El amor incondicional hacia otra persona hace que su pérdida nos deje un vacío casi insalvable. Una vida entera caminando juntos, una complicidad total, una confidente y una consejera, la conocida como la media naranja, que en el momento en que falta todo se queda gris, porque no entendemos una vida solos, sin esa persona con la que lo has compartido todo y sin la que no sabes vivir. Una manera de vivir, una parte de nosotros que se va y, de repente, no sabemos como seguir.
No existe mayor pérdida que la de la persona amada. Un vacío se cierne ante uno cuando la persona con la que has compartido la vida, y a la que consideras pieza fundamental en ella, desaparece. Al dolor por la pérdida se une la soledad, la angustia de pensar que nunca volverás a ese estado de felicidad que has compartido junto a ella. Una desgarradora sensación, en la que solo ayudan los recuerdos, los dolorosos pero sobre todo los felices, aquellos que convirtieron la relación en algo tan especial.
Sabre Producciones, Pentación Espectáculos, Talycual y AGM han sido las productoras encargadas de llevar a buen puerto este precioso proyecto sobre uno de los textos más conmovedores de Miguel Delibes, que coge el relevo en el Teatro Bellas Artes de su gran éxito "Cinco horas con Mario", un texto de similares características, ya que se trata de un monólogo en torno a la persona amada (más en este caso que en el interpretado por la gran Lola Herrera) que ya no está, un doloroso relato basado en el cariño, en la complicidad, en el compañerismo, en el amor por alguien con el que has pasado la mayor parte de tu vida y, ahora que falta, no sabes muy bien como continuar. Una historia marcada por la tristeza, pero también por la alegría de recordar todos los buenos momentos, un doloroso viaje por el alambre que separa de un lado el dolor más absoluto por la pérdida, y del otro la absoluta devoción por alguien que lo ha sido todo en su vida.
El propio Delibes decía que "los dos tipos de mujer que he dibujado con mayor esmero a lo largo de mi vida de narrador son Carmen, la Menchu de "Cinco horas con Mario", y Ana, el personaje central de "Señora de rojo sobre fondo gris". Dos mujeres, no ya distintas sino antitéticas, que de alguna manera podemos considerar representativas de la España de la segunda mitad del siglo XX". Así, mientras Menchu nos hace un detallado retrato de la España de posguerra, la figura de Ana se sitúa en los últimos meses de vida de Franco, esbozando todo lo que era la vida en aquellos tiempos de represión e incertidumbre. El autor vallisoletano nos presenta a Ana como el alter ego de Ángeles de Castro, esposa del escritor, de la que llegó a decir que era "la mejor mitad de mi mismo". Y es así como Delibes, tras el disfraz de Nicolás (el pintor que protagoniza la obra) nos habla de su vida junto a su mujer, de su enfermedad, y su temprana muerte a los cuarenta y ocho años.
La adaptación que han hecho José Sámano (Director de la obra), José Sacristán (actor) e Inés Camiña, va más allá de la simple adaptación. Sacristán llevaba persiguiendo este proyecto desde hacía tiempo, a mitad de camino entre el homenaje a su amigo (tuvo una estrecha relación con Delibes) y la vuelta a uno de sus personajes más queridos. El texto fue escrito en primera instancia por Sámano y Camiña, al que luego Sacristán dio una vuelta para adaptarlo a su propia forma de ver la obra, para hablar un poco más del contexto histórico en el que sucede y, en definitiva, conseguir una obra que destila ternura y verdad en cada una de sus frases, manteniendo lo esencial del texto original. El actor reconoce que se siente "hermanado en el dolor" con el autor, y que con su papel de Nicolás se siente un "feliz y conmovido compañero de viaje de Delibes".
Para José Sálamo (que en este caso asume también la producción, con Nur Levi como directora de producción) es la tercera vez que se "atreve" con la dirección de un texto de Delibes. Pero la gran diferencia con respecto a anteriores montajes, es que es la primera vez en la que no podrá contar con el maestro para dar su opinión. Sálamo cuenta que "eran inolvidables los cambios de pareceres sobre las adaptaciones y montajes" que tenía con el propio Delibes. Ya en 2008 intentó, con presencia del autor, levantar esta obra, pero ha tenido que pasar casi una década para que se haya realizado. Tras "Las guerras de nuestros antepasados" (en la que también participó Sacristán) y la ya mencionada "Cinco horas con Mario", Sálamo se embarca de nuevo en uno de sus autores predilectos, con el que sin duda ha conseguido sus mayores éxitos. Para él, en este texto "la realidad estalla llenando el escenario de felicidad y el dolor de dos personas concretas que, sin duda, ustedes pronto reconocerán".
La historia nos muestra a un pintor, Nicolás, que lleva muchos años sumido en una profunda crisis, tanto creativa como personal. Tras el fallecimiento, de forma repentina, de su mujer, que lo era todo para él, no ha vuelto a ser el mismo, ha perdido sus ganas de vivir y su inspiración para pintar. Una pérdida que le ha llevado a una vida oscura, en la que nada parece tener la mayor importancia, y sólo refugiándose en los recuerdos de su esposa puede llegar a cercarse a la persona que fue en otro tiempo.
El pintor nos traslada a los últimos años de 1975, en los últimos días con vida del dictador Franco. En un ambiente enrarecido y hostil, su hija mayor y su marido han sido detenidos y se encuentran en la cárcel por motivos políticos. Es en ese periodo cuando empiezan los primeros síntomas de la enfermedad que acabaría con su mujer, y con ello la profunda oscuridad en la que se convertirá la vida de Nicolás. El pintor nos relata toda la historia de amor con su mujer, su alma gemela, en esos difíciles momentos en que su vida se apagaba poco a poco. Un relato que nos habla de una España en ebullición, con la dictadura en horas bajas y una nueva generación de jóvenes con ganas de libertad. Pero la obra va mucho más allá, nos habla de la felicidad vivida por este hombre junto a su esposa, del dolor de la pérdida, indagando en lo más profundo del ser humano.
Para dar vida a este pintor, alter ego del escritor Miguel Delibes, no podría haber mejor elección que la de José Sacristán, uno de los actores más importantes de nuestro país, y que además conoció al autor. La sola presencia de este mosnstruo de la interpretación sobre las tablas de un escenario merece la pena el asistir a la obra, por su desgarradora voz, por su saber estar, porque hay pocos actores que sepan medir de una forma tan precisa los silencios, que marque tan milimétricamente cada uno de sus movimientos en escena. La actuación de Sacristán en esta obra es simplemente descomunal, consigue helarnos la sangre desde la introducción, en un alarde interpretativo a nivel de muy pocos. La admiración que el actor siente por el escritor se refleja en estas palabras: "Miguel Delibes era un hombre que nos enseñó a mirar. Más allá de sus muchas cualidades como escritor, pone la mirada en unos hechos y los explica de tal forma que nos hace que mejoremos como personas y que entendamos mejor la vida". Con todo esto, nadie mejor que él para interpretar a su alter ego.
El personaje que crea Sacristán es un hombre perdido, triste, apabullado ante una realidad que le supera. Desde la muerte de su mujer no ha levantado cabeza, para él lo era todo y ahora no sabe hacia donde ir. La desolación de este hombre nos la plasma Sacristán en cada gesto, el dolor se muestra en cada palabra, en cada silencio para evitar el llanto, en cada mirada perdida en busca de una respuesta que no llegará. Si descomunal es la palabra en la voz, la forma que adquieren los silencios en esta obra son desgarradores. Una interpretación cargada de matices, de momentos inolvidables, de recuerdos imborrables junto a su mujer y con momentos de dolor y pánico ante su pérdida.
Dentro del ambiente gris de la obra, en el que toda la estética está cuidada al detalle, destacan los dos momentos rojos al comienzo y al final, ambos de una estética deslumbrante, que nos pone aún más en liza en tono apagado del resto de la ambientación. El diseño de la escenografía ha corrido a cargo de Arturo Martín Burgos, que ha sabido darle ese aire melancólico, de lugar cerrado y abandonado, que transmite la esencia del personaje. En este ambiente tan bucólico es fundamental la iluminación diseñada por Manuel Fuster (que es también el técnico de luces y sonido), que acentúa las distintas tonalidades de la historia, consiguiendo transmitir en cada momento lo que siente el personaje.
"Siento que volver a Delibes, ahora con su sobrecogido Nicolás, supone entregarme a una tarea que bien pudiera ser o significar la culminación de una aventura de trabajo y de vida que viene durando ya más de sesenta años. Volver a Miguel Delibes es no dejar de aprender a mirar". Suena a despedida de uno de los actores más prolíficos de nuestra escena. Sólo por eso debería ser razón suficiente para no perderse la obra, pero como dice el actor, el simple hecho de reencontrarse con Delibes es razón más que suficiente para asistir al teatro y dejarnos llevar por este maravilloso testimonio de amor incondicional y de dolor ante la pérdida de la persona amada.
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Teatro: Teatro Bellas Artes
Dirección: Calle del Marqués de Casa Riera 2
Fechas: Martes a Viernes a las 20:30. Sábados, Domingos y festivos a las 19:00.
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