Llega al Teatro de La Abadía, para cerrar la temporada, el tercer montaje de Juan Mayorga desde que es el director artístico de la institución, tras "María Luisa" y "La colección". Una vez más, el autor y director de la obra nos propone un viaje onírico cimentado sobre las palabras y los mapas, dos elementos muy presentes en algunas piezas anteriores. Un montaje con un halo de misterio, en el que se irán descubriendo las piezas que componen este collage sobre los lugares propios y los desaparecidos. Todo ello con un portentoso elenco, formado por Javier Gutiérrez, Luis Bermejo, Natalia Hernández y Alba Planas. Una obra que no te dejará indiferente.

Estamos en un bar, en una situación aparentemente cotidiana, pero en las obras de Juan Mayorga nada es lo que parece y la más sencilla de las escenas tiene un trasfondo filosófico. En esta historia viajaremos por los recovecos de la ciudad, del alma de sus personajes, para recuperar heridas del pasado y reconstruir mapas que nos lleven a lugares perdidos. El título de la obra es el epicentro de esa búsqueda. Yugoslavia como ejemplo de aquellos lugares con luces y sombras, con un pasado glorioso que se desvaneció por la guerra. Ante una aparente normalidad, vamos descubriendo los misterios que esconden los personajes, las historias que han quedado borradas en la parte más oscura de ese bar, en donde podemos encontrar objetos perdidos que nos sirvan de puzle para encontrar el camino buscado.

Esta producción del Teatro de La Abadía es para Mayorga (autor y director de la obra) "un cuento escénico sobre el amor, la tristeza y el poder y la importancia de las palabras". El montaje nos acerca a cuatro personajes muy diferentes, con sus miedos y sus sombras, que en sus diferentes encuentros intercambiar palabras, silencios y mapas, para intentar recomponer todo aquello que se ha roto en su interior. Con un halo de suspense que nos engancha durante toda la obra, Mayorga va confeccionando un mosaico de situaciones en el que, lejos de darnos soluciones, va abriendo cada vez más el abanico de las suposiciones, y con ello la posibilidad para el debate y la reflexión. He de reconocer que fue muy interesante el debate, casi a modo de asamblea colectiva, a la salida de la sala, buscando las respuestas que el autor nos deja en el aire.
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Juan Mayorga, director artístico del Teatro de La Abadía desde 2022, pretende "que todo lo que presente en esta casa esté atravesado por esas fuerzas que siempre señalo como características del teatro que amo: acción, emoción, poesía y pensamiento". En este nuevo proyecto nos habla de la pérdida, de la soledad, de aquello que tuviste y que buscas recuperar. Como en todos los montajes de este académico de la lengua, las palabras son la esencia pura de la obra, trascendiendo sus propios significados para indagar en ellas. Para el autor, este texto habla sobre lo que hacemos con las palabras y lo que las palabras hacen con nosotros. Una historia que nos lleva de la mano de esas palabras a descubrir lugares ocultos, misterios escondidos en los silencios de las conversaciones, tesoros que se guardan en un cajón esperando que alguien los reclame. Temas tan universales como el amor, la tristeza, el anhelo, la búsqueda o la pérdida son los cimientos sobre los que sustenta esta misteriosa propuesta.
La función transcurre en cuatro espacios que conviven físicamente en escena y que hacen un interesante juego de movimientos para los actores. El bar, la casa, la ciudad y el mapa. Cuatro piezas de este rompecabezas en el que nos invita a participar el autor. Lugares y no lugares que los personajes habitan e imaginan. Mayorga comenta que la obra "comienza con un ser humano pidiendo ayuda a un cliente para que hable con su mujer, porque ha caído en la tristeza y el silencio. Atribuye al cliente una capacidad, un don: sanar con palabras". Y ahí comienza el juego, tanto el de las palabras (el preferido del autor), como el de la misteriosa trama que envuelve toda la obra. La obra nos va descubriendo los anhelos de los personajes, las dificultades para relacionarse unos con otros, los lugares que habitan y los que buscan en los mapas. "Los yugoslavos es una obra sobre la pérdida, sobre algo que tuviste y que buscas" reconoce el autor.
Pero el director va un paso más allá y nos habla de la obra como un conjunto de lugares, sobre el hecho de tener un lugar como propio o de estar en su búsqueda. "Si pensamos en los cuatro personajes de la obra, hay uno que tiene un lugar, un sitio que le da sentido a su vida. En ese bar, como dice Martín, el camarero tiene un sitio en el mundo y, en cambio, su esposa, Ángela, no lo tiene. Por eso, ella está buscando un lugar distinto a aquel en que se halla y lo está buscando desesperadamente. Y hay otro personaje, un tercero, Gerardo, que manifiesta en cierto momento que está deseando irse de esta ciudad a cualquier sitio, lo importante es no estar aquí. Y hay un cuarto, que es Cris, que de algún modo no tiene lugar, que es esa observadora, narradora, testigo".
La historia comienza con una escena de lo más cotidiana, un camarero escucha a uno de sus clientes y se queda impresionado por su poder de convicción, al conseguir que su acompañante se reafirme en todo lo que le propone y se levante ante la adversidad. Martín, el camarero, le pide a Gerardo, el cliente, que hable con su esposa que ha dejado de hablar y parece descomponerse en la tristeza y el silencio. El camarero le pedirá que busque las palabras salvadoras que él no es capaz de encontrar para su mujer. Martín piensa que Gerardo es el único que puede conseguir saber lo que le pasa a su mujer. Él lo ha intentado todo, pero no ha conseguido nada. Mayorga explica que la obra "trata de uno de los asuntos que con más insistencia me ocupan: lo que hacemos con las palabras y lo que las palabras hacen con nosotros". Las palabras como elementos fundamentales en la búsqueda de respuestas, en el apoyo en la desgracia, en la creencia de lo que somos.
Martín y Gerardo acercan posturas, intercambian palabras, intentan buscar las razones que les han llevado a esta situación. Entre tanto, dos mujeres (la esposa de Martín y la hija de Gerardo) se intercambian mapas. Mapas de lugares desconocidos o desaparecidos. La mujer camina por la ciudad buscando lugares señalados en un mapa que alguien se dejó en el bar de su marido. Un lugar donde se reúnen personas que tienen en común haber nacido en un país que ya no existe. ¿De dónde son las personas de los países que ya no existen? Una obra que nos habla del amor (todos se aman, pero no saben como relacionarse), la tristeza de no encontrar un espacio propio, la búsqueda de la propia identidad, la esperanza de que las palabras nos pueden salvar y conducir hasta lo que buscamos.
El reparto es, sin lugar a dudas, uno de los principales alicientes de la obra. Tras su reencuentro el pasado año, en esta misma sala, con la obra "El traje", Javier Gutiérrez y Luis Bermejo vuelven a regalarnos un apasionante duelo interpretativo, con dos personajes llenos de matices, alguna luz y muchas sombras. Les acompañan dos actrices de la talla de Natalia Hernández (a la que pudimos ver esta misma temporada en la descomunal "1936") y Alba Planas (a la que vimos la pasada temporada en "Los pálidos" de Lucía Carballal), que realizan un impecable trabajo como secundarias, apoyando la trama, más con su presencia que con la palabra (algo tan difícil para un actor).
La verdad es que no vamos a negar que sentimos debilidad por Gutiérrez y Bermejo, dos animales escénicos que con su sola presencia sabemos que todo encaja. Los dos nos regalan unos personajes casi antagónicos, pero que casan perfectamente. La ambigüedad de Bermejo, con ese personaje misterioso y esquivo, contrasta con el locuaz y parlanchín camarero al que da vida Gutiérrez. Los dos, mano a mano, vuelven a demostrar que son dos de los actores más importantes de nuestra escena.
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Toda esta misteriosa historia sucede en un fabuloso laberinto de espacios que es la escenografía creada por Elisa Sanz (responsable también del vestuario). Una construcción en distintos niveles, presidida en primer término por el bar y la casa y en el nivel superior por la ciudad y el mapa. Un ingenioso juego teatral en el que los actores se mueven por las distintas estancias y le da un gran dinamismo a la obra, además de potenciar el misterio con la zona superior con una luz más tenue y una parte translúcida. Gran importancia para crear este ambiente casi de thriller es el diseño de iluminación de Juan Cornejo, que dota a cada estancia de una tonalidad y un tono diferente, para singularizar cada uno de los espacios. Por último, la composición musical de Jaume Manresa consigue atraparnos y entrar en ese juego de ternura y de vulnerabilidad que transmite el personaje de Natalia Hernández. Leemos que el gran desafío para los creadores era que el espectador dijese "Yo podría haber estado en ese bar, reconozco a esta gente, me reconozco en ellos". Solo podemos decirlo que lo han conseguido. A punto estuvimos de pedirnos una caña en el momento en el que Javier Gutiérrez se acerca a proscenio.

En definitiva, el nuevo montaje de Mayorga es un precioso y delicado juego de palabras, silencios y misterios por resolver. Una historia llena de entresijos que se irán desvelando a lo largo de la historia. Una búsqueda de identidades, de lugares propios, de respuestas a silencios que golpean con fuerza. Esta poética propuesta nos deja muchas puertas abiertas, que será el espectador quien deberá ir cerrando en el debate posterior camino a casa. Muchas incógnitas que resolver, muchos frentes abiertos, un final esperanzador que da pie a las interpretaciones. Una propuesta hipnótica y poética, en la que nos sumergimos para acompañar a los personajes en su búsqueda de respuestas.
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Teatro: Teatro de La Abadía. Sala Juan de la Cruz.
Dirección: Calle Fernández de los Ríos 42.
Fechas: Del 22 de Mayo al 6 de Julio. De Martes a Sábado a las 19:00. Domingos a las 18:30.
Duración: 85 minutos
Encuentro con el público: Miércoles 11 de Junio.
Ficha artística
Texto y dirección: Juan Mayorga
Ayudante de dirección: Ana Barceló
Reparto: Luis Bermejo, Javier Gutiérrez, Natalia Hernández y Alba Planas
Compositor musical: Jaume Manresa
Diseño de luz: Juan Cornejo
Vestuario y escenografía: Elisa Sanz
Producción: Teatro de La Abadía
Producción en gira: Mónica Regueiro | Producciones Off
Distribución: Traspasos Kultur