu mismo sexo puede ser castigados por la pena capital. Y alucinen, también, en sesenta y ocho países se prohíben relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Algo dramático, ¿no creen?
Y entre lluvia y lluvia, procesión tras procesión, esta situación es la que vive Amir Shrinyan, un joven iraní que busca refugio en la Europa mal llamada civilizada alegando asilo político por homosexualidad. Aventuras y desventuras de un homosexual iraní (eso parece) en Europa, entre abogados y guardias, entre lo real y la apariencia, entre la contención y la emoción, entre lo divino y lo humano. La sala Negra del Canal nos espera en peregrinaje hasta alcanzarla. Polígonos ásperos y duros a modo de escenografía, con un verde intenso, verde frío, como el que empezamos a notar entre tanta pregunta inquieta. Jadeos y lluvia.
“Grité, y en aquel grito ardí”.
Con la mirada perdida en el público, Amir nos intenta explicar su drama, su realidad ante tanta opacidad. Desnudo de cuerpo y alma para hacernos comprender su situación, su viaje, calculado, urgente, como la propia vida. Emociones e intereses, amores, encuentros y pasiones, tan propias de estos días. Juegos de artificio en esta sociedad tan frágil, tan hipócrita… “Somos de más, por eso nos quieren eliminar”.
Parece que nadie cree en Amir, en ocasiones ni siquiera él mismo lo hace, apoyado en su otro yo, en su parte femenina, en esa Layla, la noche, que baila al son de sensaciones y encuentros, de miradas y prendas que desaparecen entre las sábanas. Todo desde un plano muy contenido, donde los besos, los actos y los pensamientos se quedan a medias, de un modo consciente o no, pero a medias.
Quizá tanto corte entre escenas con la misma propuesta tampoco ayude, y contenga también.
“Menos a mí, todo lo que queréis de mí…” comenta Amir a Bruno, al funcionario sin nombre, al público, que se revuelve en sus asientos, dispuesto a todo por no volver a su país, al engaño, a la entrega, al dolor, al miedo. Todo por la libertad a cualquier precio. También debatible si esta situación es la correcta, quizá la menos mala.
Tomás Rodado es Amir, cual Max Estrella en una noche sin fin, en unos días que no acaban en busca de su particular bohemia. Un vagabundo en busca de amor, de pasión, de cariño, de comprensión. Un superviviente social con un propósito. Muy contenido en sus actos, en su cuerpo, en su voz, en su mirada. Un personaje de noches malas, de noches que no cuentan, donde se mezcla compasión con lujuria, inocencia con juego, vida con desesperación, porque “todos nos sentimos solos en estas ciudades donde las luces no se apagan de noche”.
Completan el reparto Rodrigo García Olza, Bruno, un abogado tímido, solitario, quizá el más sincero de la noche en su propuesta, en su relación, con Amir y con nosotros. Carlos Lorenzo es el funcionario, el personaje cabrón, el que nos incomoda, el que se nos hace difícil empatizar, pero que también sufre, aunque él sea el que hace las preguntas. Esther Berzal, como la parte femenina de Amir, su mirada y sus manos que aparecen en esos momentos que necesita el prófugo, el transeúnte nocturno. Esther le pone melodía, le pone pausa. Le calma y le acompaña. La noche que no se va, que hace que no sea mala.
Esta creación de Albert Tola, bajo la dirección de Carlos Rodríguez, se nos presenta en el Canal para hacernos mirar , y no para otro lado. Para entender y desentender, para seguir no comprendiendo estas injusticias sociales que no acaban, que perduran en el tiempo, y que esperemos, no se perpetúen. El arraigo y el desarraigo pasan a segundo plano. Amir nos cuenta su propia identidad. Su pecado, ser homosexual en estos tiempos de perdón y de sacrificio.
Fechas: Del 27 de Marzo al 14 de Abril. Días 27, 28, 29 y 30 de Marzo y 2, 3, 5, 9 y 13 de Abril a las 20:30. Días 31 de Marzo y 7, 10, 11 y 14 de Abril a las 18:30, Días 4, 6 y 12 de Abril a las 19:00.
Encuentro con el público: 27 de marzo (Día Mundial del Teatro) y 2 de abril, al finalizar la función.
Intérpretes: Esther Berzal, Rodrigo García Olza, Carlos Lorenzo y Tomás Rodado
Dirección: Carlos Rodríguez Alonso Colaboración dramatúrgica: Rodrigo García Olza y Carlos Rodríguez Alonso Diseño de escenografía y vestuario: Victoria Velázquez Diseño de iluminación: Paco Ariza (AAI) Música original y espacio sonoro: Álvaro Renedo Videoescena: Alba Trapero Ayudante de dirección: Daniel Martos Diseño de producción: Jordi Robles Producción ejecutiva: Vinka Mendieta Imagen promocional: Iván Chamorro
Un espectáculo de NIGREDO y Teatro del Astillero Coproducción de Teatros del Canal, Behemot, Hiperbólicas Producciones y Elx 49
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