¿Puede cualquier persona llegar a la reinsertarse en la sociedad? ¿Deja un violador de serlo por el hecho de pasar una temporada en la cárcel? ¿Cuantas versiones distintas puede haber de un hecho así? ¿Cuantas maneras podemos buscar para auto exculparnos de un error cometido? Para muchos nos es muy difícil contestar estas preguntas, ponerse en la piel de alguien que, por el motivo que sea, decide tomarse la justicia por su mano y se cree con el derecho de tener sexo por el simple hecho de que su percepción le da "señales". Ahora mismo nos parece muy duro, incluso descabellado, pero sólo hace falta mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que esto ocurre más de que debería (que tendría que ser nunca).
La perspectiva de meternos en la piel de un violador no es fácil. Intentar entender sus motivos, su estado mental a la hora de cometer el delito, pero también el peso de la justicia. Intentar ver en sus ojos la culpabilidad por el acto violento realizado, lo que piensa una vez pasado el tiempo en una cárcel cualquiera, intentar comprender sus miedos, sus traumas, lo que le llevaron a cometer ese delito. Pero esta historia nos habla también de la negación, de intentar no ver lo que para los ojos del mundo está claro, como una persona puede llegar a tergiversar de tal manera la realidad, hasta el mundo de creer lo que su mente le dice, ya sea como defensa o como penitencia.
Pero esa dualidad que lleva a alguien a no reconocer sus propias acciones, a negar la evidencia, nos lleva a un pensamiento mucho más profundo, porque puede ser también que en esta sociedad en la que vivimos, ciertos gestos puedan dar lugar a que alguien piense lo que no es, a que utilice su fuerza para conseguir lo que quiere a toda costa, a propasarse con alguien sin su consentimiento. ¿De verdad hemos sido educados para no tener respeto al prójimo? Interesante debate, como lo es todo este impactante montaje.
Esta obra fue uno de los mayores éxitos de la temporada pasada, uno de esos pequeños proyectos que por medio del boca a boca se convierten en fenómenos sociales. Con una temática tristemente de mucha actualidad, el montaje forma parte del catálogo del Festival Territorio Violeta, del que forman parte aquellas obras que tienen en cuenta la "equidad de género en las distintas fases de la producción (artística, equipos, contenidos, etc)". Esta desgarradora historia ha sido galardonada recientemente en el festival de teatro independiente Toledo Escena Abierta, en donde ha conseguido el premio del público, menciones especiales para los dos actores protagonistas y finalista como mejor montaje. Unos galardones que ponen en valor un proyecto arriesgado pero necesario, en el que cada uno de los mimbres que lo forman han sido cuidados al detalle, para conseguir un resultado contundente y a la vez constructivo, al meternos en la celda de un violador para intentar entenderle.
Esta coproducción de Territorio Violeta y la Compañía Clásicos Contemporáneos nos adentra en los miedos y las razones que pueden llevar a alguien a cometer una acción como esta, pero también a ver las excusas que él mismo se pone para no cargar con la culpa, para creerse inocente. Una historia que nos plantea el dilema sobre la reinserción de los presos, en este caso de un violador, pero que intenta indagar mucho más allá, introduciéndonos en su mente, en sus recuerdos, en su forma de ver la vida, hasta podernos hacer una idea de lo que le lleva a alguien a poder plantearse algo así. Muy interesante como el texto nos va salpicando con preguntas que van quedando en el aire, en torno a la justicia, al régimen penitenciario, a la seguridad de los trabajadores de los centros, más allá del propio tema principal que nos bombardea con dudas sobre estos individuos como la realidad paralela en la que parece vivir, las continuas negaciones que hace sobre el hecho (cuando parece tan claro lo ocurrido) o las versiones tan diferentes que se dan del mismo hecho, al ser contado por la víctima o por el violador.
La autora Pilar G. Almansa se ha convertido en una de las indispensables de la cartelera madrileña. Tengo que reconocer que la pasada temporada me enamoró con "Cama" (se puede degustar todos los Domingos en los Teatros Luchana), me conmovió con "Mauthausen, la voz de mi abuelo" (vuelve a Nave 73 para seguir encogiendo corazones) y esta temporada, ya sabiendo la destreza de la dramaturga para escribir textos que rebosan sinceridad, me ha conmocionado con "El buen hijo", un texto que habla de temas cuanto menos polémicos desde una ecuanimidada que nos abruma. El texto destila verdad y sentimiento, intentando dar al personaje del violador todas las ramificaciones posibles para que podamos llegar a conocerle, para intentar ver la vida a través de su mirada. Almansa, con la asesoría de Zulema Altamirano, consigue hacer un retrato muy aproximado de lo que es una prisión, las relaciones de los presos con los funcionarios, o las situaciones peligrosas que sufren los terapeutas que intentan ayudar a los reclusos.
La encargada de dirigir el contundente texto de Almansa ha sido Cecilia Geijo, que consigue transmitir, con una sencillez pasmosa, todos los entresijos de la vida del preso y de la terapeuta. Una dirección basada en los actores, a los que maneja de forma magistral por los distintos espacios que se van creando ante nosotros, en un espacio aparentemente neutro. Para la directora "un violador nunca actúa solo. Son nuestras creencias, tan extendidas y arraigadas, las que le han enseñado a violar". Esta lapidaria frase sobrevuela toda la obra, mostrándonos a un hombre incrédulo ante su situación, que piensa que la mujer violada miente, que no puede verse como el monstruo capaz de hacer lo que dicen.
La obra parte de la conversación que mantienen periódicamente Tirso "El Cachorro" (como es conocido en prisión), condenado por violación, y la psicóloga de la prisión. A partir de esta situación la historia se va ramificando para que vayamos conociendo las historias de ambos personajes, llenos ambos de claroscuros. Él no sabe por qué tiene que asistir a la terapia, ya que en todo momento perjura no haber cometido ningún delito. Ella, con una mochila emocional muy grande a la espalda, intenta conocer la verdadera razón de lo que ocurrió, intentando que Tirso reconozca de una vez su culpa. En un duelo actoral de gran altura, ambos hacen frente a sus miedos a sus culpas, mientras intentan defenderse de su "oponente". Mientras él sigue firme en su postura, acusando a la mujer violada de mentirosa, la psicóloga intenta que vea que sólo él es responsable de sus actos. La turbia relación que se va generando entre los dos nos ayuda a ir conociendo su pasado. Las escenas de la cárcel se encajan a la perfección con las pinceladas de sus vidas fuera de la cárcel, creando un sólido conjunto que nos conduce a un poderoso final, que nos dejará muchas preguntas por respondernos a nosotros mismos.
En esta historia tan claustrofóbica y a la vez tan humana, contribuyen de la manera notable los actores para que todo tenga la fuerza necesaria. Rosa Merás y Josu Eguskiza están estupendos, dando vida a Fernanda y Tirso. Dos personajes cargados de traumas y culpas, con miles de aristas que los actores saben gestionar a la perfección, dándonos en cada instante el matiz de cada uno de ellos que la escena necesita. Los dos actores se manejan con destreza ante un texto que es tan brillante como duro. Las situaciones de tensión se entremezclan con las de tranquilidad, casi compañerismo entre ambos, creando una relación con continuos sobresaltos, pero que poco a poco se va afianzando, cuando cada uno de ellos comienza a soltar lastre y la confianza va ganando terreno. Los continuos cambios de registro, sobre todo en las escenas de fuera de la cárcel, nos muestran a dos actores polifacéticos, capaces de transformarse en todo tipo de personajes para volver luego a la crudeza de la sala de terapia.
Josu Eguskiza nos presenta un Tirso que parece un miura antes de salir a la plaza. Cargado de fuerza y de rabia, el condenado que no entiende su situación nos va mostrando poco a poco todas sus debilidades. Tirso es un hombre rudo, que nunca baja la guardia ante la psicóloga, pero que en determinados momentos podremos descubrir su lado más humano, aunque al poco rato descubramos su lado más animal. Personaje atormentado que Egukiza sabe moldear a su antojo, consciente de sus facultades a la hora de dar todo tipo de registros, incluso dentro de una misma escena.
Por su parte Rosa Merás, nos regala una Fernanda poderosa y traumatizada a partes iguales, lo que le hace estar mucho más alerta en cada reunión con Tirso. En cada escena la vemos más segura de si misma, al mismo tiempo que vamos descubriendo todo su pasado, ese que le ha convertido en la mujer fuerte y segura que se presenta ante el preso. Una mujer que cree firmemente en lo que hace, pero que a su vez vive en un territorio de arenas movedizas del que intenta salir. Una actriz que se sabe poderosa a la hora de afrontar un trabajo tan duro, cargado de dobleces y momentos difíciles, que resuelve con maestría.
En este thriller carcelario es fundamental la aportación de la parte técnica para que ese espacio nos resulte agobiante, claustrofóbico. El espacio escénico diseñado por Diego Ramos es sencillo en apariencia, pero los pocos elementos que la componen se van "mutando" para crear diversos elementos para componer cada una de las escenas. En el fondo de este espacio, unas cuerdas entrelazadas como símil de la cárcel, en un recurso tan bello como potente. Otro de los elementos clave de la obra es la iluminación de Cristina Gómez, que nos hace entrar y salir de la angustiosa sala para recrear las vidas de ambos fuera de prisión. La tercera pata de esta composición escénica la forma el sonido diseñado por Pepe Bornás, que nos envuelve y nos agarrota en cada escena, consiguiendo que nos metamos de lleno en cada una de las tramas.
Pilar G. Almansa es una mujer comprometida, como lo demuestra cada día en sus redes sociales. Ese compromiso le lleca a crear montajes que este, que se meten de lleno en temas tan (desgraciadamente) de actualidad. La autora nos muestra una historia para hacernos reflexionar, no deja nada al azar. Son temas que preocupan, y como tal debe hablarse de ellos en el teatro. Pero no sólo el tema del violador y su posible reinserción, también nos habla de la relación compleja con la madre, de las dificultades para trabajar en una prisión para una mujer, incluso del instinto animal que impulsa a un hombre a violar a una mujer. Un montaje que nos hace pensar a la vez que nos remueve por la contundencia visual de cada escena.
Teatro: Teatros Luchana
Dirección: Calle Luchana 38
Fechas: Viernes a las 20:00.
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