Teatro: El gran Teatro del mundo. Teatro Adolfo Marsillach. Festival de Teatro Clásico de Almagro.

El Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro se ha convertido desde hace unos años en cita ineludible de mi verano. El ambiente que se respira, la exquisita programación, los diferentes espacios utilizados para las representaciones, todo compone un lugar que te traslada a otra época. Un pueblo entregado con la tradición de este gran evento veraniego hace que todo se disfrute de una manera especial. Y si a todo esto le sumas que este año nos hizo una temperatura de lo más agradable, la experiencia ha sido inolvidable. Pero hemos venido a hablaros del estreno de lo nuevo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, acompáñenos para conocer más.


Empecemos por el principio, por agradecer a los responsables el trabajo realizado este año, con el precioso cartel a cargo de Coco Dávez (a lo que se suma la exposición "Los clásicos de Cocó Dávez") que eleva a los autores más emblemáticos del siglo de oro al altar de los iconos pop. A esto se suma las maravillosas exposiciones "Teatro Corsario. 40 años" (comisionada por Jesús Peña y Germán Vega, que se puede ver en el Espacio de Arte Contemporáneo) y "Calderón, un escenario imaginado. Cuatro siglos de plástica teatral" (comisionada por Laila Ripoll y que se puede ver en la iglesia de San Agustín). Si a todo esto le sumamos la actuación en la Plaza Mayor del espectáculo "" de la compañía gallega Xampatito Pato, tenemos un fin de semana de apertura del festival repleto de actividades interesantes para los amantes del teatro. Todo ello sin hablar de las obras que se representan en los diferentes espacios de Almagro.



Pero vayamos hasta el Teatro Adolfo Marsillach, para hablar del nuevo montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que nos propone en esta ocasión un montaje que se basa fundamentalmente en el respeto escrupuloso al original. Este montaje permanece fiel a los versos creados por Calderón de la Barca, mostrándonos una ingeniosa propuesta en la que sus personajes ejecutan con maestría el texto, como un engranaje perfecto en el que nada falta ni sobra. Este auto sacramental tiene como tema principal el tópico teatral "Theatrum mundo", que concibe "el mundo como un teatro donde cada ser humano representa un papel social". Una propuesta que nos hará pensar, al plantearnos conflictos universales.



La dramaturga Brenda Escobedo ha sido la responsable de esta versión que intenta ser lo más fidedigna posible al original. De este modo, mantiene la esencia de uno de los autores que mejor supo profundizar en esas inquietudes metafísicas y existenciales de la época barroca, como fue Calderón. El autor madrileño impregnaba sus obras de una profunda reflexión sobre el ser humano, la cual solía expresar mediante complejas metáforas en las que unía la vida, los sueños y el teatro. En este juego entre la realidad y la ficción se mueve este delicioso montaje, un ejemplo perfecto de ese juego de niveles de interpretación en el que lo metateatral, lo filosófico y lo religioso se funden en una elaborada alegoría que retrata con precisión la duda existencial barroca.




Al frente del montaje tenemos la exquisita dirección de Lluis Homar, que nos propone un montaje divertido, dinámico, hipnótico, gamberro, con el que el público se mantiene expectante, obnubilado por la belleza de lo que ve sobre el escenario. Una puesta en escena aparentemente sencilla, en la que el director atraviesa la cuarta pared para hacernos partícipes de la historia, invadiendo el patio de butacas para convertirlo en parte de la escena. El director explica que "Calderón de la Barca sabía perfectamente del gran poder del teatro para crear imaginarios hasta ese momento desconocidos. Hijo de la Contrarreforma tenía que satisfacer las necesidades dogmáticas que la Iglesia de su tiempo imponía". Pese a ello "El gran teatro del mundo es una obra paradigmática en ese sentido. En ella se conjuga un imaginario escénico inédito en su tiempo y una versificación de una extraordinaria belleza con unas reflexiones espirituales y filosóficas de gran profundidad que proponían a los espectadores del siglo XVII y a nosotros mismos amplias cotas de reflexión sobre la naturaleza de nuestra existencia y los valores que la acompañan".



La obra de Calderón fue estrenada en las fiestas del Corpus Christi de Valencia en el año 1641 (aunque la había escrito una década antes). Imaginamos el impacto que en aquella época causó esta poliédrica historia, que navega entre lo real y lo fantástico, con personajes tan dispares como el propio autor y un Rey, una labradora y el Mundo. En esta obra, el autor "describe la vida como una escenificación, imagina al mundo como si fuese un gran teatro y transmite la idea de que sólo a través de la muerte se llega a la verdadera vida. Cada personaje de esta gran comedia escenifica su papel y cuando termine la obra recibirá un premio o un castigo, según haya obrado bien o mal". Una historia inquietante y divertida a partes iguales, que nos habla de la lucha entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo que se ambiciona, de la vida y todos sus recovecos oscuros.



Como podemos leer en el programa de la obra, la duda existencial es una constante en la naturaleza humana, pero fue en el Barroco donde alcanzó sus cotas más sublimes, al menos en el arte. En una época de profundas crisis, el arte indagó en la esencia del ser humano, intentar concebir el mundo más allá de lo carnal, de lo físico, intentando entender el cometido de nuestra existencia, con la cada vez más presente figura de la muerte. La literatura y el teatro se volcaron en la necesidad de responder esas preguntas que siempre se ha planteado la humanidad, reflexionar en torno al paso del hombre por el mundo. Los autores fueron, con sus obras, los transmisores de las inquietudes de la época. De este modo, el teatro sirvió de instrumento para retratar desde la metáfora, desde la ironía o desde el sarcasmo una idea de la vida próxima a un espejismo vano que ha quedado vinculada casi como tópico al espíritu barroco.



Uno de los mayores aciertos del montaje es la elección del elenco, un fabuloso grupo de intérpretes que hacen las delicias del respetable con sus convincentes personajes, llenos de humor, sarcasmo y ternura. Como maestros de ceremonias de este acto sacramental tenemos a la gran Carlota Gaviño, interpretando nada más y nada menos que al Mundo, y a un convincente y pomposo Antonio Comas, como el Autor. Junto a ellos, la siempre genial Pilar Gómez interpreta a la LabradoraYolanda de la Hoz es Hermosura, Aisa Pérez es la Discreción, Pablo Chaves se mete en la piel del Rico, Jorge Merino da vida al Rey, Clara Altarriba es la Pobre, Chupi Llorente interpreta a la Ley de Gracia, y Malena Casado es el Niño. En escena también tendremos al percusionista Pablo Sánchez, que interpretará la banda sonora de la función y los diferentes sonidos que ésta nos evoca.



Otro de los pilares sobre los que sustenta la función es la parte técnica. Una sencilla escenografía, diseñada por Elisa Sanz y Déborah Macías (responsables también del vestuario, ingenioso y divertido) se crea desde una premeditada desnudez del escenario que debe entenderse como una seña más de esa veneración con que se quiere actualizar esta obra maestra de nuestro Barroco. Esta sencillez se complementa con unas maravillosas proyecciones que crean un universo onírico que le viene muy bien a la función. La cuidada elección de la iluminación por parte de Pedro Yagüe nos sumerge en cada momento en situaciones que se deslizan entre la realidad y la ficción, pasando de los colores cálidos y fastuosos a las penumbras más misteriosas. Todo ello se completa con la deliciosa dirección musical de Xavier Albertí, que nos acompaña a lo largo de toda la obra.



Estamos ante el estreno por todo lo alto de uno de lo nuevo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que como era de esperar, no defrauda. La majestuosidad de la propuesta, la brillantez de la dirección, el fabuloso trabajo del elenco, todo está al nivel de este portentoso texto de Calderón. En Almagro, el público en pie, dictó sentencia. El nuevo montaje de Lluis Homar ha colmado las expectativas de los presentes y prepara su desembarco en Septiembre en el Teatro de La Comedia de Madrid, para abrir la temporada. Un espectáculo divertido y embriagador, ácido y trascendental, bello en su forma y complejo en su fondo. Deliciosa obra para comenzar un fin de semana memorable en una nueva edición del Festival de Teatro Clásico de Almagro, una cita ineludible para los amantes del teatro.

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Teatro: Corral de Comedias de Almagro.
Dirección: Calle San Agustín 21.
Fechas: Del 4 al 14 de Julio. De Martes a Domingo a las 22:45. 
Duración: 90 minutos.
Entradas: Desde 21€ en festivaldealmagroBoletín del espectáculo.


Elenco: 

Carlota Gaviño 

Pilar Gómez 

Yolanda de la Hoz 

Aisa Pérez 

Antonio Comas 

Pablo Chaves 

Jorge Merino 

Clara Altarriba 

Chupi Llorente 

Pablo Sánchez 

Malena Casado 


Equipo artístico: 

Dirección: Lluis Homar 

Dramaturgista: Brenda Escobedo

Escenografía y vestuario: Elisa Sanz, Déborah Macías 

Iluminación: Pedro Yagüe 

Dirección musical: Xavier Albertí 

Movimiento: Pau Arán 

Ayudante de dirección: Vanessa Espín 

Ayudante de escenografía: Sofia Skantz 

Producción: CNTC 

Voz y palabra: Vicente Fuentes 

Ayudante de movimiento: Oscar Valsecchi 

Ayudante de iluminación: Paloma Cavilla 

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