Es esta una obra con la que nos sentiremos identificados en mayor o menor medida. Porque nos habla de la vida en los barrios, de la intrépida juventud en la que creemos que nos vamos a comer el mundo. Pero también los hace mirar atrás, para recordar todas las cosas que dejamos en el camino para llegar al lugar que ocupamos ahora, cuantas personas que hubo que abandonar para continuar con nuestro camino. Esta emotiva y muy divertida comedia nos involucra desde el inicio y nos engancha de principio a fin. Con un elenco prodigioso, encabezado por Francesco Carril.
Estamos ante una propuesta sincera, divertida, sencilla y a la vez compleja, porque nos habla de cada uno de nosotros, con toda la dificultad que eso entraña. Desde la primera escena nos sentimos interpelados por ese grupo de amigos, por esa gente del barrio que intenta sobrevivir en la sociedad hostil de finales del pasado siglo, en la periferia de una gran ciudad como Madrid, en un barrio que lucha por avanzar con todas las zancadillas que les pongan. Todos nos sentimos uno más del grupo, de ese instituto en el que todos quisimos tener nuestro lugar, en ese barrio en el que todos teníamos nuestra pandilla con la hacíamos todo y que con el paso de los años no sabemos muy bien que nos unió a ellos o que fue lo que sucedió para que nos distanciásemos. Una historia, como la de tantos, que empieza en los márgenes para intentar llegar al epicentro de todo.
Esta producción del Centro Dramático Nacional es una historia de vida, de los sueños y las esperanzas. Un delicioso relato sobre la imaginación de un joven de barrio y su ambición por querer salir de ese lugar y lo que le queda años después cuando echa la vista atrás. Una historia sobre los recuerdos, la memoria, la vida, sobre todo lo que vamos perdiendo (de forma premeditada o por el devenir de los acontecimientos) a lo largo de los años. Un viaje que nos lleva desde un barrio periférico de Madrid hasta tocar el mundo del cine, y el recorrido que se ha tenido que hacer (y todo lo que se ha tenido que sacrificar). Una obra que, a pesar de hablar del mundo del cine, acaba siendo una declaración de amor al teatro.
El dramaturgo y guionista Roberto Martín Maiztegui debuta en la dirección con esta pieza escrita en el marco del de programa Residencias Dramáticas del Centro Dramático Nacional. La obra nos recuerda al estilo de Pablo Remón, con el que Roberto ha escrito "Sueños y visiones de Rodrigo Rato" (galardonada con el premio Nacional de Teatro SGAE Jardiel Poncela). Esta misma temporada ha participado en la dramaturgia de "Todo lo que veo me sobrevivirá" una de las piezas del "Tríptico de la vida" de la Sala Cuarta Pared. Una de historias cotidianas, que "vincula la imaginación con la clase social, ya que muchas veces se habla de las barreras económicas y materiales que se encuentra cualquiera que no provenga del mundo del arte para entrar en ese mundo, pero hay una barrera previa, quizá más sutil pero crucial, que tiene que ver con ser capaz de imaginar que tú puedes dedicarte a eso, que puedes vivir esa vida a la que a priori no estabas destinado".
Estamos ante un texto divertido y emocional, que nos habla de cosas cotidianas para confeccionar un collage de pequeñas historias, en las que nos vendrán recuerdos de otra época. El autor cuenta que "Los brutos es una obra literaria, con múltiples historias dentro de la historia, una batería de ficciones interpretadas por unos pocos actores que dan vida a distintos personajes. Algunas son tristes, muchas otras cómicas. Todas persiguen lo mismo: buscar lo excepcional en lo real y protegerlo, así, del paso del tiempo, de la desaparición". Un preciso y elocuente relato sobre una generación, sobre un barrio, sobre una sociedad que etiqueta a la gente por su procedencia, por su clase social. Por eso, a veces es necesario sacrificar muchas cosas, correr sin mirar atrás para poder conseguir los sueños.
Este viaje nos lleva entre la realidad y la ficción de un modo fascinante. Todo lo que vemos en escena es de lo más cotidiano, pero la forma de ser narrado y la estructura misma de la escena y de la historia están planteadas desde otro lugar mucho más onírico, que nos lleva a volar de un lugar a otro con las ganas con las que todos queremos recordar aquellos veranos de juventud. El autor explica que la obra trata sobre la imaginación no tanto como vía de escape de nuestro día a día sino como herramienta para diseñar nuestras vidas. Esta imaginación es la que nos lleva a recordar nuestro pasado de una manera distorsionada, enfatizando lugares y momentos casi anecdóticos mientras otros se difuminan en nuestra memoria. Porque esta obra también va de esa gente que intentamos dejar atrás y nos persigue, apareciendo en lo que soñamos. La escritura convertida en un acto de memoria, desde el que reencontrarse con el pasado y con las personas que lo habitaron y fueron importantes en otra época. Tanto como la necesidad que hubo en un momento determinado de dejarlas atrás para conseguir avanzar y lograr los sueños. La escritura es lo que ha permitido al protagonista salir del barrio y ahora es lo que le permite mantener vivo ese recuerdo.
Esta conmovedora y cotidiana (dentro de su forma tan particular de ser narrada) historia nos lleva hasta un barrio periférico de la ciudad de Madrid, para conocer la vida de Nito y su entorno. De este modo, mientras conocemos las inquietudes del protagonista y sus ganas de salir del barrio, iremos conociendo a los peculiares personajes con los que convive. En ese entorno, que nos resulta tan familiar, iremos conociendo como fue la adolescencia de Nito, esa época en la que se comienza a forjar la personalidad y se toman las decisiones que marcarán tu camino en la vida. Una de las cosas a destacar de esta historia es la naturalidad con la que se cuenta, la sencillez de un relato que nos acerca a ese barrio tan hostil y a la vez tan acogedor para los jóvenes protagonistas. Ese lugar que a todos nos llena de nostalgia cuando regresamos a él, después de haber salido de allí en busca de otros sueños.
La obra nos habla de esa huida de Nito, de como sus ganas por escribir historias en el cine y la televisión le lleva a dejar todo atrás en la búsqueda de sus objetivos. A través de las relaciones que mantiene con su familia y con sus amigos más cercanos, vamos conociendo la personalidad de este soñador, que busca cosas que no puede encontrar en las calles de su barrio. Unas inquietudes que se acentúan cuando entra en la escuela de cine y un mundo nuevo se abre ante sus ojos. Durante toda la obra iremos encajando las piezas del puzle que ha llevado a Nito a ser lo que es, un guionista de éxito.
Las diferentes etapas de su vida nos enseñarán como va soltando lastre, como se desprende de lo que le impide avanzar, como prioriza sus sueños por delante de todo lo demás. De este modo iremos descubriendo las distintas capas de las que se compone esta historia, que nos habla de memoria, de esperanza, de sueños y del barrio como ente dotado de personalidad propia y que acaba por marcar la vida de las personas que lo habitan. Una fantástica historia que disecciona la evolución de un joven de extrarradio en su camino en la búsqueda de sus sueños, por encima de las relaciones personales que tenga que dejar atrás. Una dualidad que se convierte en el eje principal de la función, en el que vemos como la vida le va alejando del que fue su mundo, para abrirle las puertas a otras realidades.
A todo lo dicho anteriormente se suma el fantástico trabajo del elenco, encabezado por Francesco Carril como Nito, el alter ego del autor. La acompañan haciendo varios personajes cada uno, Ángela Boix, Emilio Tomé, Javier Ballesteros y Olivia Delcán. La sencillez de Francesco Carril, impecable siempre, contrasta con la fuerza desmedida de Ángela Boix y Emilio Tomé en los papeles de sus colegas del barrio. Los tres crean los personajes con precisión y exactitud, dotándoles de pequeños matices que los hacen muy divertidos e interesantes. Muy bonita la relación de Nito con su novia de toda la vida, que contrasta con la amistad mucho más distante con su mejor amigo. A ellos hay que sumar la polivalencia de Javier Ballesteros interpretando papeles tan dispares como el padre de Nito y el macarra del barrio, y la frescura de Olivia Delcán, deliciosa en su papel de alumna de la escuela de cine. Un elenco que engrandece la obra.
Todo esto sucede en la impactante y conceptual escenografía creada por Mónica Boromello, presidida por una gran pieza escultórica simbolizando el barrio (preciosa pieza que sin tener gran protagonismo como elemento escénico sirve de tótem para que esté siempre presente el barrio como concepto compacto y cerrado. Además, esta pieza regala uno de los momentos más ingeniosos de la obra, cuando Carril habla con Boix por el telefonillo (brillante). El espacio escénico representa ese tránsito por el que va la vida del protagonista, representado por la maqueta del barrio y la de la escuela de cine. El director ha comentado que "Esta idea nos gustaba porque cuenta la idea de utilizar tu pasado para convertirlo en un objeto artístico y porque nos ayudaba a contar la sensación de ver a alguien volviendo a ver su vida, su memoria, ya desde otro sitio, como si caminara entre sus recuerdos". Imprescindible para darle ese tono cinematográfico la iluminación de David Picazo. También hay que destacar el cuidado espacio sonoro de Sandra Vicente y el vestuario de Sandra Espinosa, que nos traslada en todo momento a un pasado muy reconocible.
En definitiva, estamos ante una obra que se disfruta. Porque recordar el pasado siempre es divertido y entrañable, y esta obra nos habla de nosotros mismos, de la vida en los barrios, de los descubrimientos de la adolescencia, de la ambición de la juventud, del constante descubrimiento de esos años en los que te vas a comer el mundo. Y lo hace desde la sinceridad, la sencillez y la verdad, tres elementos que la convierten en una gran obra, por su sinceridad y su originalidad. Con un trabajo primoroso de los actores y una dirección que sabe llevarnos por los distintos acontecimientos con maestría. Una historia que nos interpela y nos divierte, que nos entretiene y nos hace disfrutar. Uno de los grandes títulos de este final de la temporada, que ya tiene todo agotado. Muy merecido.
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Teatro: Teatro Valle-Inclán. Sala Francisco Nieva
Dirección: Plaza de Lavapiés. Calle de Valencia 1.
Fechas: Del 7 de Mayo al 15 de Junio. De martes a domingo a las 18:00
Duración: 1h y 25 min aprox.
Encuentro con el equipo artístico: 3 de Junio.
Entradas: Desde 12,50€ en entradasinaem.
EQUIPO
Texto y dirección
Roberto Martín Maiztegui
Reparto
Javier Ballesteros, Ángela Boix, Francesco Carril, Olivia Delcán y Emilio Tomé
Escenografía
Monica Boromello
Iluminación
David Picazo
Vestuario
Sandra Espinosa
Espacio sonoro
Sandra Vicente
Ayudante de dirección
María García de Oteyza
Ayudante de escenografía y vestuario
Mauro Coll Piotrowski
Ayudante de iluminación
Alejo Gozente
Tráiler y fotografía
Bárbara Sánchez Palomero
Diseño de cartel
Emilio Lorente
Producción
Centro Dramático Nacional