Acudimos al Teatro de La Abadía para adentrarnos, de la mano de Titziana Teatro, en la oscuridad de la mente humana, esa que se va haciendo cada vez más ilegible conforme se pierde la memoria. Un inteligente paralelismo nos invita a imaginar la soledad de un espeleólogo que se adentra en las profundidades de una cueva y donde cada vez es mayor la dificultad para distinguir las cosas, con la pérdida de memoria, en la que a cada instante comienza a haber más lugares oscuros, más incertidumbres, más entornos a los que es imposible acceder.
Regresa a Madrid una de esas compañías diferentes, que por su particular forma de creación no es sencillo ver con frecuencia. Y vuelven al Teatro de La Abadía, donde ya triunfaron con sus anteriores montajes "Exitus" y "Distancia siete minutos". La compañía catalana Titziana Teatro nos regala en esta ocasión un onírico montaje sobre la pérdida de la memoria y la identidad, con una pieza llena de imágenes poderosas, de escenas de gran belleza, todo ello a mitad de camino entre lo real y lo imaginario, entre la luz y la oscuridad. La obra llega tras un exitoso estreno en Cataluña y varios meses de gira por distintas ciudades españolas y por Centroamérica.
La compañía Titzianaes una de las más singulares del panorama nacional. Con más de dos décadas de trabajo a sus espaldas, Diego Lorca y Pako Merino han conseguido crear una identidad propia, que han ido labrando desde que se conocieron en la Escuela Internacional de TeatroJacques Lecoq de París, allá por el año 1999. Las señas de identidad de estos creadores es clara, "un trabajo de periodismo antropológico de entrevistas y convivencias. Investigando, adentrándose en la vida de otras personas, y abordando realidades muchas veces desconocidas para transportar al escenario lo más destacable del ser humano". Su trabajo parte de grandes periodos de investigación, en los que entrevistan a protagonistas de los temas que quieren tratar, consiguiendo complejos puzles en los que retratan realidades poliédricas.
Esta obra nace de un proceso de documentación extenso. Corría el año 2020 cuando Diego y Pako leyeron la noticia de un director de orquesta que, debido a la amnesia, no podía recordar más allá de siete segundos. Esto les llevó a pensar "en el subsuelo como lugar oscuro, como la memoria del director de orquesta". Con este punto de partida se adentraron en la experiencia de recorrer el mundo subterráneo de Madrid y Barcelona, para pasar después a las cuevas prehistóricas de Cantabria.En todo este proceso se informaron sobre subterráneos, túneles, cloacas, cuevas, catacumbas, ciudades subterráneas ancestrales, para crear ese submundo en el que transcurre la obra, para que vivamos la angustia de esos espacios cerrados, para que sintamos la incertidumbre de la oscuridad que lo cubre todo, para que vivamos la experiencia de transitar esos lugares inhóspitos.
Todo este recorrido, de años de investigación, fue un minucioso proceso en el que se rodearon de espeleólogos, antropólogos forenses especializados en arte rupestre, mossos d´esquadra de la unidad del subsuelo, exploradores urbanos ilegales, neuropsicólogos y pacientes del instituto Guttman para la rehabilitación de la memoria. Todos ellos les han ayudado a crear este complejo universo de imágenes, de lugares, de experiencias vitales que se mueven entre lo fantástico y lo real. De todo lo recabado en las entrevistas y vivencias con todas estas personas tan diferentes y antagónicas, nace este montaje.
Titziana Teatro (que ya me habían sorprendido con "La Zanja" en el Teatro del Barrio) ha vuelto a sus orígenes, en una apuesta por un afinado trabajo de texto, teatro físico y visual. En el dossier de la obra nos explican que "los personajes de esta obra están marcados argumentalmente por las consecuencias de la pérdida de la memoria. Transitan por espacios poéticos impactantes, exploran conflictos humanos universales, y son capaces de elevarse a una dimensión cómica y trágica. Es una obra llena de ambientes visualmente oníricos y un lenguaje rítmicamente trepidante que combinan diversas artes escénicas construyendo un relato impecable dirigido a todo tipo de público". En todo este particular universo que nos proponen vemos la esencia de ellos mismos, en una creación en la que podemos ver todas sus señas de identidad, los mimbres que les llevaron a ser lo que son. Y desde ese lugar trabajan en paralelo el texto y lo físico, lo real y lo fantástico, lo trágico y lo cómico, la luz y la oscuridad.
Tras la lectura de la noticia que fue el germen de esta pieza, Diego y Pako comenzaron el proceso que les llevó al montaje que podemos ver estos días en el Abadía. "Fijamos las intuiciones: Cerebro, memoria, profundidad, oscuridad. Seguimos buscando durante meses a plena luz y empezábamos a cegarnos, a necesitar un refugio, un lugar que nos protegiera de tantos estímulos externos. Por casualidad -como siempre pasan las cosas- descubrimos una tapa de alcantarilla". Y de este modo comenzó ese viaje que les llevó a conocer el subsuelo de las ciudades, a escuchar la vida desde abajo, pero también a oler los desechos de la ciudad. Esto les llevó a analizar la "atracción por la profundidad", que vieron que no les pertenecía, ya nuestros ancestros habitaban lo profundo. Y de ese modo llegaron a las cuevas cántabras para conectarse con el pasado y encontrar la última pieza que les faltaba para arrancar su nuevo proyecto.
La obra nos muestra la historia de Pablo, un antropólogo forense especializado en yacimientos paleolíticos. Tras un grave accidente, el científico sufre un ictus que le provoca una amnesia severa. La pieza se desarrolla a lo largo de la búsqueda incansable del protagonista por recuperar su memoria, un viaje interior para volver a tener recuerdos, para reconocer quien es, para volver a tener una identidad. Es deliciosa la metáfora, el antropólogo que se dedica a recuperar la memoria de nuestros ancestros tiene que luchar por que no desaparezca la suya propia, en un viaje a lo más profundo y oscuro de si mismo. En este meticuloso trabajo, los autores han trabajado con espeleólogos para conocer de primera mano su forma de trabajar (impecables las escenas en las que el protagonista transita las profundidades de las cuevas). Pero también han tenido contacto con pacientes que han sufrido pérdidas de memoria, para saber los lugares que transitaron en esa búsqueda por recuperar los recuerdos. Con todo esto, Titziana crea un collage de imágenes maravillosas, un conjunto de escenas bucólicas que estremecen, una historia que transita los sueños y las cuevas más recónditas.
Y todo ello no tendría demasiada coherencia sin el trabajo impecable de Diego Lorca y Pako Merino, dos animales escénicos que consiguen llevar en volandas una historia con infinidad de matices y claroscuros, de ritmos vertiginosos que se frenan en seco para que tomemos perspectiva, con impecables coreografías que nos regalan escenas físicas de una belleza deslumbrante. Con Diego metido en la piel del espeleólogo amnésico y Pako interpretando a todos los personajes que le rodean. Los dos pasan de escenas de lo más realistas (aunque con un humor surrealista que consigue destensar la crudeza del momento, como en las conversaciones de la clínica) a momentos poéticos, en los que es la imagen lo importante, prescindiendo del texto. Una mezcla que los dos saben medir con ingenio, para mantener al espectador ensimismado con ese torrente de imágenes, de estímulos, de situaciones cotidianas que se entremezclan con los sueños, un collage de realidad y ficción que impresiona.
Y todo esto ocurre en una ambigua escenografía (diseñada por Rocío Peña y construida por Albert Ventura y La Forja del Vallés) que tanto es una habitación de hospital como el interior de una cueva. Un espacio escénico que va mutando con impecable precisión para mostrarnos cada uno de esos oníricos espacios por los que transita el protagonista. Pero todo en este montaje es visualmente apabullante. Los elementos móviles de la escenografía se complementan con las emotivas imágenes de las proyecciones creadas por Joan Rodón. Y no podemos dejar de hablar del cuidado espacio sonoro creado por Jonathan Bernabeu y Tomomi Kubo, o de la precisa iluminación de Jordi Thomas, que consigue dar la tonalidad adecuada a cada momento. Por último, hay que destacar también el ingenioso vestuario creado por Ona Grau.
En definitiva, estamos ante una propuesta arriesgada, en la que Titziana vuelve a demostrar su buen hacer a la hora de plasmar temas cotidianos desde puntos de vista poéticos, sabiendo sacar una segunda lectura de situaciones difíciles, llegando al análisis desde primas muy diferentes. Con su característica mezcla del teatro de texto y el físico, nos trasladan a universos pintorescos, en los que nos muestran la realidad desde prismas muy diferentes. Un interesante montaje que os dejará mucho que reflexionar.
Idea y creación: Diego Lorca y Pako Merino Dirección: Diego Lorca y Pako Merino Dramaturgia: Diego Lorca Interpretación: Diego Lorca y Pako Merino Composición musical y sonido: Jonatan Bernabeu y Tomomi Kubo Iluminación: Jordi Thomàs Espacio escénico: Rocío Peña Construcción escenografía: Albert Ventura y La Forja del Vallès Diseño proyecciones: Joan Rodón Vestuario: Ona Grau Diseño gráfico compañía: Isa Besset Dirección técnica: Albert Anglada Producción: Luz Rondón y Tanya Carp Fotografía: Quim Cabeza Técnicos en gira: Jordi Thomàs, Sergi Cerdan Aguado y Txell Cabanas Collell
Espectáculo creado con el apoyo de Ayuntamiento de Cerdanyola del Vallés, ICEC Institut català de les empreses culturals, Institut Ramon Llull
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