Estamos ante uno de los grandes estrenos de la temporada, uno de esos que se marcan en rojo cuando salen las programaciones de los teatros públicos. El nuevo proyecto de Miguel del Arco es un delicioso montaje entorno al canto de cisne del director de orquesta Pedro Berriel que apura su vida con la obsesión de hacer una última grabación de la Sinfonía nº6 de Tchaikovski. Para el autor y director de la obra, es "un viaje enajenado entre la realidad y la ficción conducida por los delirios hilarantes" de su protagonista". Fabulosa, divertida, alocada por momentos, tierna y conmovedora, con mucho humor negro y unas interpretaciones prodigiosas. Ha merecido la pena esperar estos años la vuelta de uno de nuestros grandes directores.
Entramos en la sala del Teatro con la expectación de saber que estamos ante un espectáculo creado a fuego lento durante años. Si a eso sumamos que Miguel del Arco, autor y director de la obra, llevaba sin estrenar desde el 2019, entenderán que las ganas de sumergirnos en este viaje sean muchas. Y como suele ser habitual con las propuestas de este genio de las artes escénicas que es del Arco, la obra no defrauda. La emoción, la vitalidad, la energía, la comedia, todo cabe en este grandioso montaje que nos habla de un viaje en busca de la excelencia, como paso previo antes de la muerte. Solo la premisa inicial ya augura emociones fuertes.
Esta coproducción del Centro Dramático Nacional y el Teatro Kamikaze apunta a convertirse en uno de los títulos de la temporada, de esos que pasados los años recordaremos como uno de los destacados de una temporada con mucho "sold out". La obra, que se inspira libre y remotamente en la novela "Morir" de Arthur Schnizler, es una comedia con un protagonista trágico decidido a que el final de su vida tenga como banda sonora el sublime arrebato emocional de la famosa Sinfonía de Chaikovski. Es el canto de cisne de Pedro Berriel, un famoso director de orquesta obsesionado con grabar la Sinfonía nº6 de Tchaikovski antes de morir. Una obra cargada de humor negro, en el que el protagonista es acompañado en este viaje existencial y onírico por el autor ruso, en un fabuloso delirio que nos pone en situación desde el inicio de la representación.
Miguel del Arcovuelve a sacar el tarro de las esencias, con un texto cargado de humor negro, sarcasmo y mucha reivindicación social. En este viaje hacia la muerte y en la búsqueda de su gran obra, el director de orquesta protagonista de la historia se mueve entre la realidad y la ficción, entre recuerdos esenciales de su vida y las conversaciones filosóficas con Chaikovski, asumiendo con naturalidad que el compositor converse con él y le ayude con los ensayos. El director explica estos diálogos como "una forma íntima y cercana de sentir a los grandes genios de la historia, no como gigantes inalcanzables, sino como pistas de despegue en la búsqueda de un camino personal. Pedro encuentra en el personaje de Chaikovski una referencia magistral en lo artístico y una íntima identificación en lo personal. Los referentes que elegimos para construirnos en lo personal nos definen independientemente de cómo seamos capaces después de seguir su estela".
La propuesta es brillante, todo lo que va sucediendo, por muy surrealista que parezca, encaja a la perfección y ayuda a destensar el fondo de la cuestión y el tema principal de la obra, entre escenas de gran comicidad y situaciones de lo más esperpéntico. Una mezcla ingeniosa y con mucho ritmo, que nos traslada por las diferentes historias que componen la obra. A modo de matrioska, la obra nos va revelando diferentes píldoras geniales, pequeñas anécdotas dentro de la trama principal, que podrían dar lugar a piezas teatrales independientes. Escenas como el encuentro de Berriel con sus padres o con su pandilla del barrio, son simplemente genialidades. "El humor es la única posibilidad de relativizar seguramente mi propia intensidad. Creo que si no fuera capaz de reírme de mí mismo, ya habría reventado a estas alturas" reconoce Miguel del Arco.
Uno de los puntos fuertes de este fabuloso montaje es como se trata el tema de la muerte, que lejos de tratarlo desde el dolor, se trata desde un lugar mucho más lúdico, como la lucha del autor por intentar acabar su gran obra antes de emprender el viaje definitivo. Es muy divertido e ingenioso el continuo debate sobre la vida y la muerte, y la como el protagonista incide en que a él no le interesa nada morirse. Miguel del Arco cuenta que "la muerte es el tema en el que todos sin excepción estamos vinculados. Quería darle una vuelta a mi relación con ella. Supongo que tiene que ver la pandemia, que estoy a punto de convertirme en un señor de sesenta años sin saber cómo he llegado hasta aquí, el cierre del Pavón dejando de tener una casa propia para hacer teatro y fundamentalmente la muerte de mi padre en el año 2021". Con todo esto, consigue crear un montaje lleno de vitalidad, de humor, de optimismo, de sinceridad, que trata el tema de la muerte sin que "duela". De este modo consigue una comedia en la que el protagonista lucha con sus miedos y con sus propios egos en un viaje hacia el final de su vida que se convierte en una gran odisea hacia la universalidad.
La función comienza en la sala de grabación en la que Pedro Berriel ensaya la Sinfonía Nº 6 de Tchaikovsky, más conocida como La Patética. Le queda poco de vida y quiere terminar esta obra como su gran legado, la culminación de una carrera plagada de éxitos. El director de orquesta está tan obcecado en conseguir sacar una grabación singular, consiguiendo matices nunca antes apreciados, que asume con familiaridad que el propio músico ruso comparta estas sesiones con él y le consejos sobre lo que debe hacer (una declaración de intenciones de lo que nos espera en este fascinante viaje). Este delirio en el que se instala Pedro le lleva a comenzar un recorrido por los principales momentos de su trayectoria vital, ahora que ve cerca el final. La angustia se apodera de él, una carrera contra lo inevitable en la que lo único que le importa es acabar su gran obra artística, una manera de rebelarse contra su propio destino, una forma de no hacer frente a la angustia que le produce la cercanía de su propia muerte. Es hora de hacer balance, pero su obsesión por trascender parece ser su única obsesión en estos momentos.
Uno de los personajes claves en este viaje es su marido, Jon, que le fuerza a seguir un tratamiento médico sin rendirse, a pesar de lo agresivo que es y de que esto le impide poder continuar con la grabación. La coherencia y la sensatez de Jon chocan frontalmente con la idea de Pedro de acabar su obra. Aunque acepta someterse al tratamiento, en un momento de mejora, y obsesionado por su "amigo" Tchaikovsky, acepta la invitación para tocar en gala de clausura del Concurso que lleva su nombre y que presidirá Vladimir Putin. Pedro se aferra a ese último momento de gloria, que aunque no le permita terminar la grabación al menos podrá hacer una acción reivindicativa frente al homófobo de Putin, dejando esa representación de La Patética como un momento para la Historia. En este viaje, Pedro y Tchaikovsky se cruzarán con personajes de muy diverso pelaje, todos ellos interpretados por un grupo de actores que realiza un trabajo impecable.
El elenco es, sin lugar a dudas, uno de los puntos fuertes de este fantástico montaje. Israel Elejalde vuelve a darnos una lección magistral de interpretación dando vida al atormentado Pedro Berriel, al que acompaña en su viaje Jesús Noguero, fabuloso en su papel de Tchaikovski. A ellos les acompañan, interpretando al resto de personajes con los que se van cruzando a lo largo de la obra, Jimmy Castro (dando vida, entre otros papeles, a Jon, el marido de Pedro), Inma Cuevas(Anna, Madre, Irina, Loli y La Gloria), Juan Paños (Putin, Padre, Muerte y Samu), Manuel Pico (Músico, el filósofo Michel Montaigne, Kali y Comercial) y Francisco Reyes (Crítico y Doctor).
Elejalde consigue crear un personaje con multitud de capas, al que vemos sufrir, angustiarse, intentar luchar contra su propio destino, en una creación cargada de matices. Junto a él, Noguero nos regala un Tchaikovski burlón, arrogante, mordaz, el contrapunto perfecto al papel de Elejalde. Junto a ellos, destaca la presencia, siempre imponente, de Francisco Reyes, con una bis cómica bestial, que en el papel del crítico musical compone una caricatura muy divertida. Jimmy Castro, en el papel de Jon, intenta con vehemencia mantener con vida a su marido. Juan Paños está increíble en dos de las escenas más poderosas de la obra, como el padre (un hombre regio, de otra época, que nunca supo transmitir lo que sentía) y como Samu (pasado de rosca, genialidad absoluta por el tono y la forma), uno de los amigos del barrio de Carabanchel. Manuel Pico está soberbio en su diversidad de papeles, sobre todo dando vida al filósofo Michel Montaigne. Y por último, la gran Inma Cuevas está portentosa en todos sus papeles, desde la elegancia de la soprano al sufrimiento de la madre, pasando por la ingenua Loli (amiga del barrio) o la brutal escena en la que interpreta a La Gloria (una de las escenas más impactantes y originales del montaje).
Otro de los puntos destacados de esta obra es la fabulosa y sorprendente escenografía diseñada por Paco Azorín. Una pieza escénica que va mutando conforme el protagonista transita los diferentes espacios, tanto reales como imaginarios. Una potente estructura de una complejidad abrumadora, en la que todo se modifica para la creación de los diferentes. Una genialidad más dentro de este portentoso montaje. A ello hay que sumar la cuidada y deliciosa iluminación de David Picazo, capaz de conseguir ambientes y texturas muy diferentes. En un montaje como este, en el que la música juega un papel fundamental, no podemos dejar de hablar del poderoso espacio sonoro creado por Sandra Vicente y de la deliciosa composición musical de Arnau Vilá. Por último, hay que destacar el ingenioso y divertido vestuario creado por Ana Garay.
En definitiva, estamos ante una de las obras de la temporada. Miguel del Arco ha vuelto a realizar un montaje majestuoso, en el que cada una de sus piezas es una delicia. El texto es de una audacia y una mordacidad incuestionables, una genialidad cargada de humor negro, con interesantes reflexiones sobre la vida, el éxito, el poder, la igualdad o la educación. Una bomba de relojería que del Arco maneja con precisión y en la que todo aporta, como de un gran crisol de pequeñas historias se tratase. Pocas historias tan particulares y que a la vez toque temas tan universales. Si a todo esto sumamos el impresionante trabajo de todo el elenco y la maravillosa escenografía (que acaba convirtiéndose en un personaje más de la obra), estamos ante uno de los trabajos más redondos del director, que no es poco. Aprovechen y vayan a ver esta joya, si es que aún quedan entradas cuando lean esto.
Reparto Jimmy Castro (Jon), Inma Cuevas (Anna, Madre, Irina, Loli y La Gloria), Israel Elejalde (Pedro), Jesús Noguero (Chaikovski), Juan Paños (Putin, Padre, Muerte y Samu), Manuel Pico (Músico, Montaigne, Kali y Comercial) y Francisco Reyes (Crítico y Doctor)
Escenografía Paco Azorín
Iluminación David Picazo
Vestuario Ana Garay
Espacio sonoro Sandra Vicente
Composición musical Arnau Vilà
Coach de dirección orquestal Asier Eguskitza
Ayudante de dirección Pablo Ramos Escola
Ayudante escenografía Sandra León
Ayudante de iluminación Daniel Aranda
Ayudante de vestuario Juan Cruz
Ayudante de sonido Benigno Moreno
Asistentes en prácticas Yajaira Barrena, Anna Ďurišíková, Guillermo de la Rosa y Anastasia Shchelkanova
Producción Centro Dramático Nacional y Teatro Kamikaze