Teatro: Gazoline. Centro Cultural Conde Duque


Los bajos fondos, situaciones límite, barrios marginales de los que es difícil salir y que te abocan a un comportamiento muy determinado. Las tensiones sociales, añadidas a un racismo que flota en el ambiente de la sociedad, hace que en determinados momentos de la Historia todo salte por los aires, los pobres se rebelan, los emigrantes alzan la voz, los barrios más desfavorecidos comienzan su particular grito de socorro contra unas élites que no les tienen en cuenta. ¿Conseguirán que sea algo más que un titular en la página de sucesos?



Una silueta de un coche nos da la bienvenida al entrar la sala. Eso y una pantalla justo detrás nos indican que la obra puede discurrir por los derroteros más imprevisibles, formalmente hablando, aunque conozcamos el argumento antes de que comience la obra. Pero sabemos que esta obra va a ir un paso más allá, a mostrarnos la diversidad étnica que habita los barrios más pobres de París, pero también la que habita en nuestra ciudad, para que nos demos cuenta de lo raro que se nos hace que un elenco tenga este rasgo significativo. ¿Racismo? ¿Falta de oportunidades por su procedencia? Lo cierto es que vivimos en un país con gran diversidad étnica que no termina de plasmarse en las artes escénicas, tal vez por falta de creadores preocupados por lo que pueden contar los emigrantes o por cierto distanciamiento hacia lo que quieren contar. Sea lo que sea, bienvenido sean montajes como este que nos hagan reflexionar sobre el mundo en el que vivimos y su diversidad.   



Basada en unos hechos ocurridos a finales de 2015 en los barrios del extrarradio de París, la obra nos acerca al malestar de la juventud de estos barrios marginales con la sociedad que les rodea. El 1 de Noviembre de aquel año de altercados y confrontación, cinco jóvenes alentados por los disturbios acaecidos en otros barrios, quedan una noche para quemar el coche de alguien con mucho poder, para demostrar su valía (dentro del grupo, en el barrio, ante el mundo) y hacerse notar, dando visibilidad a los problemas que les agarrotan, que les impiden avanzar. "Demasiado jóvenes para ser adultos y demasiado mayores para seguir siendo niños" una frase que aparece en la sinopsis y refleja bien a las claras el espíritu de este montaje.

Durante esos días, los incendios se habían sucedido en los distintos barrios de los alrededores de París, destruyendo varios coches y causando la muerte de dos de esos chicos, lo que desencadenó esa ola de violencia (y también es el punto inicial de este montaje). Estos jóvenes siguen siendo tratados como extranjeros pese a ser nacidos en Francia. Hijos de los inmigrantes que llegaron a mediados del pasado siglo sin nada y que consiguieron rehacer aquí sus vidas, jóvenes que por su color de piel siguen sin sentirse identificados con una Europa que no les ofrece todo aquello que promueve, todos los valores que conlleva su bandera. Esta tensión provoca un ambiente que podría ser el preámbulo de una revolución, una situación impregnada de esperanza y desasosiego a partes iguales.




La Joven Compañía vuelve a mostrar su compromiso social en este montaje en torno al racismo y la diversidad étnica de la Europa actual. Este vivero de talento en el que se ha convertido La Joven, se creó como cantera de futuros profesionales de las artes escénicas, pero también ha conseguido tener su propia seña de identidad en cuanto al tipo de proyectos que realizan, con un alto compromiso social y pedagógico (muy interesante la iniciativa de hacer pases matinales para colegios, con debates posteriores con los alumnos). Después de trabajos tan aplaudidos como "Playoff", "La edad de la ira" o "Punk Rock", esta temporada nos han sorprendido con sus montajes "Barro" y "Federico hacia Lorca", ambos representados en los Teatros del Canal.

Este nuevo proyecto se encuadra dentro del proyecto "Primer Acto" de las Fundaciones Edmond de Rotchschild y la Fundación Teatro Joven (dirigido por David R. Peralto que fue quien propuso esta colaboración), que busca dar visibilidad y fomentar la diversidad étnica en las artes escénicas, tomando el relevo del proyecto "Razas". En este taller fue donde se conocieron los protagonistas de la obra, ellos mismos dicen que "hemos vivido situaciones verbales y físicas que no sabíamos que eran racismo, hasta que pasamos por Razas y nos dimos cuenta". Nadie mejor que estos chicos para meterse en la piel de estos rebeldes con ganas de cambiar su destino.


Para este ambicioso proyecto, en el que se toma como punto de partida un hecho real, quien mejor que Jordi Casanovas para encargarse del texto. En los últimos años se ha especializado en el teatro documento, con texto como "Ruz Bárcenas", "Port Arthur" o "Jauría", que narran la actualidad más demoledora desde testimonios reales. Esta historia llevaba metida en el cajón demasiado tiempo, desde hace 12 años, pero por suerte al final ha conseguido ver la luz en este contundente montaje que nos habla bien a las claras de lo difícil que es la vida para las personas de distinta raza, tratados como extranjeros hasta en su propio país. Esta es la segunda colaboración de Casanovas con La Joven tras la exitosa "Hey boy, Hey girl" en el año 2015.


José Luis Arellano vuelve a hacerse cargo de la dirección de La Joven tras el paréntesis de "Federico hacia Lorca" que dirigió Miguel del Arco. Arellano es uno de los pilares de este gran proyecto, y como tal ha dirigido sus montajes desde su creación, allá por el 2012. Responsable de montajes como "Punk Rock", "En la fundación" o "El señor de las moscas", sus montajes se caracterizan por el ritmo, la frescura y la contundencia formal que lo impregna todo. En esta pieza busca poner el foco en la raza como elemento discriminatorio, como estigma que marca a una sociedad, la del miedo o la desconfianza ante los que son diferentes.



Estos cinco personajes que deambulan por las sombras de la noche parisina no son muy diferentes de los que podemos ver en cualquier barrio de nuestra ciudad. Cada uno de ellos tiene unos miedos, unas inquietudes, unos sueños a los que agarrarse, que lejos de parecer utópicos deberían ser los de cualquier adolescente de su edad. Pero lo lamentable es que por el simple color de su piel nada será sencillo para ellos, las trabas y las reticencias por su color de piel hará que su vida sea mucho más complicada de lo que debería. Una pregunta tan sencilla como "¿De dónde eres?" puede marcar una intención, levantar una barrera, visibilizar que por su color de piel pensamos que somos diferentes, cuanto más allá de nuestros prejuicios tengamos muchas más cosas en común de las que imaginamos.



Estos cinco jóvenes que encarnan la diversidad de cualquier barrio multiétnico de la Europa actual son Mard B. Ase (Naïm), Jean Cruz (André), María Elaidi (Eunise), Prince Ezeanyim (Omar) y Delia Seriche (Christine) y al ser preguntados por si han vivido situaciones racistas todos están de acuerdo en que si, el racismo que invade nuestras calles aunque intentemos evitarlo. Cinco adolescentes que han sufrido en sus propias carnes muchas de las situaciones de racismo y exclusión que sufren los personajes de la obra, por el simple motivo de tener un color de piel distinto (como les pasa a los rebeldes parisinos). Un elenco que asume como propia cada una de las reivindicaciones del texto, que se deja la piel para dar visibilidad a problemas que han sufrido, aunque sean historias del otro lado de los Pirineos. Problemas universales que los actores interiorizan al meterse en esta pandilla de jóvenes provenientes de familias emigrantes, pero que llevan décadas viviendo aquí. La sociedad los aísla por el color de su piel, poniendo trabas que no pondríamos a jóvenes blancos, aunque puedan ser menos válidos.



Estos jóvenes se ven acosados por una sociedad que los ahoga, que los expulsa sin ningún motivo. Son adolescentes con los mismos sueños que sus compañeros de clase, pero a los que les será más difícil poder salir del barrio, estudiar, conseguir un trabajo, porque la gente sigue teniendo muchos inconvenientes ante los que son diferentes. Cuando todo estalla, ellos se suman a la ola de violencia y a los aires de revolución que inundan las calles. Esta vez si parece que se harán escuchar, que sus gritos llegarán a todo el país, por fin las personas fuera del barrio serán conscientes de las limitaciones que tienen. Una revolución que empieza por ellos mismos, por sus propios sueños, sus miedos y esas ganas de poder ser iguales al resto de una vez.



El ritmo vertiginoso de la obra nos lleva de golpe en golpe, conociendo las circunstancias que hace que cada uno de ellos esté en una situación límite. La agilidad con la que se mueven por la escena nos lleva de lleno a ese barrio, en el que se mueven a su velocidad, porque conocen cada esquina, porque saben que están a salvo dentro de su habitat. Un lugar que utilizan para mostrarnos como son, para reivindicar que son como nosotros, que lo único que quieren es que se les deje de tratar de forma diferente. Una energía que hace que todo nos llegue de una forma más directa, más contundente, más real



La sencilla escenografía diseñada por Silvia de Marta (que también se encarga del vestuario) y realizada por Readest y Juan Carlos Rodríguez,  nos ayuda a imaginar esos espacios lúgubres, desprotegidos, en los que se convierten los barrios del extrarradio de las grandes ciudades. El elemento central de la escena es el coche que sirve de punto de partida a la obra, y como único elemento fijo permanece impertérrito ante todo lo que ocurre a su alrededor, como si del eje de un tiovivo si tratase. Pero si algo es realmente impactante de la escenografía es la gran pantalla sobre la que se proyectan todo tipo videoescenas, creadas por Bruno Praena, que nos ponen en situación sobre lo que fueron los acontecimientos de los que se habla. 

El otro elemento clave es la iluminación de Juan Gómez-Cornejo, que nos traslada desde el primer momento a los oscuros lugares que transitan los jóvenes, sitios siempre abandonados, sin apenas luz, en los que las sombras se convierten en aliado a la hora de no ser visto. Una iluminación que en todo momento resulta inquietante, para dar aún más tensión a la trama. Contundente y demoledora es la música de Víctor Algora, que da un carácter casi épico a ciertas escenas, enmarcando las coreografías diseñadas por Andoni Larrabeiti. Un conjunto que muestra algunas escenas a modo videoclip, con la belleza formal que ello conlleva.

Un montaje muy necesario por lo que cuenta y por la manera en que lo hace. Nos habla de temas universales pero con la distancia de apoyarse en hechos acontecidos en otro lugar, lo que hace que no nos "sintamos tan culpables" por la situación. Una realidad que sacude a cualquier gran ciudad y que no queremos ver. El mundo global en el que vivimos hace que los países tengan una diversidad étnica y cultural de la que antes carecía, pero no debemos pensar que toda la gente llegada a nuestro país desde otros lugares vienen para ser delincuentes. Como en otra época a los europeos nos tocó emigrar, son ahora los africanos los de que, desde hace décadas, vienen a Europa en busca de un bienestar que no existe en su país. Pero no debemos verles como diferentes, sino que deberíamos alegrarnos de la diversidad que aportan, juntos seguro que seremos mucho mejores que intentando marcan diferencias. 

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Gazoline
Teatro: Centro Cultural Conde Duque
Dirección: Calle Conde Duque 11
Fechas: Miércoles, Jueves y Viernes a las 22:15.
Entradas: Desde 8,00€ en condeduquemadrid. Del 2 al 10 de Mayo.



      

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